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El disfraz de una mentira – segunda parte

Un hombre, una mujer, un mismo espacio y alguien que escucha con atención, el disfraz de una mentira.

Una crónica de: Michele Lorena Quesada

Al culminar felices y satisfechos ella decidió dormir un rato aprovechando el sonido del agua caer y ese aroma a tierra mojada que a un mortal habitual le encanta, sin embargo él se puso su interior y solo miró con curiosidad la prenda de Amparo que reposaba en el piso con un anhelo profundo de vestirla, se reservó las ganas y mejor se recostó al lado de su novilla, un término poco usual y curioso pues solo era una aventura, pero como todo caballero no les decía así, mejor prefería ese término. Lujan es un hombre reservado y cauteloso pero este tipo de recuerdos le hacen mover las vibras de su ser, se sonrojaba y miraba al techo riendo mientras movía la cabeza en forma de asombro por todo lo vivido y lo confundido que aún sigue y lo confundida que me deja a mí con cada palabra que sale de su boca.

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De sus padres poco o nada le gusta hablar y desde un principio me aclaró solo le diré lo que yo quiera decir, no abuse que eso si no me gusta, escuche y anote lo que tenga que captar en esa grabadora y esa agenda. Yo comprometida con mi rol obedecí y dejé que todo fluyera aprovechando la confianza que ya se tenía con el pasar de los años, sin embargo, esa duda siempre estuvo rondando en mi cabeza y como testaruda que soy me lance por primera vez a preguntarle algo un poco restringido en aquel hogar, su hogar donde reina el color negro en los muebles, ventanas y puertas. Ya sé que no le gusta, pero solo suelte un poquito, no sea odioso… ¿Qué paso con su papá y su mamá?

Jmmm… Solo dijo eso mientras cruzaba la pierna y una sonrisa a medio dar se asoma por su rostro y yo, yo soltaba una risa emocionada esperando atenta a su respuesta para plasmarla aquí de la mejor manera.

Mi madre murió y no hablo casi de ella desde ese entonces, soy hijo único y el recordarla me duele, una vez que pierdes a tus padres siendo hijo único quedas solo en este mundo, sin nadie con quien charlar de tu vida, de tus anécdotas y de tu ser en general, respecto a mi padre, ese hombre tampoco esta aquí, si se lo pregunta, sí, fue feliz cuando vio que seguía en eso del ejército al momento de irse al más allá. Ambos me dejaron siendo jóvenes, mi madre de 64 y mi padre de 70, bueno el hombre si tenía sus años, pero parecía un roble hasta que la neumonía tocó a su puerta en la capital, por eso, casi no voy a Bogotá, aunque sea mi tierra, respecto a mi madre, pues la grasa se las cobró y con un paro al corazón todo acabó. Primero fue mi madre y luego al poco tiempo se lo llevo a él, mi padre.

Culminó esa etapa de su vida con 40 años, al día de hoy, a tan solo 10 meses de haberse retirado del ejército, se dedicó a si mismo, por ello se radico en Girardot, Cundinamarca un lugar tranquilo pero caliente, allí vive en el barrio Kennedy, muy armonioso pero caliente, sí, dije otra vez caliente y es que es demasiado caliente. Este sector es conocido por su comercio y su extensión, ambos sabemos que es como el pueblito dentro del pueblo. Le encanta que sale a la esquina de su casa y siempre hay un señor vendiendo aguacate con esa gran sonrisa que lo caracteriza y si camina dos cuadras más derecho llega a la vía principal en donde uno consigue hasta ropa si es lo que quiere.

Vive solo y no anhela una familia, dice que para ser feliz no hay necesidad de forjar un hogar, que para ser feliz solo necesita sentirse satisfecho consigo mismo, pero esas palabras no me logran convencer ya que recordé que en junio del presente año, cuando íbamos para Purificación, me comentaba mientras manejaba su carro, viejito pero acogedor con una fragancia a limón como con fresa que te hacen sentir tranquilidad, o bueno, a mí me transmiten una felicidad. Me decía que había días en los que veía ese armario lleno de ropa de hombre, pero que él no se veía dentro de ella, que se reflejaba era con ropa de mujer, que amaba esas prendas tan delicadas, al mirar alrededor en busca de alguna respuesta se percató que esas paredes grises no ayudaban a calmar su ansiedad.

Yo le traje a repercusión esas memorias y me miró con cautela diciéndome “usted como que no se olvida nada, solo el llamar a su papá, ¿no?” yo solo le asentí diciéndole al fin ¿qué? Lo que me dice concuerda poco con lo que hace.  Cansado me empezó a comentar que para él era complejo pero que sí se convencía eso sucedería, confía mucha en la ley de atracción y para el día de hoy ya sabe que esto es algo que debe asimilar y ya, nada más.

Su hogar en el barrio Kennedy si usted conoce un poco de su historia, sabrá que lo describe a él  a profundidad, su frente es color palo de rosa con blanco y las rejas negras, los pisos del ante jardín son baldosines de los marrones y sobre ellos hay diferentes tipo de flores, porque eso sí, nunca dejó olvidar lo que aprendió cuando trabajó en la floristería, al ingresar se encuentran las paredes pintadas de un color gris muy claro casi que llegando a blanco, y siendo franca, no le encuentro la finalidad a ese tono pero bueno.

Su morada es grande y la verdad, tampoco le hayo la lógica, pues vive completamente solo, no tiene compañía de ningún tipo y dice que así es mejor, que solo es mejor; para responsabilidades ya las tuvo hace mucho, ahora es momento de dedicarse a él y ser feliz. El aroma de esa casa es la clave y respuesta a todo, su fragancia es de hombre y de mujer, pero sobre todo su habitación, allí es donde reposa todo el olor y se va expandiendo a la casa poco a poco, yo pude notar como tenia una colonia femenina en la mesa de noche junto a la lampara, la cual ya estaba por la mitad de tanto usar para acoplar una alcoba.

Hace un par de meses, en medio de la soledad que dice gozar, se mojó la cara en busca de respuestas y tranquilidad, no es que su condición lo hiciera sentir menos, solo que lo confundía por el gusto tan raro a las prendas femeninas y el querer vestir con ellas. Se sumergió en sus pensamientos mientras se preparaba un café, esa rica aroma que lo transporta a su adolescencia cuando charlaba con su mamá acerca de las novelas de aquella época, con esto concluyó que esos pequeños detalles son los más grandes placeres que le da la vida y no hay porque despreciarlo en medio de líos mentales. Uno es lo que es. Así fui, soy y estoy seguro que lo seré, ya no más rechazo hacia sí mismo, es momento de mi aceptación, evolución y felicidad.

Se cansó de disfrazar una mentira no mentira y ahora solo la asimila, convive y la ama, dice que no tiene necesidad de comentarle sus asuntos a un psicólogo pues desde su perspectiva eso sería muy poco ético hacia sí mismo, en algo ha de parecerse a su padre y es que, como él me dijo que el señor Albeiro decía, los problemas de la casa se resuelven en la casa y además esto no es un problema, es mi más bella confusión que me ha ayudo a llevar la vida de una manera un poco fuera de lo común y a sobrevivir a los malos tratos que recibía en el ejército.  

| Nota del editor *

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