“El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta”. Con estas palabras del gran poeta Pablo Neruda, arrancó el programa de hoy. Los niños, los principales invitados de esta semana, se tomaron nuevamente la palabra para iluminarnos el camino que nos conduce nuevamente hacia la infancia, hacia esa instancia de potencialidad, de intensidad, de creatividad, donde siempre hay algo nuevo y donde todo puede ser posible. Es por esto que, desde El Puente, no solamente pensamos en ellos porque sean receptores de ideas,sino, sobre todo,como mencionó Víctor Rojas, porque “son personas importantes en la sociedad, porque aportan de manera valiosa con sus formas de ver el mundo, con sus risas, con sus alegrías, con sus cuentos, con sus juegos”.
En esta ocasión contamos con Samuel Perdomo, un niño de nueve años que nos enseñó, entre otras cosas, cómo el juego propicia la creatividad. En efecto, desde los primeros años de la vida empezamos a desarrollar la capacidad creativa mediante el juego, la indagación, las preguntas y la interacción con los otros, el mundo y la naturaleza. Pero, lastimosamente, ese potencial creativo, va cediendo lugar a la pasividad de la mente adulta. El sistema social y educativo reduce poco a poco esta capacidad hasta el punto de crear seres adultos sumisos y dependientes. Es común encontrarse con adultos que han renunciado a pensar por sí mismos, delegando esa labor a otros y conformándose con aceptar órdenes de todo tipo;pasándose así la vida esperando la voz de un tercero que les diga por dónde es que se debe seguir.
Prueba de ello es la frágil democracia colombiana. A los adultos nos interesa cada vez menos participar de las decisiones que tienen que ver con lo público, con el ordenamiento de la vida en común, con nuestros propios destinos.Y claro, podríamos excusarnos diciendo que la política está corrompida y que no existe un solo político bueno; pero hay que ver de dónde salen los políticos que elegimos, ¿acaso no son de la misma sociedad que construimos todos día a día? Ellos no son más que la consecuencia de un sistema social y educativo que ha relegado la infancia, el juego y la imaginación de su marco global de referencia. Una ciudadanía acrítica, desprovista de toda iniciativa creativa y sin un horizonte ético y político definido, donde el juego genere nuevas y mejores formas de vida, ciertamente no tiene mucho que esperar. Como diría alguna vez el estadista ingles W. Churchill, “cada pueblo tiene a los gobernantes que se merece”.
Pero una actitud fatalista, aparte de ser pasiva, es la que menos le conviene al país. Declinar en la esperanza y la utopía es justamente una característica de la mente adulta que ha suspendido la creatividad, que ha desistido del juego. Ponernos de acuerdo en la búsqueda del bien común pasa por una política que está más allá de la partidista y representativa. Se trata de la política entendida como participación en los asuntos que tienen que ver con la vida, con el cuidado de si, del otro y de lo otro, a través de prácticas creativas, lúdicas y alternativas. Como el caso de Jordi Montero,un niño que con tan sólo siete años creó el proyecto “la casita de soluciones”, buscando ayudar a los de su entorno (familiar, escolar, barrial) de diferentes formas. Jordi y Samuel, así como todos los niños que nos han acompañado durante esta semana, son una clara muestra de que hemos de volver a jugar, a creer, a soñar, a forjar prácticas de ciudadanía creativa, crítica y cuidadosa, capaces de encontrar nuevamente al niño que vivió en nosotros y que nos ha hecho tanta falta.
Conduce Víctor Rojas, Karen Arias y Valkyria Bernal