El primer papa en visitar los Estados Unidos fue San Pablo VI en octubre de 1965; siete veces lo hizo San Juan Pablo II; el papa Benedicto XVI en 2008 y el papa Francisco en 2015.
San Pablo VI se refirió a esa Nación como “un país tan libre, tan fuerte, tan trabajador, tan lleno de maravillas” (4/10/1965). San Juan Pablo II lo elogió igualmente por su libertad y “su buena voluntad de compartir esta libertad con los demás; donde generosidad y hospitalidad no son palabras vanas” (3/10/1979). Al ir al South Bronx, donde residen inmigrantes de colores, razas y pueblos diversos, y una numerosa comunidad de lengua española en Nueva York, dijo que iba allí porque conocía las condiciones difíciles de su existencia, y por eso merecen “una particular atención por parte del Papa”.
Benedicto XVI subrayó el papel tan importante desempeñado en la comunidad internacional por EE.UU. desde hace más de un siglo. Su viaje tuvo como objetivo “la visita a la Iglesia que está en Estados Unidos y como un gesto de fraternidad hacia todas las comunidades eclesiales, y un signo de amistad hacia los miembros de las demás tradiciones religiosas y hacia todos los hombres y mujeres de buena voluntad”.
El papa Francisco dibujó a los EE.UU. como un “país, que ha sido construido en gran parte por familias de inmigrantes”, integrado por “miles de hombres y mujeres que luchan cada día para trabajar honradamente, para llevar el pan a su casa, para ahorrar y –poco a poco– conseguir una vida mejor para los suyos. Que no se resignan solamente a pagar sus impuestos, sino que –con su servicio silencioso– sostienen la convivencia… muchos se jubilan, pero no se retiran; siguen activos construyendo esta tierra (24/09/2015). En esa oportunidad el papa suramericano se alegró “de que Estados Unidos siga siendo para muchos la tierra de los «sueños». Les recordó que ellos “trágicamente, los derechos de cuantos vivieron aquí mucho antes que nosotros no siempre fueron respetados”. Entretanto “miles de personas se ven obligadas a viajar hacia el norte en búsqueda de una vida mejor para sí y para sus seres queridos, en un anhelo de vida con mayores oportunidades. ¿Acaso no es lo que nosotros queremos para nuestros hijos?”, preguntó el papa argentino. “Busquemos para los demás las mismas posibilidades que deseamos para nosotros; queremos oportunidades, brindemos oportunidades. El parámetro que usemos para los demás será el parámetro que el tiempo usará con nosotros”. Años antes San Juan Pablo II había señalado de EE.UU. que “Siempre constituirá una de las gloriosas realidades de esta nación el que los pueblos, al mirar hacia América, recibían, junto con la libertad, una ocasión para su propio progreso”.
Francisco aprovechó para nuevamente solicitar la abolición mundial de la pena de muerte; trabajar por combatir la violencia perpetrada bajo el nombre de una religión y empeñarnos en sostenernos mutuamente, respetando las diferencias y las convicciones de conciencia. Respecto de la pobreza y el hambre en esa Nación dijo que sabe “que gran parte del pueblo norteamericano hoy, como ha sucedido en el pasado, está haciéndole frente a este problema”.