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La felicidad viene en forma de danza

"Bailar cambió radicalmente la forma en la que veía las cosas y la vida en general"

Por: Natalia Mesa Guzmán  

Odair Emilio Guapacha Delgado, es maestro en Arte Danzario, egresado de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas (Facultad de Artes ASAB). Actualmente tiene 25 años y vive en el municipio de Cáqueza, Cundinamarca. Este joven ha pasado gran parte de su vida compartiendo con los niños y dedicándose a la docencia. En 2018 llegó al colegio Santa Rosa de Lima, ubicado en la ciudad de Bogotá, donde sus estudiantes agradecían cada día por tenerlo como maestro, pues a través de la danza fue capaz de cambiar la vida de cada uno de ellos. Sus allegados lo describen como un ser alegre, sensible, amable, gentil, sincero y sobre todo apasionado y entregado fielmente a bailar, lo que ama hacer.         

Alejandra Beltrán, 18 años. Ex – alumna y amiga: Recuerdo con mucho cariño a Odair. Él llegó a ser mi profesor de danzas en el 2018 cuando yo estaba en once. Siento que aprendí muchas cosas a su lado, aprendí a disfrutar cada momento, a apreciarlo y valorarlo. Él es la prueba viviente del “Si se quiere, se puede”, aprendí a ser constante y en parte a ser fuerte y no desfallecer, aprendí a amar las pequeñas cosas, las que te dan los mejores momentos de tu vida. Cuando hablas o interactúas de cualquier manera con él, puedes sentir el amor que tiene por lo que hace y la felicidad que le genera el hecho de bailar. Siempre decía que la gente tiene que hacer lo que realmente le gusta y no pensar en los beneficios económicos que traería hacer otra cosa: si no eres feliz haciendo lo que haces, entonces ahí no es. Lo que siempre se quedará conmigo es la manera como me demostró que la felicidad la encuentras haciendo lo que te gusta.     

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Gracias a Odair y su manera de enseñar logré amar la danza con todo el corazón, bailar cambió radicalmente la forma en la que veía las cosas y la vida en general, me hizo sentir bien conmigo misma. Ahora disfruto cada momento cuando puedo hacerlo, olvido por un instante todo lo que está a mi alrededor sólo por estar ahí, sintiendo cómo mi alma y mi cuerpo gozan cada movimiento. Este arte te hace trascender de alguna manera, no sólo es moverse, sino transmitir, expresar y sentir. Sus comentarios y su apoyo me dieron seguridad, sus palabras me impulsaban a ser alguien mejor.

Él valoró mi talento y me hizo descubrirlo, fue quien me demostró de lo que era capaz y todo lo que podía lograr si me lo proponía. Él muestra la danza como algo tan bonito, reconfortante y admirable, que de la nada me enamoré y se convirtió en lo que más disfruto hacer. Odair es una de las personas que más admiro en este mundo y me hace feliz saber que él también lo es con lo que hace, anda por la vida repartiendo amor y felicidad, que lo hace único frente al resto del mundo.                       

Santiago Espinosa, 18 años. Ex – alumno y amigo: Conozco a Odair hace más de 2 años, fue mi profesor de danzas cuando estaba haciendo mi último año de colegio. Tenerlo a él como maestro fue algo extraño. Por lo general son mujeres que dictan esa materia; sin embargo, fue una de las mejores experiencias que he tenido. Le aprendí muchas cosas y no sólo relacionadas con la danza; gracias a él hoy me tengo más confianza, soy más seguro de mí mismo y de lo que hago. Por su apoyo incondicional y su manera de ser tan especial descubrí un talento casi oculto. Yo no bailaba antes de conocerlo y tampoco había pasado por mi mente hacerlo, pero un día me vio en su clase y me dijo que era bueno, se fijó en lo poco que hacía y con todo el amor y la paciencia del mundo me ayudó a pulir mis pasos y sobre todo, a ser un buen bailarín. Nunca dejó que me rindiera, sus palabras me llenaban de fuerza cuando sentía que no me salía algún paso, siempre estaba ahí diciéndome “Vamos Santi, tú puedes”.

Por otro lado, valoro mucho la manera en la que él me motivó a bailar, me sentía feliz cuando lo hacía. Me enseñó a nunca rendirme, a que siempre que me cayera debía levantarme y mirar hacia adelante. Confió en mí cuando nadie más lo hizo y eso es algo que llevaré siempre en mis más bonitos recuerdos.            
Hay algo curioso y es que cada vez que teníamos una presentación, para mí no eran suficientes los ensayos que hacíamos en el colegio, llegaba a mi casa a practicar y cuando tenía tiempo libre repetía una y mil veces la coreografía para que el día que me tocara bailar todo saliera perfecto. En parte lo hacía por él y por ver su cara de orgullo al verme en el escenario.  

Natalia Mesa, 18 años. Ex – alumna y amiga: Hablar de Odair es como hablar de magia, es una persona que, sin saber cómo, logra cambiar tu vida radicalmente.
Con su voz de mando y mirada intimidante me indispuso el primer día de clase cuando cursaba grado once. Confieso que me cayó un poco mal y no estaba dispuesta a acatar ninguna de las órdenes que había dado, pues me parecía una exageración tener que quitarme los zapatos sólo para no ensuciar el piso de su salón. Fue pasando el tiempo y yo seguía en una tónica un tanto renuente, hasta que un día revisando mi cuaderno encontré una nota que decía “¿Nos vemos el viernes en la escuela de talento?”, con esto me estaba haciendo una invitación a hacer parte de su grupo de bailarines, me causó curiosidad y acepté a pesar de que no teníamos confianza y mucho menos una buena relación. Al estar en su escuela, “Luna Valiente”, logré conocerlo mejor y darme cuenta que en realidad es un ser completamente maravilloso.

Con el pasar del tiempo nos volvimos muy cercanos y nuestra confianza aumentaba cada vez más, manteniendo siempre una relación de maestro y alumna. Solíamos hablar en las horas de almuerzo y extrañamente, era allí donde surgían las conversaciones más profundas. En una de ellas hablamos de cómo sería mi vida si me dedicaba a la danza de manera profesional, sin dudarlo le dije que sería estupendo, pues es lo que más amo hacer. Desde ese día algo cambió dentro de mí y la idea no dejaba de girar en mi cabeza. Días después fuimos a la (ASAB), Academia Superior de Artes de Bogotá en compañía de todos los chicos de la escuela; teníamos preparada una coreografía para celebrar el día internacional de la danza.

Creo que no necesité nada más para saber que quería bailar el resto de mi vida. Ver tanta gente que al igual que yo el algún momento tuvo el sueño de estudiar arte me motivaba a querer hacerlo sin miedo a nada., pero todo se fue al piso cuando le dije a mi familia que quería estudiar Arte Danzario. No recibí el apoyo que esperaba, lo cual me desanimó un montón. Sin embargo, ahí estaba Odair llenándome de halagos y buenos comentarios, recordándome que era buena en lo que hacía, ayudándome a mejorar cada vez más, brindándome lo mejor de sí mismo, y sobre todo, alumbrándome con la luz y la magia de su alma.   

Han pasado casi dos años desde que dejé el colegio y no hay día en que no lo recuerde, hizo tan bien su trabajo como maestro que dejó una huella imborrable en mi mente y en mi corazón. Gracias a él me encontré conmigo misma y descubrí que es lo que me hace realmente feliz. Gran parte de lo que soy ahora se lo debo a sus consejos, sus palabras y sus enseñanzas. Pues no sólo me formó sólo como bailarina sino como persona y es algo que le agradezco cada día de mi vida. Lo quiero, lo respeto y lo admiro por ser tan bueno en lo que hace, enseñar desde el corazón.     


“La danza no es más que el reflejo de lo que nuestro cuerpo convierte en arte”   
– Antonio Gades.




| Nota del editor *

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