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La llamada esperada – primera parte

Por: Juan Sebastián Pacheco Merchán

Aquel día de junio de 2017 todo parecía transcurrir como de costumbre, Elizabeth se hallaba en la sala de su casa, un lugar pequeño pero acogedor sin nada que envidiarle a las mejores casas de la ciudad, allí se respiraba tranquilidad y de fondo se escuchaba una melodía de rock pegajosa que definían un buen momento entre ella y su familia.

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Los cuales, se encontraban almorzando sin ningún sobresalto, de hecho, aún con la música de fondo, este instante estaba inmerso en un ambiente de felicidad y diálogo sobre temas varios. Hasta que… ¡riiin, riiin! El teléfono ubicado en una pequeña mesa sonó por lo menos tres veces.

-Aló, contesto Elizabeth

-Buenas Tardes, ¿Cómo se encuentra? Respondió una suave voz al otro lado del teléfono.

-Bien, gracias.

-El motivo de esta llamada, doña Elizabeth, es para comunicarle que la cirugía que se encontraba pendiente de programación de la señora Barbara Merchán, quedó agendada para el próximo mes. ¿Quisiéramos saber si esta fecha está bien o en que otra fecha se encuentra disponible?

Ello dejó a Elizabeth helada por un momento, su rostro se tornó pálido y en él se podía ver un sinfín de emociones que pasaban por su cabeza, incluso el ambiente de felicidad que se percibía en el lugar desapareció en un abrir y cerrar de ojos, un silencio incómodo invadió la sala. Era la llamada que había esperado por tanto tiempo…

Todo comenzó aproximadamente año y medio atrás, una mañana soleada de febrero, Barbara despertó con cierto dolor en la zona derecha de su cara, por lo cual su reacción fue salir corriendo al baño para observar qué tenía allí, en principio nada parecía fuera de lo normal, pues ante una inspección más a fondo, de lo único que ella se percató fue que tenía una pequeña mancha blanca que sobresalía en una zona roja de su boca.

Un afta, pensó ella, quizás producto de una mordida en días anteriores; motivo por el cual no le siguió prestando atención a aquella molestia que en principio no significaba mayor complicación. 

Barbara, una mujer muy creyente, religiosa, de piel clara, ojos grandes color café, cabello castaño claro a la altura de los hombros, desempleada de unos 57 años, de los cuales por diferentes circunstancias de la vida ha pasado más de 20 al servicio de sus padres, una pareja proveniente del campo boyacense con más de 50 años de matrimonio y 9 hijos.

Sin embargo, esto último no ha hecho que su forma de ser cambie, pues siempre se ha caracterizado por su positivismo y compromiso ante todo lo que realiza, a tal punto que en ciertos momentos de su vida ha preferido el bienestar de quienes la rodean antes que el suyo, inclusive, entre sus sobrinos es conocida como “la tía favorita”.

Los días continuaron su curso normal, ella se encontraba enfocada en las labores del hogar como de costumbre, pero aquel dolor presente en su boca se agudizó y la pequeña afta aumentaba su tamaño, haciendo que le fuera casi imposible ingerir algún alimento sólido.

No obstante, ella, en un acto propio de su forma de ser, intentaba ocultar los síntomas a como diera lugar con tal de no afanar a quienes se encontraban a su alrededor; hasta que dos de sus hermanas comenzaron a notar que su físico cambiaba paulatinamente, ante lo cual y en contra del pensamiento de Bárbara, decidieron pedir una cita médica particular de urgencia.

Pues como ya es costumbre en este país, la única alternativa que tienen aquellas personas desempleadas para tener una asistencia médica es el SISBEN en el que los usuarios pueden pasar meses esperando a que se les asigne una cita de medicina general.

Una vez tomada la decisión de acudir a una cita particular, los primeros diagnósticos no arrojaron nada anormal, el médico de turno dio un parte de tranquilidad a Barbara y a sus hermanas explicando que ello, en su concepto, se debía más a una patología que tenía que ser tratada por un odontólogo. Los días trascurrieron y los dolores se hacían cada vez más evidentes y agudos, las noches para Barbara se habían convertido en una tortura, no podía conciliar el sueño, daba vueltas durante toda la madrugada, sentía que la piel de su cara se quemaba.

Finalmente, con tanto padecimiento, llegó el momento de acudir a la cita odontológica que le habían recomendado, la salud de Bárbara ya se encontraba bastante deteriorada, producto del dolor, la angustia y la falta de una buena alimentación, entre otras cosas. Así que para este crucial momento estaría acompañada por su hermana Elizabeth.

Ya en el pequeño centro médico, el momento previo a la consulta fue extraño para ellas, prácticamente no mediaron palabra alguna, la tensión en el lugar era cada vez más evidente. Hasta que al final del pasillo una puerta se abrió, de allí una joven doctora salió y con fuerte grito dijo “Barbara Paulina Merchan, siga por favor”. En ese momento Barbara y su hermana se miraron con una complicidad que reflejaba el cariño que se tienen y que todo estaría bien al finalizar la cita.

Ya adentro, el consultorio era un lugar pequeño, en su mayoría blanco, bastante iluminado, con dos ventanas que se encontraban abiertas por las cuales pasaba una pequeña brisa, en las paredes sobresalían los diplomas de la profesional, así como uno que otro cartel que invitaba a los pacientes a tener mejores cuidados en cuanto a salud bucal se refiere.

También se hallaba un pequeño escritorio, junto con dos sillas de espera y la típica de odontología. Una vez la doctora realizó las preguntas de rigor a su paciente tales como su nombre completo, edad, motivo de la consulta, etc., la invitó a que se sentara en la silla para examinarla a profundidad.

De un pequeño mueble la especialista sacó los utensilios, los puso sobre la mesa y dijo:

-Doña Barbara, por favor abra su boca.

– ¡Aghhhh! ¡Aghhhh! Exclamó la paciente.

– Bueno, la lesión tiene mayor complicación, parece que es un absceso bucal, determinó la doctora mientras con un pequeño espejo continuaba examinándola.

– De hecho, le recetaré algunos medicamentos para que la inflamación baje y la infección desaparezca.

Mientras la doctora escribía la fórmula médica, la mirada en Barbara cambió, ya no tenía preocupación alguna, una pequeña sonrisa se dibujó en su boca, pues aquel sufrimiento que la tenía en vilo parecía concluir; el problema surgió cuando, por otra parte, su hermana no parecía sentir lo mismo, algo le preocupaba a Elizabeth, quien preguntó en repetidas ocasiones si realmente esos medicamentos funcionarían y qué si no lo hacían ¿que seguía?

| Nota del editor *

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