Escucha nuestras emisoras: 🔊 AUDIO EN VIVO |

Escucha nuestras emisoras: 🔈 BOGOTÁ 1430 AM | 🔈 CUNDINAMARCA 1580 AM | 🔈 TOLIMA 870 AM | 🔈 SOACHA | 🔈 NEIVA | 🔈 SOLO MÚSICA

Líderes sociales tras la mira: un análisis antropológico

El adjetivo ‘’sistemático’’, aplicado para el asesinato de líderes sociales, quiere dar paso al entendimiento de una acción destructiva que se planea premeditadamente y dirigido al éxito del daño sin error alguno. El asesinato sistemático de estos baluartes de la sociedad es un fenómeno que tiene diferentes aristas para ser analizado, y una de ellas es la antropológica.

Por Julián León 

En entrevista para DATÉATE estuvo la antropóloga Betty Martínez, quien develó algunas conceptualizaciones teóricas sobre el asesinato de líderes sociales, desde el espacio analítico que su profesión le brinda. Diálogo que estructura el escenario del horror desde el punto clave de la teoría.

- Patrocinado -

¿Quién es un líder social y qué hace para merecer dicho título?

Betty Martínez: “Un líder social es una persona que emerge de un contexto identitario compartido, y, por tanto, participa de las mismas características socioculturales de su comunidad de pertenencia. Es un personaje apto para generar procesos de convocatoria social frente a un horizonte de sentido compartido, ya sea alrededor de proyectos comunes de cambio o de reivindicaciones sociales. La figura de liderazgo implica unas características personales destacadas que comuniquen confianza, seguridad y sensibilidad frente a aquellos que depositan en él sus expectativas, idearios y preocupaciones, y funge como vocero y defensor de las personas que le eligen tácita o implícitamente como su representante”.

Se dice frecuentemente que los líderes sociales construyen tejido social, ¿qué es eso del tejido social y de qué sirve en nuestras sociedades?

BM: “Se denomina tejido social a la configuración de colectivos humanos constituidos por vínculos de cooperación, de interdependencia, parentesco y afectividad. El ideal de la vida social consistiría en lograr que un grupo humano, gracias a procesos comunicativos eficaces, pueda considerarse un tejido social. Los individuos pertenecientes a estas formas sociales compactas deberán ser participativos, equitativos, colaborativos y tener la capacidad de generar redes de apoyo mutuo que garanticen la reproducción de la formación social y el bienestar de todos sus miembros. La pérdida del sentido de lo colectivo por la ruptura de las matrices sociales que lo cohesionan, debilita la capacidad de resistencia de los colectivos humanos, generalmente minoritarios, y atomiza las subjetividades dejando vulnerables a los individuos frente a las amenazas e inequidades de las estructuras hegemónicas de la sociedad”.

¿Cómo interpretar el liderazgo de estas personas desde la antropología?

BM: “El liderazgo es un fenómeno humano que ha estado presente a lo largo de la historia de nuestra especie, haciendo posible su supervivencia, a pesar de las innumerables adversidades a las que se tuvo y tiene que enfrentar. Es imposible que esos pequeños grupos humanos –bandas humanas- pudieran afrontar las enormes dificultades de su adaptación a los entornos naturales y sociales, sin contar con una figura convocante, que oriente, apoye y logre interpretar el contexto con eficacia y eficiencia. Esto es una necesidad humana que ha prevalecido porque, aunque las condiciones se han transformado sustancialmente, las necesidades e ideales humanos son los mismos”.

Antropológicamente, ¿cómo se debe analizar el asesinato de líderes sociales en nuestro contexto?

BM: “Desde la firma de los acuerdos de paz en 2016 han sido asesinados en el país más de 300 líderes sociales, este año van más de 120 asesinatos de este tipo en Colombia, según el Periódico El Tiempo que tiene como fuente Indepaz, Marcha Patriótica y Cumbre de Paz. Estas escalofriantes cifras, deben ser para todos inadmisibles. No importa tu nivel de formación académica o tu campo de conocimiento, es una tragedia social que debe llamar a tomar acciones inmediatas para frenar estos acontecimientos que se convierten en efecto en una vergüenza nacional. Si bien, el asesinato de todo ser humano es un mensaje de alerta a la sociedad por las fracturas morales que esto conlleva, la desaparición y el asesinato selectivo en este caso de personajes fundamentales para el orden social representa la vulneración sistemática de los derechos humanos, no solamente de una persona sino de todo un colectivo y de la sociedad general en la que se encuentra contenido, dejando en estado de indefensión a grupos humanos compuestos por todos los niveles etarios, que ven fracturada la consistencia de su mundo. En general, corresponden a poblaciones que afrontan condiciones problemáticas y conflictivas y donde el común denominador es la falta de presencia del Estado”.

Jesús Martín Barbero habla de tres niveles característicos de la cultura: las pautas, los patrones y las matrices, ¿se podría catalogar el asesinato sistemático de líderes como un patrón cultural nuestro? ¿Qué efectos tiene dicho fenómeno en matrices como la política y la educación?

BM: “Un patrón cultural es un constructo mental que se aprende a través de actos de enculturación (aprehensión de la cultura). Se establece como un conjunto de percepciones, normas, creencias e imaginarios que tienen la característica de ser compartidos por grupos humanos que han sido comunicados de formas semejantes y a través de prácticas sociales recurrentes. No obstante, aunque se pudiera considerar que en ocasiones conductas agresivas o violentas pudieran corresponder a aprendizajes culturales, no es posible inferir que el asesinato de líderes sociales o de persona alguna obedezca a patrones culturales en sentido estricto. Los asesinatos sistemáticos, cuando no se relacionan con problemas mentales específicos, tienen que ver con distorsionados ejercicios del poder para silenciar y manipular las emociones como el miedo para la obtención de objetivos particulares de sectores con intereses determinados a través de la desestabilización de grupos humanos, a los cuales se les inflige el aniquilamiento de sus principales baluartes de resistencia. Los efectos producidos en el conjunto de la sociedad son múltiples y devastadores. Por ejemplo, la ruptura de los vínculos sociales y de las posibilidades de comunicación, el silenciamiento y la incapacidad para la participación social y la denuncia”.

¿Se podría decir que el silenciamiento de esas voces líderes obedece a una especificidad cultural nuestra?

BM: “Considero que en este fenómeno existen distintos niveles. Una dimensión es una incapacidad cultural aprendida para la generación de vínculos comunicativos, acompañada de una tendencia a la radicalidad frente al descenso y la ausencia de sentido de alteridad por experiencias colectivas negativas y procesos socio históricos de modulación de la subjetividad en un contexto social; y otra muy distinta, es el exterminio sistemático de vidas humanas como forma de control y manipulación dentro de un mismo contexto cultural. Esto último es una fractura de los más importantes parámetros morales y éticos, que son el basamento de los sentidos de pertenencia y la identidad cultural compartida”.

¿Qué relación guarda este tipo de asesinato selectivo con los nulos o pocos circuitos comunicativos dentro de una comunidad?

BM: “Como lo mencioné anteriormente, el silenciamiento producido por el temor y la intimidación es un factor determinante en la pérdida del tejido social. Es el más extremo acto del ejercicio de la violencia que atomiza los vínculos sociales y las capacidades de generar sentido colectivo, fuerza suprema de los grupos humanos frente a las amenazas externas. La ruptura de los flujos comunicativos deja en el mayor estado de indefensión y desorientación a los grupos humanos, vulnerables a todo tipo de ataques, hasta tanto pueda convocarse alrededor de un nuevo liderazgo, esto requiere tiempo”.

Mucho se ha hablado de la política del silencio; aquella en la que está prohibido levantarse contra un orden estipulado y mucho más tender puentes entre individuos y brindar direccionamiento, ¿cómo entiende usted esta política en el contexto colombiano y qué soluciones se podrían presentar para erradicarla?

BM: “La violencia en Colombia y la práctica del silenciamiento – su componente más crudo, históricamente ejercido en el país a lo largo de su historia-, es un fenómeno multifactorial que implica una conjunción de determinantes relacionados con la educación, las formas políticas y la construcción de los mundos simbólicos que de ello se deriva. La dificultad para aceptar las diferencias, generar diálogos constructivos y aceptar la mediación de otros es una dinámica que la cultura ha dejado deteriorar a lo largo del tiempo. Las soluciones puntuales no se podrían determinar en corto tiempo, amerita un gran movimiento social de restauración, un cambio de mentalidad generalizada que lleve a la conciencia de ¿“Qué” tipo de sociedad le vamos a dejar a las siguientes generaciones? Preguntarnos y resolver ¿“Qué” hacemos a diario respecto al respeto por el otro y sus derechos, desde nuestro quehacer y desde nuestra interacción? Pero, además, debemos convocarnos masivamente en contra de la muerte, la violencia y el exterminio. Sentar un precedente de resistencia activa ante la tragedia que sucede diariamente ante nuestros ojos y que nos deja pasivos, infortunadamente”.

¿Qué papel juegan los medios de comunicación en contextos donde se presenta este fenómeno sistemático?

BM: “Esta pregunta se la derivo a los encargados del fenómeno mediático. Yo me pregunto si la formación en este campo está haciendo énfasis de forma contundente en el carácter pedagógico de su epistemología, en un país con tal necesidad de amplificación de las narrativas que resignifiquen el orden social y construyan un pensamiento crítico y ético. ¿Cuáles son los valores supremos que orientan y rigen la deontología disciplinar y cómo se están haciendo efectivos en la cultura?”

¿Por qué una práctica insana como ésta se suele naturalizar? ¿Qué factores influyen en esa normalización del fenómeno?

BM: “Considero que no es posible su naturalización. Suele suceder que en contextos sociales golpeados por procesos de extrema violencia y de larga data, se suscita un fenómeno de estatismo psicológico, resultante de la parálisis que produce la ruptura valorativa que implican estos actos de vulneración moral. Si al llamarlo naturalización queremos decir indiferencia, contundentemente debo decir que no es así. Al contrario, estos actos repetitivos son una dinámica de deterioro permanente de las matrices culturales que debemos detener de forma apremiante, cuanto antes, si realmente pensamos en una transformación social que nos lleve al rescate de los mínimos marcos axiológicos que nos restaure como sociedad para el futuro”.

| Nota del editor *

Si usted tiene algo para decir sobre esta publicación, escriba un correo a: radio@uniminuto.edu

Otros contenidos

Contenidos populares