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Los sacrificios que se hacen no se olvidan ni después de abandonar el mundo

Al llegar a la ciudad se enfrentó a dificultades laborales y económicas, siempre con la frente en alto y dispuesta a dar la vida por los 3 hijos que tuvo con el hombre que la abandonara.

Por: Catalina Sierra Echeverry

María Teresa Martínez fue una mujer trabajadora y soñadora. Nació el 23 de diciembre de 1950 en El Socorro Santander, lugar que la vio crecer hasta la edadnde 17 años en el seno de una familia humilde. De sus 7 hermanos era una de las mayores. Debido a que la situación económica no estaba muy bien, trabajaba en diferentes oficios como ordeñando en fincas, haciendo oficio, lavando ropa, etc.

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A esa edad un niño anhela jugar, estudiar, compartir con su familia y amigos, pero María Teresa no corrió con esa suerte.


No pudo terminar sus estudios, solo logró estudiar hasta quinto de primaria. Meses después de haber cumplido 17 años decidió marcharse del pueblo, porque tenía problemas con su papá, que era violento, y además no había oportunidades laborales, por eso, junto con una amiga viajó a Bogotá.

Al llegar a la ciudad se enfrentó a dificultades laborales y económicas, siempre con la frente en alto y dispuesta a dar la vida por los 3 hijos que tuvo con el hombre que la abandonara. Pasaron los años y nunca volvió a Santander, su familia no supo de ella, se había ido dejando un vacío en sus vidas. El 21 de septiembre de 1997 María sufrió un ataque cardiorrespiratorio y perdió la vida, provocando tristeza en sus hijos y amigos cercanos. Su familia en El Socorro Santander se enteró de su muerte 20 años después, una noticia devastadora debido a que le tenían mucho cariño.

Diana Marcela Sierra Martínez: hija
El 21 de septiembre de 1997 transcurría como cualquier día normal, yo tenía 17 años, mi hermano Oscar 23 y mi hermano mayor Fernando tenía 24, ese día me encontraba estudiando; aproximadamente a las 7 de la noche recibimos una llamada que nos cambiaría la vida para siempre, nos dijeron que mi mamá había tenido un ataque cardiorrespiratorio que le había costado la vida; no lo podíamos creer, estábamos en shock, la mujer que nos había dado la vida, por la que nosotros salíamos adelante ya no estaba. Entré en una gran tristeza, no quería seguir con mis planes, pero gracias a mis dos hermanos luché y traté de dar el cien por ciento para continuar, no fue fácil pero su apoyo fue incondicional, mi madre siempre estará en mi corazón y mis recuerdos de ella son los mejores.

Recuerdo que ella me contaba, que cuando era joven su madre de cuarenta años los abandonó porque se enamoró de un inquilino, un muchacho de veinte años, esto fue en la finca donde vivían, dejando a todos sus hijos con su papá; era una época de mucho machismo y debido a eso el papá empezó a beber exageradamente, por lo que mi madre, junto a sus hermanos crecieron solos, pasando por muchas necesidades. Con el pasar del tiempo, ella cansada de esa situación y de que no hubiese trabajo, decide marcharse para Bogotá con una amiga a vivir en un barrio llamado Cundinamarca; empezó a trabajar en varios oficios: trabajaba en casas haciendo oficio, lavando, cuidando niños, ganándose así, poco a poco la vida.

En ese camino conoció a mi papá, Ciro Sierra, que la dejó embarazada de Fernando, luego de Oscar y finalmente de mí. Después de un tiempo nos mudamos al barrio El Socorro, en el sur de la ciudad, donde vivimos muchos años y donde afortunadamente encontramos una familia que nos acogió, nos enseñó y nos cuidó mientras que mi mamá trabajaba. Allí tenemos recuerdos maravillosos con nuestra madre. Ella siempre trabajó en oficios varios; recuerdo que trabajó para unos chilenos, era una pareja con 2 niñas: ella me llevaba y mientras trabajaba yo jugaba con las niñas; también recuerdo que trabajó para unos pastusos, una familia adinerada que dichosamente nos quiso mucho.

Después de tantos años duros de trabajo como empleada, cuidadora de niños, etc. Un amigo cercano le ayudó a entrar al Club Deportivo Choquenzá, en el norte de Bogotá; allí tomó un respiro, ya tenía un sueldo fijo, y la estabilidad económica mejoraba. Mis hermanos empezaron a trabajar y le ayudaban con los pagos de la casa. Gracias a Dios por la época cuando ella murió nos encontrábamos bien económicamente y todo era muy tranquilo.

Oscar Mauricio Sierra Martínez: hijo
Mi madre fue mi apoyo incondicional: quería lo mejor para mí; recuerdo que me contaba que cuando se vino para Bogotá, le tocó muy duro debido a que no tuvo mucha educación, alcanzó a estudiar hasta quinto de primaria, y debido a eso tenía que decirle sí a todo lo que le saliera, primero trabajó en una cafetería, después lavando ropa, hasta que después de muchos años consiguió un buen puesto. Mi papá le dio muy mala vida, porque él tenía otra familia, le fue muy mal con él, prácticamente fue madre soltera.


Tuvo un carácter fuerte, nos daba duro; pero gracias a eso fuimos personas de bien, juiciosos y trabajadores; ella solía decirle a la muerte “colgar los guayos”, así como cuando los jugadores de fútbol deciden retirarse. Me decía: “cuando yo me muera no tendrá quién le haga las cosas, tiene que aprender a valerse por sí mismo”. Sonará fuerte, pero es algo que hoy en día le agradezco, supe cuidar de mí y de mis hermanos. En esas últimas semanas, antes de que ella muriera, solíamos pelear mucho, no le gustaba que tomara, se preocupaba mucho por nosotros, sin embargo, yo era muy juicioso, trabajaba de domingo a domingo y estudiaba en las noches para ayudarle con las cosas de la casa.


Su muerte me dio muy duro: empecé a beber mucho, lloraba y no podía creerlo, gracias a Dios tenía una novia que hoy en día es la madre de mis dos hijos, que me ayudó a salir adelante; ayudé a mi hermana a seguir adelante, la motivé a continuar estudiando porque eso hubiera querido mi madre.

Diana Rico: Familiar de El Socorro Santander
Yo conocí a Teresa cuando tenía 12 años: era una mujer trabajadora y alegre; además era obediente. Solíamos trabajar en las temporadas de recolección de café desde muy temprano para ganarnos un dinero extra, y llevar un poco de comida a la casa. Ella se fue a Bogotá con una amiga para alcanzar mejores oportunidades. Después de un tiempo la llamé porque una de sus hermanas se había enfermado, volvió, pero desafortunadamente después de ese día, nunca más regresó.


Nos causó mucha tristeza, porque desde que se fue a Bogotá, nunca se comunicó con nosotros; sentíamos que se había ido enojada, pero no sabíamos por qué. Enterarnos de su muerte tantos años después y conocer a sus hijos, que eran personas hechas y derechas, fue muy doloroso.


Fue enterrada en Bogotá, pero quisimos que estuviera en el pueblo que la vio nacer: hablamos con sus hijos para pedirles que trajeran las cenizas hasta acá, ellos aceptaron. El día cuando llegó, estábamos todos sus familiares y amigos reunidos, recordando y contando historias. Fue desgarrador despedirse de una caja con sus cenizas y no haberla visto en todo ese tiempo. Sus hijos, amigos y familiares la tendrán presente en sus corazones, recordando cada acción y enseñanza buena que les dejó.

| Nota del editor *

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