Por: Luna Vargas Montero. 4.º semestre
Bogotá, la capital del país, no es ajena a esta problemática, donde cientos de menores de edad sufren en silencio abusos que marcan su vida para siempre. A pesar de los esfuerzos por erradicar la violencia de género, las estadísticas siguen siendo alarmantes, y las víctimas continúan siendo invisibilizadas, especialmente en el caso de las más jóvenes.
¿En qué edades se concentran los casos de violencia sexual en Bogotá?
Según los últimos informes del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (INMLCF), en Bogotá la mayoría de las víctimas de violencia sexual son mujeres jóvenes. De acuerdo con el informe del Observatorio de Violencia de Género de la Alcaldía de Bogotá, aproximadamente el 51% de las víctimas de abuso sexual tienen entre 10 y 19 años, lo que refleja una alta vulnerabilidad de las adolescentes. Este fenómeno se repite a nivel nacional, pero en la capital se observa una concentración significativa debido a la alta densidad poblacional y a la complejidad social y cultural del entorno urbano.
Según la psicóloga Mayra Alejandra Cepeda Vargas los factores más recurrentes son:
Niñas (10-12) años
El victimario más común en esta etapa son familiares o personas cercanas a la familia, el contexto socioeconómico en un entorno de pobreza y la comercialización de niñas es muy común, asimismo, como la normalización de cualquier tipo de violencia. Un tema 100% distrital es la desinformación de derechos y salud sexual que evidentemente no es brindada a las niñas desde una temprana edad.
Preadolescentes (12-14) años
La desinformación sobre la sexualidad y la exploración sexual que indudablemente no está acompañada de una buena educación marcan un antes y un después ¿Por qué? Las relaciones de poder se hacen presentes, como la manipulación que juega un papel muy importante; está presente la violencia sexual porque no hay consentimiento por parte de la menor, la conocida “prueba de amor” (sexo consentido bajo la manipulación) es un claro ejemplo de aprovechamiento por parte el victimario.
Adolescentes (14-17) años
La ley 1098 de 2006 comúnmente conocida como el Código de Infancia y Adolescencia es un arma de doble filo al estipular que las adolescentes pueden tener autonomía sexual cuando realmente no tienen el suficiente conocimiento; un ejemplo de esto son los matrimonios entre adolescentes y señores de edades avanzadas, esto es una muestra de abuso de poder, pero también se encuentra la otra cara de la moneda que es la percepción de autoesquemas y juega un papel determinante, pues las adolescentes empiezan a cuestionarse ¿cómo me veo?, ¿cómo me siento? y ¿cómo actúo?, desarrollando el acto de la sexualización y la cosificación para obtener validación emocional sin tener la claridad de que es un acto de violencia sexual hacia sí mismas.
Jóvenes (17-19) años
El factor socioeconómico, el ofrecimiento laboral (de carácter sexual), las relaciones de pareja y la cultura son los factores más fuertes dentro de las jóvenes que han vivido un caso de violencia sexual ¿Por qué? Al desarrollar una relación sentimental culturalmente en Colombia el hombre es el que provee la parte económica, lo que evidencia la relación de poder si la joven no tiene un buen nivel socioeconómico y, por otra parte, el ofrecimiento laboral “obtener dinero fácil” a cambió de su cuerpo.
Para concientizar y contextualizar sobre la violencia sexual tenemos el testimonio de Laura, adolescente de 14 años, quien vivió su primer caso de violencia sexual desde una temprana edad, nos comparte su historia: “La primera fue cuando yo tenía como 11 o 12 era el marido de la señora de la casa en la que vivía, antes intentó propasarse con mi mamá, pero no lo logró, así que comenzó a mirarme por la ventana cada tarde cuando llegaba del colegio. Así estuvo por varios meses hasta que un día estaba esperándome en la puerta, me saludó y comenzó a decirme que era una niña muy hermosa intentó besarme, pero cuando me negué, me dijo que no podía contarle a mi mamá o si no nos echaba del apartamento; me dio mucho miedo y desde ahí empecé a ignorarlo”. Aquí retomamos la información dada por la psicóloga, la que refiere a un caso de abuso de poder.
La psicóloga Cepeda Vargas, para ampliar la explicación, nos recuerda que hay variedad o tipos de violencias a las que son sometidas este grupo de jóvenes y mujeres: abuso sexual: penetración no consensuada; tocamientos indebidos: contactos físicos de carácter sexual sin el consentimiento de la persona; hostigamiento o asalto sexual: toda acción donde se obliga a la persona a participar (piropos, manosear); y explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes.
La magnitud del problema
De acuerdo con el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Colombia, en 2023 se registraron más de 18,000 denuncias por delitos sexuales en el país, y una proporción significativa de estas víctimas fueron menores de edad. De ese total, aproximadamente el 80% fueron niñas, adolescentes y jóvenes mujeres, lo que refleja una alarmante vulnerabilidad en este grupo poblacional.
En Bogotá, la situación es igualmente preocupante. Según la Secretaría Distrital de Salud, en 2022 se atendieron más de 1,500 casos de violencia sexual en menores de edad, un promedio de cuatro casos diarios, lo que pone a la ciudad como uno de los focos principales de esta problemática en el país; sin embargo, la violencia también afecta a niñas mucho más pequeñas, incluso menores de 5 años.
Causas y factores de riesgo
La violencia sexual contra menores no es un fenómeno aislado, sino el reflejo de una serie de factores estructurales y culturales que afectan a las niñas y jóvenes en la sociedad colombiana. El Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad ha señalado que la persistente desigualdad de género, la normalización de la violencia en algunos sectores de la sociedad y la falta de acceso a una educación integral sobre derechos sexuales y reproductivos, son algunos de los factores clave que facilitan la violencia sexual.
Además, el acceso limitado a servicios de atención y apoyo a las víctimas, sumado al temor a la denuncia por parte de las familias y el estigma social, contribuyen a que muchas agresiones queden en la impunidad. Según el Observatorio de Violencia de Bogotá, solo el 20% de las víctimas de violencia sexual en la ciudad llegan a denunciar los hechos, debido a factores como el miedo a represalias, la falta de confianza en las autoridades y el desconocimiento de los mecanismos de apoyo.
El papel del Estado: avances y desafíos
A nivel gubernamental, Colombia ha dado importantes pasos para combatir la violencia sexual. El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) tiene programas dirigidos a la protección de menores en situación de vulnerabilidad, y la Ley 1257 de 2008, que promueve una vida libre de violencia para las mujeres, establece políticas para prevenir y sancionar la violencia sexual. Sin embargo, los avances siguen siendo insuficientes frente a la magnitud del problema.
El Ministerio de Justicia y del Derecho ha implementado, por ejemplo, la Ruta Integral de Atención a Víctimas de Violencia Sexual, un mecanismo que busca garantizar la atención, protección y justicia para las víctimas. No obstante, el Observatorio de Violencia Sexual en Bogotá señala que la implementación efectiva de estas rutas es desigual, y en muchas ocasiones, según la psicóloga Vargas “las víctimas se enfrentan a barreras burocráticas que retrasan la atención inmediata”; como se lee en el testimonio de Laura: “mi mamá también había pasado por abusos antes, pero aun así no hizo nada, solamente se lo comentó a mi familia y ya no quedó más, no hizo más” el miedo constante a ser juzgadas sigue siendo un factor de problema, el no informar este tipo de casos puede afectar gravemente a la mujer víctima, pero viéndolo desde otra perspectiva si el Estado no mejora el manejo de estos casos y siguen siendo archivados, el avance no será significativo.
La necesidad de la prevención y educación
Uno de los mayores retos sigue siendo la prevención. Aunque existen programas de educación sexual en las escuelas, muchos de ellos son superficiales o no llegan a los sectores más vulnerables. Paola Rodríguez, coordinadora de programas educativos en la ONG Red Nacional de Mujeres, destaca que “el verdadero cambio solo se logrará cuando se alcance una educación integral, que no solo hable de los riesgos, sino que empodere a las niñas y jóvenes para que reconozcan sus derechos y sepan cómo defenderlos”.
La educación sexual, la promoción de la cultura de la no violencia y el fortalecimiento de los mecanismos de denuncia son herramientas clave para erradicar la violencia sexual en la juventud. Organizaciones como Casa de la Mujer y Corporación Sisma Mujer están trabajando en Bogotá para empoderar a las niñas y jóvenes, y brindarles espacios seguros para hablar de sus experiencias y recibir apoyo. “Tuve un novio que estaba en grado décimo, él me manipulado literalmente, me decía que, si iba a quererme, que él sí podía amarme, cuando en realidad solamente quería utilizarme, me metía los dedos por abajo y por arriba en los baños del colegio y me decía tranquila, está bien, tú también puedes hacerlo y así estuvimos un mes”, recuerda Laura. Por esto la importancia sobre la prevención, la educación y los derechos sexuales desde una edad temprana.
“Yo era una niña inofensiva, no sabía del mundo, no tuvieron la razón de hacer lo que hicieron conmigo, ni con otras, porque estoy segura de que no fui la única, ni la primera, ni la última”, sentencia Laura