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Música al borde de la muerte

“El señor se encuentra en estado crítico” les dijeron a los acompañantes de Mauricio después de semanas agonizantes en el Hospital de Engativá.

Por: Tatiana Cuesta Vergel y Diego Guzmán Aragón

Mauricio Valderrama es un celador de tez morena, contextura delgada y estatura baja. Sus vecinos lo reconocen por ser honesto, trabajador, amable y responsable; el día 30 de agosto llegó a las 6:00 de la tarde para tomar su turno en un conjunto residencial en Engativá sin saber que sería el protagonista de un desmedido ataque. Él se encontraba en la portería prestando su servicio como todos los días, pues esto era lo que llevaba haciendo durante aproximadamente 8 meses.

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Cerca de las 8 de la noche se encontraba haciendo la ronda de vigilancia en cada torre, fue así como se dio cuenta de que esa noche habría una reunión en el O 301; Volvió a la portería a tomarse un tinto oscuro como de costumbre. Se dieron las 10 de la noche y esta vez su compañero Carlos debía hacer la misma ronda, mientras que en la portería fue Mauricio el que recibió una llamada de una vecina que decía:

— Buenas noches, ¿don Mauricio?

— Sí señora ¿cuénteme?

—Lo que pasa es que acá al lado de mi apartamento está este señor Alberto haciendo demasiado ruido y no me deja dormir. ¿Podría sumercé amablemente venir y pedirles que le bajen un poco?  

— No se preocupe mi seño, deme 5

Al colgar el teléfono, llamó a Carlos para pedirle el favor que si de pasada les decía que le bajaran a la música << listo, copiado>> le respondió. Se dirigió a la torre O y subió al tercer piso, tocó el timbre y le abrió la señora Milena, esposa de Alberto, con una expresión de fastidio en su cara. Carlos respetuosamente le pidió el favor de no incomodar a los vecinos con el ruido y se regresó a donde estaba Mauricio. Mientras tanto en el apartamento de Alberto y Milena hicieron caso omiso.

Fueron alrededor de cinco personas las que esa noche llamaron para quejarse, siendo las 12:06 de la noche Mauricio decidió ir él directamente a pedirles que le bajaran a su música y esta fue una de las peores decisiones que pudo tomar en ese instante. Caminó alrededor de 1:48 segundos para llegar a la torre O, subió los 42 escalones en menos de un minuto hasta el tercer piso, tocó la puerta tres veces hasta casi tumbarla por no obtener respuesta; pasaron aproximadamente 5 minutos hasta que abrieron la puerta. Todo borracho, aunque turbio, habla claro; como fue el caso de la señora Milena que ya se encontraba en un estado de embriaguez bastante alto a lo que dijo “¡¿Y USTED QUÉ QUIERE HIJUEPUTA, DÉJENOS EN PAZ?!”.

Mauricio perdido por la actitud grosera, alzó su voz y decidió pedirle el favor de bajarle al equipo de sonido, en menos de 5 segundos sale Alberto despelucado y totalmente descontrolado, parecía que se lo iba a llevar el mismísimo diablo.

—¿Quién hijueputas se cree usted para venir a mi casa a hablarle así a mi mujer?

—Señor Alberto cálmese, sólo les estoy pidiendo el favor de que le bajen.

— Yo no tengo por qué rendirle cuentas de lo que hago en mi casa ¡lárguese! 

— Voy a llamar a la policía, colabore.

— Vaya que le colabore su madre.

En ese instante Alberto llamó al primo y le dijo que le pasara el cuchillo, Marcos cogió uno de los más grandes para él y uno mediano para Alberto; en un segundo la vida cambió para muchos, pues el celador (Mauricio) debía salvaguardar su vida y la de los residentes del conjunto, mientras era perseguido por los dos hombres armados, a la vez que Milena y Sara intentaban detenerlos.

— ¡Auxilio! esta gente está loca, ¡me quieren matar!

— Eso le pasa por sapo, quien lo manda venir a joder a mi casa

Teniendo en cuenta que entre torres hay demasiado eco, los vecinos cercanos alcanzaron a escuchar el alboroto y simplemente observaron sin hacer nada, unos salieron en pijama para observar mejor; mientras que por los pasillos Alberto y Marcos le daban puñaladas descontroladas al celador.

Para Mauricio este suplicio se le hizo eterno; él sentía que verdaderamente iba a morir a manos de estas viles personas, pasados 2 largos minutos de estar tirado en el suelo, derramando sangre y agonizando en el parqueadero mientras que más de 40 personas lo observaban, Milena y su cuñada pudieron calmar a estos dos hombres y hacer que volvieran a su casa como si nada hubiese pasado. Aquel celador herido con las pocas fuerzas que le quedaban intentó arrastrarse hasta llegar a la portería, cuando sus compañeros lo vieron se alarmaron mucho y llamaron una ambulancia. Esta llegó aproximadamente 15 minutos después y subieron rápidamente a Mauricio para trasladarlo al hospital más cercano. 

Rosalba, caracterizada por su temperamento fuerte y su metro con cincuenta y cinco, fue una de las que observó a los agresores y la única que decidió llamar a las autoridades. Ella recuerda todo lo sucedido aquella noche en los pasillos de su conjunto. “Gritaban como locos, parecía una película de terror” dijo Rosalba con una cara de angustia.

 El día 5 de septiembre llegaron policías con una orden de captura hacia el señor Alberto y sus acompañantes por intento de homicidio y complicidad, todo esto debido a aquella llamada de la señora Rosalba.

Durante aproximadamente una semana no hubo muchas novedades sobre aquel incidente con el celador y sus agresores. Los habitantes del conjunto residencial empezaron a especular sobre el tema; algunos decían que aquel celador había muerto, otros que se les hacía inaceptable la falta de justicia y seriedad dentro del conjunto por parte de las autoridades. Hasta que por fin un día la administración decidió hacer una junta con todos los representantes de cada torre y contaron cuáles iban a ser las medidas que se tomarían.

A partir de ese día el apartamento O 301 quedó vacío por la decisión de la administración; y el silencio acompañado del rencor que hubo, llegó a su máximo alcance pues trascendió entre los pasillos y residentes del conjunto tras generar pánico e inseguridad.

En definitiva, el daño causado por la ingesta de bebidas alcohólicas supera la salud física y mental del bebedor, poniendo en riesgo a terceros. La evidencia a este respecto es extremadamente extensa. Si bien beber no es una causa suficiente o necesaria de violencia, es necesario reconocer la conexión entre ambos, concientizar sobre los efectos del alcohol y formular políticas públicas que permitan la reducción de su consumo.

¨*Todos los nombres de esta crónica han sido cambiados por la seguridad de cada uno de los personajes que en esta aparecen.

| Nota del editor *

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