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No es delito no querer más Transmilenio

Por: Germán Andrés Vargas Castelblanco

Cerca de 2.5 millones de pasajeros al día usan en Bogotá el sistema Transmilenio, o al menos esa era la cifra antes de la cuarentena. La pregunta es: ¿en qué condiciones son transportados los usuarios? Sabemos la respuesta: en condiciones precarias como hacinamiento y la inadecuada programación en la frecuencia de las rutas, etc. Muchas personas usan este sistema por obligación, porque no tienen otra alternativa de transporte, cosa que no debería pasar en una ciudad como Bogotá. Ciudades capitales de América Latina como Ciudad de México ofrecen un sistema de transporte multimodal, con el metro subterráneo como columna vertebral de la
movilidad, que funciona desde septiembre de 1969 y que hoy cuenta con 12 líneas y cerca de 225 kilómetros de recorrido.

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Volviendo a Bogotá, desafortunadamente acá no contamos con un sistema de metro, y quién sabe cuándo esté en funcionamiento. La ciudad sólo tiene Transmilenio, sistema con uno de los pasajes más caros del continente, que mueve en condiciones inhumanas un gran número de pasajeros, que ha sido cuestionado por la clase de buses articulados y biarticulados adquiridos para la renovación de la flota de las fases I y II, buses de chasises Volvo Euro V, tecnología prohibida en Europa, sistema que ha causado deterioro urbano: basta con ver la Avenida Caracas, la Carrera 10, entre otras, factores que han generado que la mayoría de la ciudadanía tenga mala imagen del sistema, tanto que muchos usuarios desean que no se extienda más y que se les dé la oportunidad a los sistemas de transporte férreos, caracterizados por su eficiencia.

Aunque Transmilenio continuará, aún con la ciudadanía en contra, no todos los proyectos de nuevas troncales que planteó su creador y mayor defensor, el exalcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, se llevarán a cabo, hay que destacar la enérgica labor del comité Defendamos la séptima, que logró evitar la construcción de la troncal por esta avenida, proyecto propuesto por el exalcalde Peñalosa, que contemplaba 20 kilómetros de corredores exclusivos para buses BRT desde la Calle 32 hasta la Calle 200, pero por acciones conocidas por la ciudadanía, se detuvo este proyecto, aunque la Avenida 68, la Avenida Cali y el municipio de Soacha no corrieron con la misma suerte.

La Avenida 68 tendrá 17 kilómetros de carriles exclusivos para el sistema, por la Cali serán 7.4 kilómetros desde la Avenida Villavicencio hasta Soacha, estas dos están incluidas en el proyecto del metro elevado que tanto defendió Peñalosa, y que con la complicidad de las mayorías que tenía en el Concejo durante su alcaldía, logró adjudicarle a un consorcio de dudosa reputación, sin presencia de medios de comunicación. Peñalosa las concibió como troncales alimentadoras, cuando de alimentadoras no tienen nada, y por la Autopista Sur en Soacha desde San Mateo hasta el sector El Vínculo, se construirán las fases II y III del sistema en el vecino municipio, avenidas que serán las siguientes víctimas de un monstruo que ha desangrado financieramente a la ciudad desde hace 20 años debido a sus crecientes costos de operación.

Muchos recordarán cuando Peñalosa, las mayorías del Concejo y los medios de comunicación se dedicaron a atacar a la ciudadanía que no estaba de acuerdo con los proyectos de más troncales de Transmilenio, en especial a los vecinos de la Séptima. Recordarán que hubo una campaña agresiva por parte de la alcaldía pasada para mostrar “gestión”, para hacer quedar mal a los que no estaban de acuerdo con su administración, pero de nada sirvió porque nunca levantó su imagen, la mayor prioridad de Peñalosa es, ha sido y será Transmilenio, su ego es tan alto que no le permite ver las fallas que tiene el sistema, que por cierto son muchas.

No es delito no querer más Transmilenio; no es delito que la ciudadanía esté cansada de la ineficiencia de un sistema de transporte que no respondió, no responde y no responderá a las necesidades de la ciudad; no es delito que la ciudadanía quiera tener otras opciones más eficientes de movilidad. Se necesita desestimular la expansión de Transmilenio; se necesita estimular una red robusta de transporte férreo; se necesita la construcción de más cables aéreos como los de San Cristóbal, Potosí y El Codito; Ciudad Bolívar no puede ser la única localidad montañosa con línea de cable aéreo; se necesita la ejecución del Regiotram de Occidente, obra ya adjudicada, cuya acta de inicio fue firmada el 24 de junio; se necesita el Regiotram del Norte, que se encuentra en etapa de estudios y el Regiotram del sur.

Se necesita la que hace mucho tiempo debió ser la columna vertebral de la movilidad, el metro, pero no una línea, no, se necesitan por lo menos 7 líneas de extremo a extremo: la línea 1 será elevada, algo que no debería pasar, pero así quedó contratada, ojalá las otras 6 sean subterráneas, Bogotá aprenderá una gran lección cuando se dé cuenta que el metro elevado no es como está plasmado en los renders que ha presentado la Empresa Metro.


Lo más importante es que también se necesita una ciudadanía más consciente, menos indiferente, que se interese más por lo que sucede en la ciudad, aunque lo único bueno de la alcaldía Peñalosa es que ésta unió a muchas personas en contra de sus proyectos, las volvió más conscientes, pero aún falta, falta que más personas se preocupen por Bogotá, porque la indiferencia ha sido una de las causantes del daño que ha sufrido la ciudad por años: ¿Será que algún día este mal será erradicado de nuestra ciudad y de nuestro país?: el tiempo lo dirá.

| Nota del editor *

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