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“No es el mercado de Wuhan, es la plaza del Restrepo”: tweet de Andrea Padilla, concejal animalista de Bogotá

Los ojos tristes de un pequeño cachorro encerrado; un pavo real que no puede extender sus alas; gatos bebés, unos sobre otros; e incluso roedores caminando sobre cadáveres de su misma especie, son las imágenes que dejan los locales que estaban dedicados a la venta de animales en la plaza de mercado del Restrepo.

Por: Mariana Torres Fernández, Juan David Ramírez, Melissa Diaz Quevedo y Alexandra Herrera Serna.

El hacinamiento de las especies era una de las condiciones más preocupantes de la Plaza Carlos E. Restrepo, que originaron denuncias que pronto llegaron a la Alcaldía Local y a la Junta de Administración Local (JAL). 

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El fin de una era 

En marzo de 2020 se realizó el operativo de clausura y desalojo de 29 locales dedicados a la venta de animales en la Plaza del Restrepo en Bogotá. En el procedimiento estuvieron presentes la Secretaría de Gobierno, la Secretaría de Salud, la Alcaldía local, la Policía Ambiental, el Instituto de Protección Animal y el grupo GELMA de la Fiscalía. Se rescataron 148 animales, de los cuales 48 estaban en malas condiciones y se realizó el levantamiento de 6 cadáveres. 

La Plaza de mercado del Restrepo era conocida como uno de los focos más significativos de venta de animales como perros, gatos, conejos, gallinas, cacatúas, cuyes, entre otros, en Bogotá. Hace más de 10 años intentaban acabar con estas prácticas; a través de denuncias se dio a conocer la situación de tráfico y hacinamiento de especies, donde incluso vendían animales cuya venta es considerada ilegal, según la Ley 17 de 1981, como loros, pavos reales y monos titis. 

Michael Medrano, exedil de la localidad, señala: “Durante mi gestión como edil hicimos varias reuniones, tratamos de socializar y ayudar un poco a que hicieran ese cambio de actividad económica. Algunos se acogieron a esta solicitud, otros por el contrario hicieron caso omiso y siguieron realizando la venta de estas especies, algunas están permitidas por el Estado y otras no”. En primera instancia se intentó concientizar a los comerciantes sobre la situación actual de los animales, que en el Código Civil se les clasifica como seres sintientes.

Antes de clausurar el lugar, se llevaron a cabo tres operativos, a parte de los controles que se realizaban periódicamente por parte de las autoridades que verifican y controlan el cuidado de los animales. A los comerciantes se les dio un plazo máximo y se les informó de manera oportuna mediante circulares, por parte de la administración de la plaza, que debían realizar un cambio de negocio. Por ejemplo: convertirse en establecimientos de venta de alimentos para animales, fruterías, cafeterías, etc. Entre 2017 y 2018 se les venció este plazo. El sellamiento definitivo se dio porque todos los plazos se vencieron y se esperó hasta el último día. 

El operativo de marzo se realizó con dos propósitos, según Andrea Padilla, concejala de Bogotá: “El primero, la implementación y el cumplimiento de una medida sanitaria adoptada en 2017 por la Secretaría de Salud, que ordenaba suspender el comercio de animales vivos en este lugar por la contaminación cruzada con animales”. La principal función de las plazas de mercado es vender víveres y alimentos de primera necesidad; la venta de animales puede producir infecciones por las heces. “El segundo, la verificación de los acuerdos a los que se llegó el 24 de marzo con los comerciantes, en el sentido que tenían que sacar los animales el 27 de marzo por la situación sanitaria actual”. 

Así comenzó todo

A lo largo de los años, las plazas de mercado han practicado la venta de animales. Las normativas que se aplican en Colombia no son lo suficientemente claras con la prohibición y erradicación del comercio de animales, para vendedores y para compradores, que ignoran los efectos negativos de tener animales de fauna exótica, silvestre y de granja, como monos, cacatúas, pavos reales, tortugas, entre otros. 

En palabras de Michael Medrano, se había procedido a realizar un operativo similar, pero los comerciantes de la plaza se opusieron a la entrada de las autoridades para recuperar la zona. Sin embargo, tanto la administración de la plaza como Edna Arteaga (edilesa 2015-2018), en representación de la actual edilesa Daniela Villamil, niegan que esto hubiese ocurrido. En su momento el IPES quiso recuperar la zona sin intervenir a los dueños de los negocios. “Se evidenciaron trabas por parte de quienes administraban la plaza; estaban de acuerdo con estos comerciantes, dilatando la gestión para que no fuera tan abrupto el procedimiento que se debía realizar de una forma u otra”, afirmó Medrano. 

A la fecha, el IPES implementa algunos de los acuerdos pactados con los comerciantes para ayudarlos a desplazarse a otras formas de trabajo. Son 5 personas que están a punto de recibir un capital semilla de $1.500.000 para que cada uno pueda acogerse a las alternativas de emprendimiento propuestas: hasta la fecha 12 personas se encuentran en estudio de documentos para también acceder a este beneficio. Aún permanecen locales dedicados a la venta de peces, que están en estado de análisis por las normativas especiales que regulan el comercio de peces vivos.

El maltrato en los animales 

De los 148 animales rescatados de la plaza, según la directora de Juliana’s Sanctuary, Juliana Castañeda, llegaron al santuario alrededor de 20 y 25 especies entre gallinas, gallos, patos, conejos y codornices en terribles condiciones tras el abuso que habían recibido, y por desconocimiento en el manejo de especies en el Instituto de Protección y Bienestar Animal (IDPYBA). Algunos llegaron con enfermedades pulmonares y respiratorias, producto del mal cuidado y de las frías noches que pasaron durante su cautiverio en la plaza. Estaban sucios y cubiertos de excremento. Esta no fue la única adversidad por la que atravesaron, pues tuvieron un colapso digestivo por el concentrado que se les daba en el IDPYBA. Debido a estas secuelas, la mitad murió en el proceso de recuperación dentro del santuario. 

Hasbleidy*, vendedora de insumos para animales en la plaza, confirma que los animales en cautiverio no vivían en muy buenas condiciones: “A uno le daba pesar porque esas criaturas se quedaban encerradas y permanecían al sol y a la lluvia. Muchas veces no sabíamos si les daban comida y agua. Olían a feo, el olor a veces era insoportable”. Fabio, comprador de una pareja de cacatúas, afirma que venían enfermas al momento de adquirirlas: “En su pico hacían burbujas de una mucosidad transparente, y siempre estaban quietas y calladas. Cuando menos pensé, se murieron”. Al reclamar, el vendedor le respondió que no era su culpa y que si gustaba podía comprar otras.

Era evidente el mal cuidado, incluso en especies legalmente permitidas como animales de compañía. Francisco Galindo compró un conejo de raza cabeza de león, que padecía de sarna en una pata. Como a Fabio, el vendedor no aceptó responsabilidad. Una persona preguntó por un mono tití, y la respuesta fue: “El señor me dijo que el mono costaba $250.000, la mitad por adelantado y la otra mitad cuando lo tuviera. Eso se hace por encargo”. Cuando las transacciones se hacían bajo pedido, era difícil descubrir animales no comercializables en los operativos de control.

“Muchos animales estaban maltratados y otros muy bien cuidados”, es la versión de Michael Medrano, declaración contraria a los testimonios citados y de los veterinarios de Juliana’s Animal Sanctuary, quienes confirmaron su deteriorado estado de salud: “Fue difícil recibirlos porque los gastos fueron altos. Tuvimos que contratar un montón de veterinarios, traer incubadoras, comprar medicina costosa, y pasar muchísimas noches sin dormir. Como la mayoría eran bebés y estaban en incubadoras y en sitios calurosos, había que revisar que la temperatura fuera estable. Fueron meses largos para salvar la mitad. Eso destruye mentalmente, porque un animal que logra la libertad, pero no sobrevive, es difícil”, afirma Juliana Castañeda. 

Multas para comerciantes de animales vivos no permitidos

Contrabandistas y comerciantes podrían enfrentarse a distintas condenas y sanciones, por comerciar con especies vivas, y mayores penas por las precarias condiciones de sus hábitats, que no cumplían con las características de tenencia de animales domésticos ni de otras categorías (de granja, exóticas y aves no ornamentales). Los espacios donde habitaban, comían, dormían y hacían sus necesidades, tenían espacio limitado y sobrepoblado que producía hacinamiento y aglomeración. También las sanciones contemplan sevicia, descuido intencionado, golpes en puntos vitales de los cuales el agresor tiene información, actos sexuales con animales, y si el maltratador es servidor público su pena será distinta, por su calidad de ciudadano ejemplo.

Como afirma el abogado Diego Torres, experto en leyes y sanciones respecto al tráfico de especies en Colombia, las penas que pueden enfrentar estos comerciantes y contrabandistas, según la Ley 1774 de 2016: las multas van desde los 5 hasta los 50 SMLMV (Salario Mínimo Legal Mensual Vigente), dependiendo de la gravedad del maltrato y las afecciones que haya dejado en el animal. Por asesinato se puede enfrentar a una pena de 12 a 36 meses de prisión, conforme a los perjuicios. También existen sanciones que prohíben la tenencia o manipulación de animales. 

La situación no ha acabado por completo

El tráfico y maltrato de especies continúa bajo otras modalidades.  Hasbleidy afirma que, aunque algunos cambiaron de actividad y se acogieron a las medidas establecidas, el comercio continúa. “Ahora hay que llamarlos por teléfono y demostrar que se les ha comprado un animal. Uno llama, hace su pedido y ellos deciden si se encuentran con usted o se lo llevan a la casa”.

Sandra León contactó a un vendedor de mascotas desalojado del Restrepo para adquirir un mini-pig, que continúa con su negocio de forma clandestina sin tener en cuenta los requerimientos establecidos por el ICA (Instituto Colombiano Agropecuario) para regular la cría, comercialización y tenencia responsable de cerdos miniatura en el territorio colombiano. Ignorando las recomendaciones del Programa Nacional de Erradicación de Peste Porcina Clásica (PPC), que explica la susceptibilidad al contagio y expansión de la enfermedad de la especie porcina. “El señor me aseguró que me conseguiría un mini-pig de un día para otro; lo traían desde Santander por un valor de $550.000. Según él tenía sus vacunas al día y el pago sería en efectivo: no aceptaba otro medio”.

Vanessa Ochoa relata cómo es el comportamiento de los vendedores durante la llamada: “Fue algo raro. Al principio hablé con una encargada, pero luego de comentarle que tenía una cacatúa y que le buscaba pareja, me pasaron a otro hombre de actitud tosca”. El modus operandi del hombre era preguntar constantemente si realizaría el negocio, reiterándole que era un asunto serio. “Intentó persuadirme para que comprara la otra cacatúa, insistiendo en los beneficios de sacarles crías. Me hablaban de comprar suplementos y comidas no aptas para cacatúas”. Otra forma de lucrarse, era la venta de un supuesto nido para sus huevos. “Cuando le dije que sabía que el alimento y el suplemento que me ofrecía no eran para cacatúas, se puso agresivo y al ver que dudaba en comprarle, me colgó, y al volver a llamar había bloqueado mi número”.

¿Cuál es el paso a seguir?

El problema de raíz del tráfico y maltrato de especies es resultado de la flexibilidad de las leyes existentes y de la cultura. “Colombia no tiene una entidad fuerte que haga respetar las normas de protección animal. Existe un vídeo de un hombre violando un french poodle: pagó un día de cárcel. Eso es la prueba de que, aunque existan reglas no hay una institución que las haga respetar”, menciona Castañeda. En Bogotá apenas hay cuatro inspectores especializados en el maltrato animal y su capacidad de respuesta es del 41%.  

Otra muestra fehaciente de la permisividad de las leyes, es que pasan por alto la comercialización de perros y gatos en las puertas de la Plaza del Restrepo, problema que viene desde hace varios años. Esta situación sólo se puede erradicar mediante la educación y la cultura ciudadanas. Cuando no existan compradores, se acaba la industria de tráfico y comercio de especies y, por lo tanto, el maltrato animal. 

  • Para denunciar casos de maltrato animal: Línea 123 o contacte al policía más cercano para que intervenga en la situación y active al Escuadrón Anticrueldad, así el animal recibirá la ayuda necesaria. Puede hacer también la denuncia en inspecciones de policía o Fiscalía – URI.

*Algunos nombres han sido modificados a petición de las fuentes.

| Nota del editor *

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