No más violencia de ningún frente, fue el llamado de los participantes en la protesta del 22 de febrero en el barrio La Macarena, de Bogotá.
No más violencia, no más policías muertos, ni soldados, ni guerreros, ni civiles. No más muertos. No más guerra.
La convocatoria a la protesta se realizó como una expresión en contra de la bomba que estalló el 19 del mismo mes, y que el Ejército de Liberación Nacional, ELN, se atribuyó el lunes 27.
En Espacio de Opinión registramos los hechos: asistimos a la protesta el 22, y desde allí captamos opiniones de vecinos; algunos destacados en el ámbito público, como el concejal Antonio Sanguino, la activista Vera Grave; el editor Lucho Roca, la manifestante en contra de la tauromaquia, la vecina que no entendió por qué la corrida de toros -la última de la temporada- igual se realizó, el dueño de la tienda ubicada hace más de 30 años en la esquina de la 27 con quinta, y, una docente de Uniminuto que habita el mismo barrio.
Voces que pedimos el fin del conflicto. Voces que no queremos la continuidad de una guerra que terminó en noviembre con las Farc, que sólo mantuvo a un soldado herido en el Hospital Militar a finales de 2016.
Recordamos que el ELN realiza conversaciones con el gobierno nacional, en cuya cabeza está el exministro Juan Camilo Restrepo, quien, a su vez, negó la posibilidad de un cese bilateral al fuego mientras las condiciones que ofrece el grupo subversivo no sean equitativas.
Aseguró Restrepo que, “Mientras más terrorismo repudiable por parte del ELN, más lejanas las posibilidades de llegar a un cese bilateral del fuego”.
El anuncio y las expresiones del ELN desalientan. Porque las voces que piden paz son muchas. Somos muchas.
La esperanza es que los diálogos en Ecuador avancen de manera rápida, y nos aproximemos aún más, a la puerta de la paz.