El perfil bajo del barrio Belén, ha incidido en su conservación, pero no por ello ha logrado evadir el deseo de los urbanizadores que sueñan con torres para vivienda con magnífica vista, en la parte alta de la ciudad.
Se ha evitado, o por lo menos retrasado la intervención, gracias a las gestiones y resistencias en la búsqueda de su conservación. Entre ellas sobresale la ejercida por sus pobladores, en especial los mayores, pero sin excluir a los jóvenes que perciben en el barrio un espacio amable, de confianzas mutuas, de amistadas y cercanías poco comunes en la mayoría de sectores de Bogotá.
Para conversar sobre el tema, Espacio de Opinión invitó a tres habitantes del barrio, quienes prefirieron ser llamados como son conocidos en su entorno: Magolita, de 82 años y 77 de residencia en Belén. La mona, (Irma) y el profe, (Joaquín) para compartir sus vivencias y la historia.
Según algunos historiadores Belén fue el segundo barrio que se levantó en la ciudad, al lado sur del río San Agustín, que bajaba de la cordillera por la hoy conocida avenida (calle) séptima, o avenida presidencial. Igual, hace parte de los primeros siete barrios creados en la ciudad, como La Candelaria, Las Aguas, La Catedral (unido luego a La Candelaria), Las Cruces, Santa Bárbara, Egipto y Belén.
El espacio radial registra los esfuerzos de los residentes: tal vez el más importante, negarse a vender, con argumentos que defienden su calidad de vida en la amistad y armonía. Este, es seguido por actividades de cultivos verticales y pequeñas granjas en los patios internos de las casas. Festividades, como las que se celebran el Día de Brujas, la Natividad en diciembre que empata con el Día de Reyes en Egipto, y actividades autónomas en los parques y canchas de tejo.
Los invitados a Espacio de Opinión no se niegan al cambio, pero en medio de la conservación de la historia. El diálogo completo, a continuación:
