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Profundo dolor – primera parte

Ella de Orihueca, Magdalena víctima del conflicto armado en Colombia y de la ausencia del Estado en su pueblo. Relato su historia para dar a conocer el dolor que muchas personas vivieron y que se esconden en los lugares más recónditos del país.

Por: Bruchell Carrillo Remón

Yo, nativa del corregimiento de Orihueca Magdalena (Zona bananera). Mi padre era un campesino que vivía del cultivo del banano, en su finca La Santa Marta. Con lo que producía la finca, sostenía a mis tres hermanas, a mis cuatro hermanos y a mí. Fue un hombre trabajador que nos abastecía de todo en la casa, no nos faltaba nada. Mi madre, una mujer que le gustaba las delicias de la cocina, hermosa ella, haciendo sus postres. Éramos una familia muy unida y alegre, el pueblo con su gente carismática, parrandera y trabajadora.

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Allí hacia tanto calor que nos bañábamos tres veces al día, pero también nos encantaba andar en las calles llenas de tierra, corriendo, hablando con los vecinos, repartiendo comida por toda la cuadra y bailando en las casetas del pueblo.

Mis hermanos muy inteligentes y conquistadores, uno de ellos no estudio porque no quiso, no le gustaba escuchar la tertulia de los profesores, decía que eso no era lo de él y tan apolítico es, que hasta el sol de hoy no ha sacado la cédula de ciudadanía porque dice que no le dará votos a esos hijueputas políticos que lo único que hacen es robarle al pueblo.

Aquel día, recuerdo muy bien que estábamos en la terraza sentados en las mecedoras, y llegaron unos amigos comentando que la guerrilla estaba en la Sierra Nevada de Santa Marta y que pronto llegarían por los montes a los pueblos. Y así fue, la guerrilla llegó una noche, sin presentarse, pero con una actitud no tan sangrienta. Reclutaron a muchas personas para que participaran con ellos y mataron a algunas personas. Pero la pesadilla empezó cuando llegaron los paramilitares, ellos venían con sed de sangre y de dolor.

Llegaron los paramilitares al pueblo para acabar con la guerrilla, y con los sapos que estuvieran defendiéndolos. Llegaban en la noche en una camioneta blanca llamada la viuda blanca, apenas esa camioneta se aparecía en las calles, la gente corría como alma que lleva el diablo, a esconderse en sus casas y a apagar las luces. Entraban a las viviendas, vestidos con jean y camisas, no les importaba que se les viera el rosto y sin preguntar mataban a quien fuera delante de sus hijos o de sus padres, no los dejaban defenderse solo les apuntaban y ya.

Una noche llegaron los paramilitares a la casa de al lado donde vivía el cuñado de mi hermana la mayor, entraron apuntándole, pero gracias a Dios le pidieron el nombre:

  • ¡Diga su nombre!
  • Hernán Cueto (con un nerviosismo en su voz)
  • ¡Aja! ¿Dónde vive Andrés López?
  • Se queda callado y muy angustiado
  • Que habla hijueputa o lo matamos
  • Vive en la cuadra siguiente por favor no me hagan nada. (muy asustado y desconsolado)  

Solo le robaron sus pertenencias y se marcharon.

Días después mataron a Gloria, ella era la suegra de mi sobrina, era una señora que vivía de la modistería, una mujer dada, sonriente, muy hermosa, tenía su cabello lacio y de color oro, con sus piernas largas. Sus hijos vivían en Varela y ella vivía en Ciénaga Magdalena. Tenía varias máquinas y les cosía a los vecinos. En algún momento empezó a hablar con la guerrilla y se infiltró, era como la vocera de ellos y les daba información de los paramilitares. Al pasar el tiempo, ella seguía con su trabajo en el campo cosiéndole a todo el mundo, pero llegó una noche tenebrosa que nadie veía venir, se le metieron unos hombres en la casa a eso de las 12:00pm, la sacaron de la casa, la montaron en la camioneta ‘’la viuda blanca’’, se la llevaron y le cortaron sus partes íntimas, los dedos se los picaron, y la violaron. Fue una tragedia muy dura, porque era una mujer muy emprendedora, que todo el mundo la quería, no merecía que le hicieran esas atrocidades, de igual manera se vengaron de ella y la acribillaron vilmente, los paramilitares actuaron como unas bestias, metiéndose con una mujer indefensa, porque la fuerza de una mujer no es igual a la de un  hombre.

Recuerdo que en mi pueblo, cuando yo tenía 20 años de edad, estaba estudiando instrumentación quirúrgica. En esos momentos mi padre contrató un vigilante, que en esos tiempos se les llamaba cuidadores. Él vigilaba la finca de mi padre, donde se cosechaba guineo. Cerca de la finca vivía una familia noble y de escasos recursos, según decía la gente, el vigilante había tenido una discusión con el señor que vivía allí. Un día la mamá y algunos hijos salieron con ella al pueblo a hacer compras, (la finca queda a unos 20 minutos del pueblo), mientras que el padre y una de las hijas se quedaron solos en la casa, el vigilante también estaba en el pueblo y se embriagó. Al ver a la señora y a sus hijos se dio cuenta que el señor y la niña se habían quedado solos en la vereda y decidió devolverse a la finca, cuando llegó, saco a esas dos personas de la casa y se las llevó para una quebraba.

Violó a la niña de 8 años en frente de su padre, el cual estaba desconsolado por todo lo que estaba ocurriendo. Y así mismo violó al padre de la pequeña. Luego de eso se enteró que había llegado la mamá de la niña y los demás hijos, y también los llevo al rio, que estaba ubicado en la parte más escondidiza de la vereda y donde no frecuentaba tanta gente, ya que a esa hora estaban trabajando en las fincas del pueblo. Todos fueron violados con un palo, el cual  les atravesó a nivel genital y salió en el ano.

Eso fue algo impresionante, yo lo viví porque cuando los llevaron al hospital, yo estuve haciendo mis prácticas de instrumentación quirúrgica y fue el primer caso que me toco atender en mi pueblo y con mis propias manos. A mí me tocó estar con el médico forense, el Doctor Carlos Escorcia, él me llamó y me dijo: – Magaly como usted está estudiando instrumentación venga para acá. Y me tocó hacer la medición con él, el orificio del palo, la profundidad del orificio de las balas, yo casi me muero porque fue mi primera experiencia de salud y para mí fue algo tenaz. El pueblo estuvo triste todo el día, recuerdo a las personas hablar del caso y a muchos llorar de la impotencia por no poder hacer nada por aquella familia, yo lloré desconsolada, y aun lo hago contando esta historia porque me duele que las personas no tengan corazón y que ellos hayan sido masacrados de una manera tan brutal.

Ese día no desayuné, no almorcé. Nunca se me va a olvidar el rostro de esa niña, su rostro tan blanco porque ya no tenía ni una gota de sangre, toda la derramó. Recuerdo que le cortó una parte del seno, y el tipo se voló. Tiempo después lo arresto la Policía, pero como la justicia aquí en Colombia no vale nada, llegó una persona con poder que lo conocía y lo soltaron, la muerte de ellos había quedado impune. Luego llegaron unos familiares de los padres de los niños para vengarse de la muerte de sus familiares, y así fue, encontraron a ese psicópata maligno que acabó con toda una familia y lo mataron a machetazos, cerca de donde él mismo realizó la masacre. Fin primera parte

Imagen: Bruchell Carrillo – Señora Magaly Remòn

| Nota del editor *

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