El Evangelio de Marcos, el primero de los sinópticos, fue escrito en griego entre los años 50 y 60 por Marcos, de nombre latino, o Juan, de nombre hebreo; según lo había oído a Pedro relatar, de quien es considerado como su “taquígrafo”.
El evangelista Marcos, de acuerdo al portal Vatican.new, nació en una familia hebrea acomodada. De él es poco lo que se sabe; sabemos lo que refieren los Hechos de los Apóstoles (Hch. 15, 37-40) y algunas cartas de los santos Pedro y Pablo. Era primo de Bernabé (Col.4,10). Pablo lo reclamó para el ministerio evangélico (2 Tim. 4, 11), porque lo acompañaba y lo ayudaba. (Filemón 24).
No fue discípulo de Jesús. Su corto evangelio, calificado por el magisterio papal de vivo, claro, sencillo, sin adornos, de breves páginas no siempre ordenadas, es “el informe genuino de un testigo ocular, que conserva la impresión más inmediata de Jesús”, como San Pedro la recordaba.
“Según la tradición, transcribió la predicación de Pedro, dirigida principalmente a los primeros cristianos de Roma, sin elaborarla o adaptarla a un esquema personal.”
San Marcos tuvo de maestros a Pedro que lo considera, su “hijo espiritual” (2 Pe. 5, 13), “título, quizás, también basado en alguna relación familiar”; y a Pablo, a quien conoció en Jerusalén y viajó con él a Chipre y a Roma; es venerado como santo por varias iglesias cristianas, además de la católica, entre ellas la Ortodoxa y la Copta, que lo considera su patriarca; fue elegido como patrón principal de Venecia en el año 1071; el símbolo del evangelista, el león alado, se convirtió en la insignia de esa ciudad. Para san Pablo VI, San Marcos fue “un santo muy querido para nosotros” (Audiencia, 25 de abril de 1967)
“¿Se entrelaza con el de Jesús, en el episodio del niño que, la noche de su captura en el huerto de los olivos, lo siguió, después de la huida de los discípulos, cubierto por una sábana – por curiosidad? por devoción? – pero cuando los que habían detenido a Jesús estaban a punto de agarrarlo, el niño les dejó la sábana en las manos y se les escapó”. (Marc. 14, 52).
Se cumplen 1953 años del martirio de San Marcos; sus reliquias fueron robadas en el año 828 y llevadas a Venecia, según fuentes del Vaticano. Marcos murió probablemente entre los años 68 y 72, en Alejandría de Egipto. Se refiere que un 24 de abril los paganos lo arrastraron por las calles de Alejandría, atado con cuerdas por el cuello, y luego lo arrojaron a la cárcel. Allí fue confortado por un ángel. Al día siguiente sufrió el mismo tormento, y murió. Su cuerpo había sido destinado a las llamas, pero fue salvado por los fieles y sepultado en una gruta.
San Pablo VI, devolvió a los coptos ortodoxos de Egipto parte de las reliquias del Evangelista, después de que se lo pidiera el Patriarca Cirilo VI.
El Evangelio de San Marcos termina con una “frase bellísima” para el papa argentino, cuando dice que Jesús cooperó y confirmó “la Palabra con los signos que la acompañaban”.
