Orlando Ramírez fue pescador en Gigante, Huila, durante muchos años, hasta cuando la multinacional Emgesa llegó a la región con el proyecto de la Hidroeléctrica del Quimbo. Entonces su vida cambió de manera radical. Intentó lograr respuestas y justicia ante las entidades locales sin resultado, por lo que viajó a Bogotá con el firme propósito de restaurar sus derechos.
Por lograrlo ha hecho de todo: desde dormir en la calle, hasta tocar las puertas de instancias judiciales y de DD.HH. sin que hasta ahora haya logrado la atención que su situación amerita. La suya y la de miles de personas que ahogaron ilusiones, proyectos, sentimientos, bajo el agua de la represa de El Quimbo.
Su naturaleza de hombre pacífico inspira solidaridad, sin duda, pero no ha sido suficiente. Persiste con el apoyo de dos jóvenes abogados, uno del Externado y otro de la Libre. Tanto como de amigos que ha construido caminando por la carrera séptima de Bogotá y uno que otro espacio radial como este, en el que contamos la cronología de una búsqueda que apenas vislumbra luces de esperanza, con la ilusión de lograr que el foco de la justicia se prenda en un momento hasta ahora incierto.
A continuación la narración de don Orlando Ramírez, acompañado en esta capital con su hijo menor, Líder Deninson Ramírez, de 21 años de edad