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Sobreviviente sin historia: ataque de las FARC en La Tagua – Putumayo

“Sentí un bombazo debajo de la camioneta que se levantó, las puertas salieron desprendidas y todos volamos, yo caí en la parte izquierda. Recuerdo que se escuchaban ráfagas de fusiles, granadas y como a unos 100 metros, en caso de que la camioneta siguiera el curso, habían puesto una ametralladora M60. Yo me agaché y me tiré hacia una bajada donde había una cerca, y por fortuna los árboles me protegieron. Me arrastré, luego me quité el uniforme y me quedé en interiores”. Son las memorias de Luis Mendoza, suboficial de la Armada Nacional y único sobreviviente del atentado sucedido en la vía a La Tagua-Putumayo.

Por: Stefanny Cerquera

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Para este suboficial todo inició el 22 de marzo de 2005, día en el que llegó a Puerto Leguízamo tras un permiso laboral por una situación de salud de su hija. Se dirigió hacia la base militar para presentarse ante el comandante que lo reasignó a la Fuerza de Tarea Omega como comandante de una patrulla en el municipio Cartagena del Chairá en el departamento del Caquetá por seis meses. Luis, estupefacto, pidió de manera encarecida cinco días para alistar sus cosas y para avisarle a su familia porque la situación de salud de su hija, que naciera con parálisis cerebral, no podía dar una espera tan larga en el municipio de Puerto Leguízamo en donde no había especialistas.


El viaje de Luis hacia Caquetá se pospuso por cinco días, tiempo durante el cual remplazaría al teniente Jalvin, que se encontraba al mando de unas operaciones con unidades ubicadas en La Tagua-Putumayo, corregimiento aledaño a Puerto Leguízamo, que saldría de permiso y que debía entregarle el cargo a Luis. Ese día le mostró todos los contratos y los documentos de los que debía estar al tanto. La entrega terminaría al día siguiente en La Tagua con la asignación de las unidades que Luis comandaría mientras la ausencia del teniente.
“El teniente me dijo: aprovechamos que mañana va la juez en una camioneta, para que nos lleven y nos traigan, así que lo espero a las seis de la mañana”. Luis regresó a casa y le comentó todo a su esposa, a la Negra, como la llama, con quien empezó a programarse para lo que pensaban que sucedería en los siguientes cinco días.

Credito:Armada de Colombia. (Youtube)


La mañana del 23 de marzo, la camioneta que transportaría a Luis junto a 10 uniformados más debía estar lista. El vehículo partió de la base militar en dirección a La Tagua, y al salir de la base recogieron a Luis, que se ubicó en la plaza trasera de la camioneta en la puerta izquierda. En la mitad viajaba la teniente Laura Prieto, la juez, y en la puerta derecha se ubicó el teniente Jalvin. En el platón trasero se habían montado cuatro escoltas y un cabo radioperador, y la plaza de adelante la ocupó el infante conductor y un sargento que necesitaba un chance, como dice Luis, para ir al batallón ubicado en el corregimiento de La Tagua.
Eran las 7:45 de la mañana y Luis, en su intento por sobrevivir, fue testigo de la muerte de sus compañeros: en sus recuerdos está principalmente la voz de la teniente que se desempeñaba como juez: “escuché cómo esa muchacha gritaba llamando a la mamá y pedía auxilio, pedía y pedía auxilio, pero lo que hicieron fue meterles tiros de gracia, y yo escuchaba todo eso”.
“En la parte de atrás venían unos civiles en un camión NPD que eran los encargados de transportar tropa. Esa gente le disparó al camión y todos los civiles se fueron corriendo asustados, y resulta que dejaron un poncho que pude coger y que usé para camuflarme. Mientras me arrastraba encontré a una señora desmayada, a la que alenté para que se levantara, me la eché al hombro y nos adentramos en el monte como un kilómetro. Caminamos bastante y luego salimos a la carretera donde nos encontramos con el marido de la señora que la ayudó. Arribamos a una finca donde estaban los civiles y donde a mi parecer había guerrilla, ahí nadie me conocía y no sabían que yo era militar, menos mal porque esa gente estaba pendiente, y por fortuna los dueños de la finca me dieron ropa”.

Credito:Armada de Colombia. (Youtube)


Los cuerpos sin vida de los uniformados permanecieron en el terreno al menos dos horas, tiempo en el que Luis intentó mantener oculta su identidad, hasta que a la finca llegó una mujer en una moto, a quien Luis conocía: “Le rogué y le rogué que me prestara la moto para devolverme a Leguízamo, ella me dijo que se podía meter en problemas, pero después de tanto rogarle me la prestó. Cuando iba de regreso me detuvo una patrulla de infantería, y como yo no tenía papeles ni nada que me identificara, porque todo eso lo había enterrado en el monte, me detuvieron hasta que un infante me reconoció y por fin me dejaron ir a la casa. Allí me cambié y me fui a la base para presentarme ante el comandante”. Este es el relato de Luis, quien en medio de la angustia y gracias a su instinto pudo volver con vida.


Este crimen de guerra fue relatado por la Armada Nacional de Colombia en un homenaje a las víctimas del ataque: “10 uniformados fueron asesinados por parte del ya extinto frente 48 de las FARC, ataque que fue perpetrado en el kilómetro 12 de la vía que conduce de Puerto Leguízamo a La Tagua, Putumayo. El vehículo que transportaba a los uniformados fue objeto de ataque con 5 artefactos explosivos improvisados tipo cilindro, cuyo contenido era dinamita, metralla y objetos cortopunzantes instalados sobre la vía. Los uniformados sobrevivieron a la primera emboscada luego de lo cual intentaron huir para encontrar refugio, intento que no
tuvo éxito porque resultó en una segunda emboscada del grupo armado ilegal que los ultimaron con tiros de gracia con ametralladoras M60 y con disparos de fusil, según narra un video conmemorativo a los héroes caídos en combate de la Armada Nacional de Colombia.


El suboficial Luis Mendoza también estaba en el vehículo y de él no existen menciones, aunque fue el único sobreviviente gracias a que logró escabullirse y volver a su unidad con vida. Lo que pasó aquel 23 de marzo, al menos para Luis, no puede ser contado tan solo en un video conmemorativo de cinco
minutos de la Armada Nacional, porque estando presente, la magnitud y el dolor por la vida de sus compañeros no puede resumirse en “el amor por la patria, incluso por sobre su propia vida”. ¿Es posible llamar víctima a un sobreviviente de un crimen de guerra?


Luis toma pastillas para dormir desde 2005, e inició tratamiento psiquiátrico por su cuenta en 2015. En la actualidad sigue consumiendo fármacos para el sueño y para mantenerse relajado. El inicio de este relato se vio fracturado por la imposibilidad de Luis para recordar los detalles de este evento traumático que lo convierte en una víctima más del conflicto del que no existe una reparación para él, o al menos que alguien le pida perdón, una de las promesas más grandes del proceso de paz.

| Nota del editor *

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