Por: Marcela Gómez
En medio de las problemáticas de una Bogotá donde las barreras sociales son notorias por cuenta de los estratos sociales, nace la banda de Rock en español Aterciopelados, que hoy es un icono de identidad, cuya historia trae, vívida y sentida, el musical sensorial Florecita Rockera.
En una época donde todo lo que estaba fuera del molde era estigmatizado, llega un cambio marcado por la liberación del comercio y la transformación urbana, en un contexto determinado por momentos de dolor en medio de la violencia del narcotráfico y del conflicto armado, que dejaron familias destrozadas y una sociedad llena de desaparecidos.
Este musical ofrece un montaje cronológico acompañado de canciones y de momentos memorables para la cultura.
El trabajo de recopilación de cada historia, versiones y experiencias que vivió cada protagonista, están bien reflejados en el guion, en la coreografía y en los personajes secundarios que acompañan y complementan cada parte de la historia.
El musical está contado desde la vivencia individual de Héctor (H), y de Andrea (Delia), cada uno en un contexto social distinto y con grandes diferencias económicas, un contraste que en la obra es posible identificar con facilidad, que deja ver los estigmas sociales frente a la llegada del rock en la época, la rumba y los cambios de mentalidad en los jóvenes nada parecidos a lo tradicional.
Por su parte, como lo hacen Aterciopelados, la obra tiene reflexiones de sentido social, el contexto en el que aparecen las luchas y los movimientos sociales con sus ideologías, como el lado de la cara que entra en conflicto, como lo representa la mamá de Delia.
Estas tensiones son relatadas alrededor de la historia del nacimiento de Aterciopelados, las canciones que los han llevado al reconocimiento, el estilo único de Andrea, el hecho de ser una de las primeras mujeres vocalistas de una banda de rock y la unión de dos mundos sociales distintos como el encuentro entre estratos, acompañado de coreografías y coros bien logrados que complementan cada canción.
Cada momento de la historia está bien acompañado por las canciones de la banda, que permite entender que fueron escritas a raíz de cada hito, hecho que facilita la conexión que en teatro se busca con el público, desencadenando notorias reacciones durante las dos horas que dura el musical, que llenaron el Teatro Astor Plaza de sonidos referentes a la ternura, la riza, el pesar que generan algunas escenas, sin faltar el canto del público al reconocer cada melodía y letra de las canciones, que convierten esta obra en un acierto narrativo como en la selección del equipo de artistas escogidos para darle vida.