De forma sorpresiva, el acordeonero originario de la ciudad de Monterrey, Nuevo León (México), dejó este mundo, tal vez con la conciencia de la revolución musical que generó en todo el continente y que lo relacionó íntimamente con nuestra idiosincrasia y tradiciones culturales, al conjugarlo todo en su último tweet: “No hay nadie que pueda resistirse a la cumbia”. En efecto, no hubo nadie que pudiera resistirse a su cumbia, ni siquiera él mismo.
Celso Piña Arvizu, nació el 6 de abril de 1953 en la capital regiomontana, en donde, con sus hermanos Eduardo, Rubén y Enrique, empezaron a darse a conocer en la escena de la música regional mexicana de la forma más sencilla: ofreciendo serenatas en su barrio.
Hacia los años 80, logró comprar su primer acordeón, y desde entonces empezó a experimentar con este instrumento, horas y horas de ensayos que rindieron sus frutos cuándo logró consolidarse en la escena del vallenato regio, con un éxito que dedicó al lugar dónde empezó todo su trasegar musical “Mi Colonia Independencia”.
Ya por esas fechas, decidió dar el vuelco hacia la experimentación con la música tropical. De repente le llegaron varios discos que le cambiaron su visión de la música. Los aires de Aníbal “Sensación” Velásquez y su homólogo en rebeldía musical, Alfredo Gutiérrez lo sedujeron a tal punto que se decidió por hacer “vallenato a la mexicana” y forma su primera agrupación: Celso Piña y la Ronda Bogotá; en honor a la capital de la República.
Desde entonces, su híbrido sonoro de ritmos colombo-mexicanos, le abrieron las puertas de la escena musical en todo el continente, amenizando con músicos de la talla de Café Tacuba, el Grupo Bronco, Julieta Venegas, Gloria Trevi y Andrés Cabas, entre otros.
Pero la propuesta musical de Piña no se detuvo ahí, pues en los últimos años de su vida estaba experimentando con ritmos urbanos como el hip hop, el ska, el rap y el reggae, entre otros. Ritmos que fueron calando profundo en las juventudes norteñas, que fueron acogiendo sus tonadas al punto que estas se convirtieron en la base de una tribu urbana de esa zona del país norteamericano: los cholombianos.
A pesar de no ser colombiano de nacimiento, se sintió como si fuese uno, a tal punto de que él tenía una fuerte conexión con el país, que lo reconoció como un hijo adoptivo, admirado por sus propios ídolos y hasta ser considerado un íntimo amigo personal de nuestro Nobel de Literatura Gabriel García Márquez.
A los 66 años, el pasado 21 de agosto, un infarto fulminante apagó su música virtuosa para siempre y su pérdida se sintió más en este país por la importancia que Celso Piña tuvo para la internacionalización de la cumbia y el vallenato a nivel mundial. Monterrey lo despidió con honores y Colombia lo recordará con sus éxitos que seguirán vigentes por muchos años más.
Disfruta la selección de sus mejores éxitos: