La movilidad en Bogotá es generalmente un caos. Siempre hay trancones y con frecuencia, estos se convierten en “tacos”, para usar un término “paisa”.
Tacos que aprisionan, que alteran, que estresan… y por tanto, cuando estamos por fuera del trancón, se siente alivio. Se siente un fresco, dicen los chicos.
Es entonces el momento para hacer una pausa y respirar profundo, para tomar un café, o comer un buen sandwich con jugo natural o gaseosa.
Y una buena opción la ofrece don Wilson, quien cada día con su esposa y su hija mayor elaboran cien, ciento veinte o hasta ciento cincuenta sandwichs, y el equivalente a unos 60 vasos de jugo de frutas que varían cada día. A su lado, los botellones de gaseosa para quien así prefiera.
Para lograr la elaboración de tantos emparedados, se levantan a las tres de la mañana. Al terminar de elaborarlos, y empacarlos en bolsas plásticas protectoras, salen de su casa en Suba en el renault 4 edición 1972, hasta inmediaciones de Uniminuto en donde se venden.
En efecto los venden, e incluso con frecuencia los reprenden porque algunos clientes no alcanzan a comprar .
Pero la jornada es extensa, y aunque el gusto por el trabajo es evidente, el trabajo que empieza a las tres de la mañana se prolonga hasta las 7, o 7:30 de la noche, según el pico y placa del renoleto, el carro que algún día se conoció como el “carro colombiano” siendo su origen francés.
El mismo que tantas veces se enreda en el trancón de las calles bogotanas en especial en la ruta de la Avenida Cali, que usualmente atraviesan don Wilson y su familia, para llegar al lugar venta en cercanías del colegio de las niñas pequeñas que integran el núcleo familiar.
La sección Por fuera del trancón en el espacio En medio del trancón:
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