Eran como las cuatro de la tarde, yo en uno de esos sitios del centro de Bogotá que huelen a cerveza y a libros viejos. Esa conversación romántica acompañada de un Henry Fiol en el fondo, se vio interrumpida por los sonidos intensos del bajo y la batería. Por un momento retrocedí a los años de infancia, eran justamente las 1280 Almas, en un miniconcierto organizado en un local cercano, con el fin de invitar al lanzamiento de su nuevo disco, las que me hacían volver a esas primeras reflexiones de colegio sobre la libertad, la rebeldía.
Sonidos un tanto sucios del rock colombiano que en los 90 lograron cautivar a una generación sin muchas certezas, sin muchas cosas de que agarrarse al mundo, pero con toda la energía para no dejarse derribar del violento acontecer nacional del momento.
Eran tiempos oscuros, el narcotráfico, Pablo y sus carros bomba, la constitución del 91, Colombia en el mundial de Estados Unidos, pero con mártir a bordo, por televisión vemos en directo la guerra de Irak, por disposición de Bush padre, también es común ver en entrevistas y portadas de revista los “prohombres” que trajeron las llamadas Asociaciones Comunitarias de Vigilancia Rural (CONVIVIR) con las que nos prometieron “la paz y armonía en los sectores rurales”. No había salida, el proyecto paramilitar que desataría casi el 70% de las masacres hoy conocidas, tendría su mayor auge en esos años y ya no sabemos hasta cuándo.
Los 90 fueron años de búsquedas ingenuas y creativas más allá de lo consiente, (como ellos mismos lo expresan). Así se puede retratar esos años que paradójicamente también fueron gloriosos para el rock colombiano. Por supuesto, allí en un lugar agridulce del corazón, siempre estuvieron las 1280 Almas.
Para ellos, la literatura negra, la realidad social, su lugar como sujetos populares, hace parte de la inspiración. Influenciados por la salsa, el rock y en general la que llamaríamos la música comprometida, este grupo de amigos, algunos salidos del INEM de Kennedy, construyeron esta propuesta musical con un poco de los sonidos caribeños, un tanto de ese rock anarquista y radical Vasco que rompió los oídos de los jóvenes en los 80 y hasta los sonidos del descontento punk.
Hoy siguen convencidos de su lugar en el mundo, de su trayectoria en el rock colombiano, entienden que sus canciones deben producir emocionalidad, pero también una reflexión conectada con el mundo, con los dolores de sectores no privilegiados por la economía de mercado, por la búsqueda irremediable de la libertad y la autonomía, siempre solidarizados con las resistencias.
Conservan la “alegría por encima de la tristeza”, como una concepción del mundo que se ha colectivizado desde sus letras y ritmos festivos, en un grito que invita a la esperanza, a no bajar la guardia y a seguir construyendo de manera creativa nuestras luchas del presente.
Conversando sobre todo esto, estuvieron Juan Carlos Rojas (bajo) y Francisco Nieto (guitarra) en las Voces en Movimiento, en un programa donde invitan al lanzamiento de su nuevo disco Marteko Euriak, “Una fiesta digna de un disco que hemos hecho a toda conciencia” y que da cuenta de la madurez musical y temática de las 1280 Almas de hoy.
Un programa cargado de música y retorno a lo fundamental, a lo político que hoy tanto hace falta y una dosis de humor inspirada en las jugadas de la selección Colombia, la otra, esa que no fue al mundial pero que hará presencia por los próximos cuatro años.
El lanzamiento de la producción Marteko Euriak, se realizará el próximo sábado 7 de julio en el Auditorio Mayor (antiguo DownTown Majestic) en la Calle 23 6-19.
Las boletas se consiguen en La Coneja Ciega y en la librería Los Lanzallamas. Para información al 7654848.