Por: Norma Elizabeth Pinzón Ávila
Infierno
Colombia, un país que arde. La ignominia diaria a la que se ven sometidos los derechos civiles, políticos, sociales y culturales, nos convierten en un infierno permanente. Un lugar en donde las llamas nos queman, mientras todos y todas celebramos ese fuego.
En los últimos meses también ha ardido la naturaleza. Desde el 16 de diciembre hasta el 2 de marzo de 2020, se han presentado 769 incendios forestales. Magdalena, Vichada, Cesar, Córdoba, Bolívar y Cundinamarca, han visto consumidas 25.700 de sus hectáreas.
El pasado jueves 5 de marzo, estuvimos hablando en las Voces en Movimiento sobre los incendios forestales. Más allá de los evidentes y escasos recursos de los municipios y las veredas, para atender estas situaciones que incluso han generado personas lesionadas, como sucedió en el municipio de Quetame, departamento de Cundinamarca; esta compleja discusión por la naturaleza, el medio ambiente y el territorio, ha sido convenientemente contada.
Pese a que la mayoría de estos incendios han sido enfrentados por comunidad campesina que habita en la ruralidad (más del 80% según cifras del DANE), la compleja situación no ha trascendido del discurso institucional que argumenta que estos incendios han sido producidos por las disidencias de las FARC, en cabeza de alias Gentil Duarte y Alias Calarcá.
Estas declaraciones en boca de funcionarios como el actual ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, agudizan la ya, de por sí, difícil situación de los procesos organizativos en los territorios, y estigmatizan el trabajo de líderes y lideresas sociales que siguen muriendo a diario, por una mano invisible pero certera.
Al respecto, Carlos Rodríguez coordinador de la Mesa de Organizaciones Soles de la Macarena relató a los micrófonos de Voces en Movimiento, el modo en que históricamente los y las campesinas de territorios como los llanos del Yari han sido víctimas de diferentes rótulos por parte de los gobiernos de turno, pasando desde la década de los 60´s de ser “chusmeros” a “bandoleros”, “narcotraficantes”, y posterior a los diálogos de paz de Andrés Pastrana entre 1999 y el 2002 “guerrilleros”.
Rodríguez manifestó ver con sorpresa el boom mediático que los incendios de lugares como La Macarena, han cobrado en la agenda pública nacional; pues muchos de ellos, se desarrollan como parte de las prácticas históricas de los campesinos y campesinas en temas como siembra de cultivos y pequeña ganadería, que se practican en los territorios.
Entonces, ¿no está pasando nada en La Macarena?
Este territorio ha resistido desde hace décadas a los embates del conflicto armado que, para ellos, aún no termina. En la actualidad, los nuevos colonizadores o terratenientes, están siendo expropiados por entidades como Parques Naturales, argumentando que estos terrenos son áreas protegidas.
Cabe aclarar que estos nuevos colonizadores, buscan usar estos territorios para la siembra de hoja de coca y la ganadería expansiva, argumentando que la siembra de productos alimenticios no es tan rentable.
Además, las disidencias de las FARC consideran este lugar, como corredor entre los departamentos de Meta y Caquetá dada su espesa vegetación, para el tránsito de insumos en la producción de estupefacientes.
Desde Voces en Movimiento reiteramos que la lucha por el territorio es un dolor colectivo; que aún arden los movimientos campesinos por las múltiples injusticias y violaciones de los derechos humanos; que nos encendemos por decir la verdad y respetar la tierra; porque en medio de las cenizas, hay vida.