El pasado 25 de agosto se conmemoraron 70 años del derecho al voto femenino en Colombia. Según la Registraduría Nacional del Estado Civil, “el derecho al voto de la mujer fue aprobado el 25 de agosto de 1954 mediante el Acto Legislativo No. 3 de la Asamblea Nacional Constituyente, bajo la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla. Este hecho se consolidó como un gran triunfo para el género femenino, aunque en ese momento no hubo elecciones”. Sin embargo, a pesar de este avance, las mujeres siguen enfrentando estigmas en la sociedad.
A lo largo de la historia, el papel de las mujeres en Colombia ha estado limitado. Movimientos sociales, la educación y el trabajo de la prensa han sido fundamentales en la lucha por reformas y una mayor participación femenina. Un ejemplo es la Unión Feminista Nacional, establecida en 1930, que promovió causas como la educación, el trabajo y los derechos políticos, allanando el camino hacia el sufragio.
Daniel Camilo Pineda Novoa, licenciado en Ciencias Sociales y especialista en pedagogía de los derechos humanos de la UPTC, destacó que durante años, tanto la sociedad colombiana como muchas mujeres no estaban completamente de acuerdo con la instauración del derecho al voto. El activismo político, la presión de algunos partidos y el apoyo de ciertos sectores sociales fueron cruciales para que las mujeres se prepararan para desafiar su papel limitado.
“Una de las principales barreras que enfrentaron las mujeres en esa época fue el machismo, que persiste en nuestra sociedad como una costumbre difícil de erradicar. Además, la relegación al hogar y a los conventos ha sido una limitación importante; históricamente, las mujeres han sido consideradas intelectualmente inferiores a los hombres, lo que resultó en la negación de su derecho a opinar y participar en la política”, comentó Pineda.
Durante el proceso hacia el sufragio femenino, no solo los hombres consideraban incapaces a las mujeres; también instituciones como la Iglesia Católica y sectores conservadores argumentaban que el voto femenino podría desestabilizar el orden social, lo que generó una fuerte resistencia por parte de los partidos tradicionales.
Pineda explicó que las reacciones de diversos sectores políticos y religiosos fueron encontradas. “Cada vez que surge cualquier tipo de polémica relacionada con la mujer en Colombia, se generan divisiones. En el contexto de la violencia bipartidista, el sufragio femenino polarizó aún más al país, ya agobiado por la violencia, la masacre de las bananeras y la Guerra de los Mil Días. Gran parte de los liberales y sectores progresistas apoyaron el voto femenino como una oportunidad para modernizar el país, mientras que los conservadores y la Iglesia Católica se opusieron, sosteniendo que no contribuiría al orden social y familiar”.
La participación de las mujeres en las elecciones de 1957 tuvo consecuencias inmediatas. No solo consolidó el gobierno de Rojas Pinilla, sino que también fortaleció la legitimidad del plebiscito de 1957 y propició la creación del Frente Nacional, permitiendo la alternancia del poder entre los partidos tradicionales. A pesar de este avance significativo, Pineda concluyó: “La sociedad colombiana aún tiene una deuda considerable con las mujeres, ya que no se les ha otorgado plenamente lo que por ley y derecho humano merecen”.
Pineda enfatizó que en una sociedad machista y conservadora, profundamente influenciada por la Iglesia Católica, las mujeres fueron relegadas al ámbito del hogar y a los conventos, limitando su desarrollo en los contextos académico, social, político y económico. Esta situación generó la necesidad de que las mujeres iniciaran movimientos de reivindicación, luchando por su inclusión y derechos de manera libre y justa, a veces incluso violenta.