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Entre risas y llanto, entre guerras y descanso

Por: Anlly Vanesa Flórez Duarte

A los 70 años el señor Esaú de Jesús Flórez Benítez recuerda cómo, en 1948 cuando nació, comenzó una guerra entre godos y cachiporros, (actualmente conservadores y liberales). El padre de Esaú, Antonio Flórez, tuvo que huir hacia las selvas de Murri, junto con su familia, donde su padre y hermanos entraron en guerra.

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Esaú, en medio de risas relata cómo eran las armas en ese entonces:

Eran escopetas de chimenea, lo maluco es que mientras se hacía un disparo había que esperar entre 5 a 10 minutos para volver a cargarla”. Mientras tanto los enemigos los podían atacar si tenían su escopeta cargada. Como en ese entonces no existían los aviones de ayuda, les tocaba si o si con su escopeta de chimenea.

Los liberales tenían dos capitanes llamados Franco y El Gordo; “Eran amigos de mi papá, y mi papá peleaba con ellos y con un hermano más grandecito que yo, Leonardo”, dice Esaú.

Con sus 20 años Leonardo peleaba y luchaba por defender a sus hermanos más pequeños, entre ellos Esaú con 3 años. La rivalidad entre liberales y conservadores demoró en acabar, a pesar de que los godos tenían mejores formas de atacar, siendo ellos de la política y los liberales campesinos.

A los campesinitos les tocaba muy duro, pues siempre tenían que correr hacia la selva por la mortandad tan impresionante que era constante, fue cuando mataron a los tíos míos “Pepe y Pacho. Pero llegó el General Rojas Pinilla y ese acabó con la guerra”, dice Esaú con una leve sonrisa de satisfacción en su rostro.

Pasaron los años y Esaú ya había estado casado y tenía hijos, hasta que con 37 años se enamoró de una jovencita de 16. Se fueron a vivir juntos a Dabeiba, Antioquia. Por esa época comenzó la guerra entre guerrilleros y paramilitares, la guerra del 88 que afectó a Colombia, pero en particular a pueblos y veredas de Antioquia como Dabeiba, Urrao, Urabá, Murri, Pechinde, Carabutica, Platanares, Chocó, Montería, etc.

La guerrilla empezó a matar gente para sacarla de sus territorios. Carlos Castaño, el primer paramilitar que operaba en Córdoba, comenzó a buscar gente para formar un grupo armado. Como Esaú era médico naturista, cuando cualquier integrante de los 2 bandos estaba enfermo acudían a él.

Hace ya 30 años un grupo de guerrilleros llegó por Esaú a la casa diciendo que lo necesitaban para una consulta, pero que por favor los atendiera afuera. En casa se encontraba Emilse, su esposa y Yeison de un año, el primero de sus cuatro hijos. Emilse les respondió que Esaú no podía salir porque se acababa de echar un baño caliente, y que si salía eso le podía hacer daño. Esaú, que escuchaba la conversación, se imaginó lo que estaba a punto de suceder.

Al salir se encontró con la guerrilla, quienes le dijeron que irían cerca de la casa, pero en verdad se lo llevaron al monte para obligarlo a arrodillarse y colocarle un arma en la cabeza. Esaú recuerda que lo sacaron para matarlo porque una señora lo envidiaba por la casa que él tenía y de la que quería despojarlo, la única de cemento que había en medio de las otras casas que eran de tablas.

Esta señora le hizo la vida imposible a Esaú, a tal punto que para sacarlo de su propiedad le dijo a la guerrilla que él era un sapo y que trabajaba con la ley, en tanto que a la Policía le dijo que él era un sapo que auxiliaba a los guerrilleros, recuerda Esaú haciendo un gesto de tristeza en su rostro.

Mientras permanecía de rodillas en ese monte, con el arma en la cabeza, el guerrillero le decía: “Qué lástima hermano, usted nos caía bien porque pensábamos que no se metía con nadie”. Esaú no respondió nada, solo empezó a rezar y a pedirle a Dios que lo ayudara para que nada malo le pasara.

– “De inmediato empiezo a hacer mis oraciones de preparación y a exclamarle a Dios que no me desamparara”, dice Esaú con sus ojos empañados y una sonrisa en su rostro.  “Después de media hora me soltaron y me dijeron que me fuera rápido, que yo tenía un ángel en el cielo que no dejaba que nada me pasara”. Regresó a su hogar sonriente.

En septiembre de 1998 Esaú y su familia fueron desplazados por la guerrilla, no soportaban más la violencia, a tal punto que se vieron obligados a dejar su casa para escapar hacia la ciudad de Medellín.

| Nota del editor *

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