La cultura occidental ha impuesto ideas que durante años y años las personas del común hemos seguido, de manera consciente o inconsciente. A gusto o en rebeldía. Pero igual, por ser ideas dominantes, son las que dominan.
Sobre el tema escribió la periodista y novelista española Rosa Montero, en su columna de El Colombiano bajo el título, Esclavos de las ideas dominantes.
Para el caso, usa el ejemplo de una mujer mayor que mientras cuenta distintas maneras en las que ha sido cuestionada, o discriminada, se va quitando la ropa para mostrarse en excelente estado físico. En una condición equiparable a la de mujeres jóvenes. Es decir: la idea dominante es que la belleza de la juventud tendría que acompañarnos aún con el paso del tiempo.
Los esquemas de belleza dominan y tras de ellos se esconde todo un mundo de comercio y consumo. Es también el motivo por el cual la publicidad en horario triple A promociona productos de maravilla. Un mercado dirigido en especial a las mujeres: otra idea dominante.
La columna de Montero concluye: Me temo que estamos tan domesticados, tan sometidos al yugo de los valores dominantes que ni siquiera somos capaces de percibir las verdades más obvias, a saber, que por lo general las mujeres reales lucen diversos grados de barrigas, barriguitas y barrigotas; que las carnes se mueven, se ablandan, se ondulan; que los pelos ralean; que las mejillas se caen. Que hay muchísimas chicas de 20 años que jamás tendrán un vientre tan liso como el de esa hermosa señora de 60. Y la reflexión que más me angustia: si somos tan ciegos ante algo visualmente tan obvio, si estamos tan uncidos a la dictadura de lo convencional, ¿no seremos también unos cabestros en otros valores más sutiles? Esclavos de las ideas dominantes sin saberlo.