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La pantalla se encendió: El juego del poder en Colombia disfrazado del nacimiento de la televisión

En sus inicios, la televisión fue un espectáculo limitado; las transmisiones llegaban solo a unos pocos hogares de Bogotá y alrededores, pero la fascinación que despertaba trascendió su alcance. Echamos un vistazo al momento político de la época.

Por: Sharit Valentina Albino Vargas. 6.º semestre


El 13 de junio de 1954, durante el gobierno militar de Gustavo Rojas Pinilla, se inauguró por primera vez en la historia de Colombia: la televisión. Esta llegó con fines netamente políticos, pues Rojas Pinilla se abanderaba este hecho, asegurando que la televisión sería implementada para la expansión de la educación pública.

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Rojas Pinilla encargó de esta tarea al director general de la Radiodifusora Nacional, quien después de un largo periodo consiguió emitir el primer aniversario del golpe militar que llevó a Rojas al poder. Esta sincronía no fue casual; la transmisión, bajo el control del Estado, se usó como un megáfono para amplificar las virtudes del régimen.

En aquel tiempo, los colombianos se cuestionaban ¿era la televisión una ventana hacia un país más moderno o simplemente un espejo que reflejaba las ambiciones de un líder? En consecuencia, la llegada de la televisión a Colombia reveló, por un lado, que la tecnología puede ser capturada por intereses políticos; y, por el otro, como una herramienta estratégica para la consolidación del poder.

Gustavo Rojas Pinilla supo explotar su potencial a través de la televisión como medio para construir una narrativa de progreso y cercanía con el pueblo. En sus inicios, la televisión fue un espectáculo limitado; las transmisiones llegaban solo a unos pocos hogares de Bogotá y alrededores, pero la fascinación que despertaba trascendió su alcance. La televisión ofrecía una mezcla de cultura, educación y propaganda, cuidadosamente diseñada para consolidar la imagen de un gobierno progresista. Sin embargo, detrás de estas emisiones pioneras no solo se escondía un propósito más profundo: el control de la narrativa pública, sino que limitó significativamente la capacidad de los medios para actuar como un fiscalizador del poder. El medio fue diseñado para reforzar la narrativa oficial, silenciando perspectivas disidentes. Esto dejó al periodismo en un papel secundario, como un eco y megáfono del gobierno.


El monopolio estatal de la programación restringió la libertad del periodismo informativo, generando un espacio donde las voces opositoras prácticamente no existían. Este uso estratégico de las transmisiones en la televisión nacional fueron las bases para una relación tensa entre política y medios de comunicación, una tensión que sigue vigente, pues los medios se limitan a informar desde su influencia política, sometiendo el periodismo a fines idealistas y partidarios, desviándose del propósito de informar de manera independiente y crítica.

Con el tiempo, la televisión en Colombia se diversificó, y los canales privados trajeron mayor pluralismo y competencia. Pero la llegada inicial de la televisión, por más revolucionaria que alardee ser, nunca fue neutral y dependía de quien la controlara, de quien estuviera en el poder, sus conexiones políticas y cómo utilizarla a su favor.

Hoy, en un mundo donde las redes sociales replican y amplifican muchas de las dinámicas que vimos con la televisión en sus inicios, el desafío sigue siendo garantizar que estos espacios sirvan al interés público y no solo al del poder. La censura, ya sea explícita o disfrazada bajo el pretexto de moderar contenidos, es uno de los mayores desafíos de este entorno digital. Las decisiones sobre qué información se permite o se bloquea recaen, muchas veces, en empresas privadas con intereses económicos y políticos, lo mismo que sucede en la televisión y demás medios de comunicación.

La televisión, al igual que otros medios, tiene un doble potencial, puede ser un faro de verdad o un instrumento de manipulación. En manos de intereses políticos, se convierte en un medio para moldear la opinión pública, más que para informarla. Esta dinámica ocurre tanto en los regímenes autoritarios como en las democracias ya que el periodismo enfrenta presiones económicas y políticas que limitan su independencia.

Sin embargo, el problema no radica exclusivamente en el control directo de los medios por parte de los gobiernos, sino también en las dinámicas más sutiles de influencia. La dependencia de la publicidad estatal, las alianzas empresariales con intereses políticos y el miedo a represalias han llevado a que muchos periodistas y medios cedan en su misión crítica; en lugar de buscar la verdad, los contenidos se ven moldeados por influencias externas, dejando a la ciudadanía con una visión incompleta, sesgada o incluso falsa de la realidad.


En consecuencia, la situación deja un panorama desolador pues proteger al periodismo de estas influencias para que cumpla su rol como el “cuarto poder” implica fortalecer las garantías para el ejercicio libre del periodismo, promover modelos de financiamiento independientes y educar a la ciudadanía para que exija un periodismo responsable y transparente. No obstante, el panorama evidencia que este propósito se ve muy alejado de la realidad en Colombia.

Con lo dicho, es imperativo que los medios no deberían limitarse a ser simples transmisores de información desde las esferas de poder puesto que su propósito es servir como un puente entre los hechos y la sociedad, con independencia, rigor y ética. Si se someten al poder político, no solo traicionan esta misión, sino que también ponen en riesgo la salud democrática de una nación. Por lo tanto, solo cuando los medios recuperen su compromiso con la verdad, podrán ser un instrumento real de cambio y empoderamiento social.


Finalmente, avanzar hacia un periodismo que cumpla su rol en la democracia, requiere promover condiciones que permitan su independencia, incluyendo modelos de financiamiento alternativos, garantías legales y mayor acceso a la educación mediática en la sociedad. Solo cuando el periodismo logre liberarse de las influencias políticas y económicas, podrá recuperar su misión como vigilante del poder y defensor del interés público. En un mundo donde la información es poder, proteger la libertad y la ética en los medios no responsabilidad compartida por toda la sociedad.

| Nota del editor *

Si usted tiene algo para decir sobre esta publicación, escriba un correo a: jorge.perez@uniminuto.edu

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