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La vida actual: entre el consumo que humaniza y el consumo que hastía

Escrito por Giovanny Ramírez, estudiante de Licenciatura en Filosofía

Existe un adagio popular que reza: “la necesidad es la madre de la invención” y tiene mucha razón. Una ojeada hacia la historia comprueba que han sido las necesidades las que han movido al hombre a crear, a inventarse herramientas, productos que no sólo faciliten, sino que enriquezcan la vida. Ante una necesidad física como la de alimento, creó herramientas de caza, descubrió el fuego y combinó una serie de elementos que hicieron que “matar el hambre” fuera cada vez más sofisticado. A nivel práctico también recurrió a la creatividad para producir elementos que facilitaran la vida. El vestuario, la rueda, el teléfono, la imprenta, son sólo algunos ejemplos básicos de ello. Con todo, no se quedó allí y a medida que fue ampliando sus propios límites y posibilidades descubrió una necesidad que va más allá de lo práctico y lo biológico: la necesidad estética.

El arte y las diferentes manifestaciones culturales son muestra de que el hombre no sólo produce para satisfacer necesidades inmediatas o funcionales, sino que se eleva sobre esta inmediatez para crear un mundo espiritual donde el goce estético se convierte en condición de posibilidad para forjar la propia vida como una obra de arte. Así, lo que pudo ser el cumplimiento de una necesidad biológica se convirtió, siguiendo con el ejemplo, en todo un arte culinario, o en diseños cada vez más bellos en objetos útiles; y más aún, en la creación de obras estéticas que amplían los horizontes de sentido de una vida verdaderamente humana. De manera que puede decirse que el hombre es sus necesidades y los modos de satisfacerlas.

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¿Es, entonces, el consumo algo negativo?, ¿el placer que producen los objetos materiales y estéticos debe satanizarse y ser relegado de una vida que se quiera realmente plena?, ¿habrá que mantener una visión dualista en donde el placer de la vida, (¡de esta vida!), del goce material y espiritual en este mundo, debe reprimirse en pro de un reino de felicidad en otro mundo, o de una vida futura?, ¿puede la felicidad comprarse en una tienda? Adolfo Agundez Rodríguez, es un pensador que, desde la propuesta de Filosofía para Niños, aboga por una educación del consumo en la que los sujetos reflexionen en esta dirección y se cuestionen acerca de la propuesta de “vida dichosa” que está haciendo el capitalismo. Su apuesta no es por una sociedad sin consumo, pues esto es inherente a la condición humana; antes bien, se trata de una ética del consumo o del buen consumo; diametralmente opuesta a las lógicas del consumo irreflexivo, descomunal y ensimismado de las sociedades contemporáneas.

De modo que a la pregunta de si se debe condenar el consumo, Adolfo nos cuenta que lo primero es tener en cuenta una serie de elementos que entran a jugar en la construcción de la identidad, de las relaciones sociales y, en definitiva, de la propia vida. Sin duda, el hiperconsumo en el que están inmersas las sociedades contemporáneas, nos habla de un desequilibrio a todos los niveles en el que los daños pueden evidenciarse desde las subjetividades y las corporalidades particulares, hasta los grandes daños ambientales. Es por tanto una crítica a ese consumismo que falsea la dicha de vivir, y no al consumo mesurado de objetos que hacen más fácil y grata la vida. Una mirada al consumismo y su relación con el tedio, la degradación y el empobrecimiento de la vida en general, al tiempo que nos invita a darle un lugar a la reflexión, de modo que se pueda poner freno a esta locomotora consumista que nos está conduciendo de manera solapada hacia el suicidio colectivo.

Conduce Víctor Rojas, Valkyria Bernal y Paula Rodríguez

| Nota del editor *

Si usted tiene algo para decir sobre esta publicación, escriba un correo a: jorge.perez@uniminuto.edu

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