No. 1: El largo y difícil camino para la paz
Sin duda, la noticia de la década en Colombia fue la desmovilización de la insurgencia más antigua del continente, las FARC, después de casi sesenta años de lucha armada contra el Estado colombiano que causaron miles de victimas, heridos, mutilados y desaparecidos, así como lo fue su incorporación a la vida política del país luego de la firma del Acuerdo de Paz en Cartagena y posteriormente el del Teatro Colón en Bogotá, ante la sorpresiva derrota que tuvo las negociaciones en el plebiscito convocado para refrendar los acuerdo finales con dicha estructura armada.
Todo lo que significo el hecho de que posterior al fracaso que tuvo el primer intento de acordar la Paz entre el Estado y el grupo guerrillero en el Caguán, el hecho de que nuevamente el gobierno, ya en manos de Juan Manuel Santos (quien como ministro de Defensa le dio certeros golpes a este grupo armado como, por ejemplo, el rescate de la excandidata presidencial Ingrid Betancourt junto a tres contratistas norteamericanos y un grupo de militares y policías o el abatimiento de sus máximos lideres como alias ‘Raúl Reyes’, alias ‘El Mono Jojóy’ y alias ‘Alfonso Cano’) buscara la paz dialogada con el secretariado de las FARC que lideraba Rodrigo Londoño Echeverri o Timoleón Jiménez, alias ‘Timochenko’, avivó un nivel de polarización nunca antes visto en el país, mismo que se mantiene hasta nuestros días.
Cuando muchos vaticinaban que estos diálogos volverían a fracasar, ambas partes dieron pasos significativos para darle la esperanza a los colombianos que sí era posible vivir en una nación en paz. Sin embargo, los obstáculos que se presentaron en el camino pusieron en tela de juicio esta posibilidad. La oposición de varios sectores políticos como el que representa el expresidente y hoy senador Álvaro Uribe, así como el rencor generalizado de buena parte de esta sociedad que mantiene vivo el dolor de las tragedias cometidas por esta organización al margen de la ley en su momento, hicieron más difícil la consecución de este proceso. Esto quedo evidenciado en el resultado del plebiscito en el que el ‘No’ ganó con un contundente 50,21%.
No obstante, a pesar de los altibajos de este proceso, que duró cuatro años, la paz, al menos con esta insurgencia se dio a mediados de 2016. Lograron tener un espacio en el Congreso de la República con diez curules repartidas entre las dos cámaras que se mantendrán vigentes hasta el 2026, los guerrilleros rasos adelantan actualmente su proceso de reincorporación a la vida civil, aún con las dificultades que este proceso implica y como resultado de este proceso, que ha sido tomado como modelo mundial para la resolución de conflictos civiles, Colombia ha empezado a registrar un renacer representado en la confianza que el mundo le ha dado y el crecimiento que el país ha consolidado en estos últimos años.
No obstante, aún hay un gran cuello de botella para que la paz se consolide plenamente en el país. El fin del proceso de paz con el ELN, el regreso a las armas de un grupo significativo de miembros de las FARC, la disputa por los territorios y las rutas de tráfico de drogas que éstas dejaron por parte de bandas criminales, grupos disidentes y los carteles de la droga mexicanos, la ausencia estatal en varios territorios y los casos de asesinatos contra líderes sociales y desmovilizados de este grupo ilegal, entre otros factores, han sido los principales problemas que han torpedeado el éxito total de este proceso y que se espera sean resueltos por ambas partes en el transcurso de la década venidera.
No. 2: Colombia en las calles
El descontento ciudadano generalizado en todo el país ha sido, sin duda, uno de los factores más marcados a lo largo de la década. Los ciudadanos, en especial los más jóvenes del país, se han tomado las calles durante estos diez años ante el agotamiento que les ha generado la ausencia y el olvido estatal frente a temas de vital importancia como lo son la educación, las pensiones, el acceso a la salud, la falta de empleo y la inseguridad, entre otros.
Prueba de ello son los seis paros de docentes, el paro camionero, el agrario, el de taxistas y transportadores, además del universitario y el recientemente bautizado ‘Gran Paro Nacional’. Muchos de ellos lograron llegar a diálogo con el alto mando de la nación y obtener acuerdos con los gobiernos de Juan Manuel Santos e Iván Duque. Otros simplemente han fracasado, ya sea porque no se llegan a cumplir los acuerdos pactados o por el incumplimiento de alguna de las partes.
No obstante, a pesar de la voluntad de los organizadores de estas iniciativas, para buscar mejorar las condiciones de vida de los colombianos desde distintas orillas, estas movilizaciones han terminado empañadas por el surgir de la violencia, el aprovechamiento de las mismas por parte de sectores políticos que buscan obtener réditos de su apoyo o recriminación a estas manifestaciones y el cargado aire de tensión, fruto de la polarización política vigente, lo cual ha abierto más la brecha entre los ciudadanos de todo el país.
El papel que han jugado los encapuchados, los movimientos estudiantiles, sindicatos, asociaciones civiles, fuerzas políticas e incluso, la fuerza pública (que ha quedado en entredicho debido a varias acciones por parte del Escuadrón Móvil Anti-disturbios de la Policía Nacional) a quienes también se les han sumado personajes de la vida pública como políticos, pensadores, artistas y hasta periodistas, han creado el caldo de cultivo perfecto para profundizar la grieta social entre todos los sectores de la sociedad y que han desencadenado en brotes de violencia contra todo aquello que represente diferencia.
Aunque la máxima de estas manifestaciones es la no violencia, al fin, todas estas protestas, que son validas de acuerdo a lo que establece nuestra Constitución, han quedado relegadas a actos reprochables que desfiguran el propósito de las mismas y les ha implicado la pérdida de apoyo significativo por parte de la ciudadanía.
El reto que tendrán, tanto el Gobierno como los manifestantes, en la próxima década será lograr dirimir sus diferencias y llegar a acuerdos claros, aplicables y que estos se cumplan a cabalidad, con el fin de mejorar la calidad de vida de los colombianos y romper definitivamente el circulo de violencia y odio generalizado que se evidenció a lo largo de estos diez años en el país.
No. 3: La década de la corrupción
Una de las principales características que marcó esta década fue el amplio número de escándalos de corrupción en todo el mundo, de la que Colombia no ha quedado por fuera, aunque no con consecuencias tan drásticas como las que se han registrado en gran parte de América Latina.
Desde los distintos casos de cartelización registrados en el país (siendo el más significativo el del Cartel de la Contratación que le cobró el puesto al entonces alcalde de Bogotá, Samuel Moreno Rojas), pasando por las gabelas judiciales del exfiscal anticorrupción Luis Gustavo Moreno hasta la amplia presencia de la multinacional brasileña Odebrecht en la obtención de jugosos contratos de obras públicas aún sin concluir, todos han tenido en común la tibia reacción del aparato judicial colombiano, el arrinconamiento en el que estos procesos han puesto a la clase política y el descontento generalizado de la ciudadanía ante la impunidad en el que muchos casos han terminado.
Ningún sector de la sociedad ha salido bien librado de los escándalos de corrupción y otros líos judiciales que han brotado en la última década como lava incandescente. La política, la economía, la justicia, el control fiscal e incluso, el deporte y la farándula han sido alcanzados por los tentáculos de la corrupción, lo cual ha abierto el debate sobre qué tan permisivo ha sido el país respecto a la colusión y otros delitos relacionados.
El reto principal que tendrá todo el país para los próximos diez años será el de cómo contrarrestar efectivamente el flagelo de la corrupción, que ha desmejorado la calidad de vida de los colombianos del común, así como también se deberá revaluar la forma en que todos los estamentos sociales de la nación han tenido que ver con este flagelo, a fin de poder combatirlo plenamente desde los núcleos primarios de la sociedad para así lograr triunfos significativos frente a este mal generalizado a nivel mundial.
No. 4 Los niños pagarón por nuestros errores
Entre los casos más estremecedores de crímenes ocasionados durante la última década, los niños fueron los que pagaron el precio más alto. Casos significativos como el de Yuliana Samboní, los hermanos Vanegas Grimaldo, Paula Nicole Palacios, Cristo José Contreras, los niños calcinados de Fundación, Magdalena, y los que fueron hallados en el bombardeo contra disidencias de las FARC, entre otros, quedaron tatuados en la memoria nacional.
Que los menores terminaran inmersos en el contexto de violencia que se ha apoderado del país, ha suscitado la ira ciudadana y la preocupación de los órganos estatales frente al incremento de la violencia contra los más nobles, sujetos de la sociedad, el cuál, según cifras del Instituto Colombiano de Bienstar Familiar, este 2019 se ha incrementado al 41%.
Garantizar la vida de los menores, específicamente en las zonas donde aún es latente el conflicto armado, así como el ejercicio de sus derechos será el reto primordial de todos los actores de la sociedad frente a quienes serán el futuro de la nación.
No.5 El renacer de los caudillos
La polarización política originada en los primeros años de la década fue la constante durante los últimos diez años, pero esta candela se ha mantenido ardiente ante la presencia de dos figuras políticas que han marcado estos últimos años y seguirán dando de qué hablar.
Álvaro Uribe, quien ha aglutinado a toda la derecha inconforme con el rumbo del país después del acuerdo de paz, y Gustavo Petro, quien unifica a los sectores más duros de la izquierda con movimientos alternativos y distintas causas sociales, han sido los referentes marcados de esta época en lo que respecta a sacar a relucir las grandes y hondas diferencias sociales del país con sus discursos y sus posiciones nada conciliadoras.
Sin embargo, a pesar de que los dos dirigentes políticos y sus colectividades, el Centro Democrático y la Colombia Humana mantienen un importante caudal electoral, la tendencia de la ciudadanía se ha ido inclinando hacia alternativas más cercanas al consenso y la concentración como el caso de la Alianza Verde, el Liberalismo o los grupos significativos de ciudadanos, quienes han ido canalizando el descontento ciudadano y la forma en la que se ha estado haciendo la política en el país.
El reto de estos partidos tan diferentes en la esfera política colombiana será poder mantener a sus seguidores y aumentar su imagen positiva en la gente ante las elecciones generales del 2022, esto ante el escenario que ha dejado las últimas elecciones regionales en que la política tradicional y los dos partidos dirigentes de la bancada gubernamental (Centro Democrático) y la oposición (Colombia Humana) han ido perdiendo terreno frente a nuevos políticos de tendencias moderadas y disruptivas.
No.6 La explosión económica de Colombia
Con la consecución de la paz en Colombia, el mundo empezó a contemplar al país como un nuevo referente de oportunidades ante el declive de muchas de las potencias latinoamericanas para poder expandir sus potenciales mercados e implementar ideas innovadoras y disruptivas que han cambiado la forma de entender el empleo y el emprendimiento durante los últimos años.
El acelerado avance de la tecnología ha hecho que Colombia, aun con las complicaciones técnicas, legales y de prcedimientos que tiene, poco a poco haya encontrado su camino como el punto de referencia de las nuevas economías digitales. Amazon, Rappi, Uber, Cabify, Didi, WeWork y muchas otras marcas han servido de referencia para entender el rápido auge que tiene el país como eje operativo de la industria de contenido e información, además del acelerado crecimiento de uno de los sectores económicos más recientes y nada exento de polémica: las Industrias Creativas y Culturales.
El sector agrícola también ha tenido un alto repunte en el aporte económico a la nación ante el auge de las exportaciones de varios productos nacionales como el aguacate hass, el café, el maracuyá, el cacao, entre otros.
Aunque todo este auge de la llegada de empresas nuevas y el crecimiento del emprendimiento en el país, el panorama no ha sido muy alentador: el desempleo lejos de disminuir, aumenta, en parte ante la alta presencia de los migrantes que ofrecen su mano de obra por salarios bastante bajos, las personas con más preparación han salido del país ante la falta de oportunidades en plazas especializadas, varias compañías han cerrado sus puertas ante lo costoso que significa producir en este país, la constante inestabilidad social ha infundado el temor entre eventuales inversionistas y en el empresariado y la brecha para crear empresa en el país sigue siendo bastante amplia, por lo que los retos de esta nueva década será el aplicar los correctivos necesarios para que Colombia sea competitiva a la par que garantiza el bienestar de sus trabajadores.
No.7 Una visita llena de esperanza
En medio de la más álgida tensión política y social que vivía en ese entonces el país y del cual aun quedan secuelas, el Papa Francisco, máximo jerarca de la Iglesia Católica piso suelo colombiano en el 2017, con un contundente llamado a la reconciliación de los colombianos, a sanar las heridas del pasado y a buscar construir entre todos el mejor futuro posible para Colombia.
En su peregrinación por cuatro ciudades del país (Bogotá, Medellín, Villavicencio y Cartagena) uno de los más carismáticos líderes del catolicismo, dejó mensajes contundentes a los colombianos de no perder la esperanza, pensar en grande, de correr el riesgo, de perder el miedo y desprenderse de los rencores. Francisco exaltó la labor de los colombianos para querer lograr la paz: desde policías y militares hasta víctimas y victimarios del conflicto armado y exhorto al perdón, a la reconciliación, a cerrar las heridas que aún tiene abiertas este país.
El desafío para los colombianos que quedó después de la venida del Papa Francisco al país, y que prevalecerá por varios años más, es el de seguir las palabras que él dejo para todos: no perder la alegría y la esperanza, perdonar y reconciliarnos, proteger a la naturaleza como dadora de vida y a todos quienes hacen parte de esta tierra.
No. 8 El drama de la migración
El desaforado éxodo de ciudadanos venezolanos que han huido en los últimos cinco años de su país ante la fuerte crisis que la nación vecina registra desde el fallecimiento de Hugo Chavez y el ascenso de Nicolás Maduro, fue una situación que nadie esperaba en un continente que no estaba acostumbrado a recibir inmigrantes sino a exportarlos.
Cerca de dos millones de venezolanos han huido de la situación que se vive en ese país, han buscado refugio en Colombia y en el resto del mundo, pero nuestro país ha sido el refugio predilecto para miles de ellos por su cercanía geográfica y el hecho de poder mantener el contacto con los que dejaron atrás.
Más de cuatro millones de refugiados venezolanos según la ACNUR dan evidencia de la insostenible situación que el país suramericano ha estado desde las elecciones del 2012 hasta la actual disputa entre el gobernante Nicolás Maduro y el opositor Juan Guaidó, quien al presidir la Asamblea Nacional, asumió las funciones estipuladas en la Constitución creada por el Chavismo como mandatario interino y logró canalizar el descontento de los que se quedaron, el apoyo internacional y la cohesión de la ya fracturada oposición.
La situación de muchos de los emigrantes ha sido dispar: unos cuantos lograron el “sueño colombiano” logrando echar raíces y prosperar en nuestra nación, algunos han podido ubicarse en algún empleo sin opción de estabilidad, aprendiendo a sobrevivir al diario, otros han tenido que resignarse al desempleo, la dependencia de las ayudas humanitarias, la mendicidad obtener que optar por ejercer otras labores como la prostitución, la delincuencia y el crimen organizado.
Esto ha causado el exacerbamiento de los más fuertes sentimientos nacionalistas en varios países, ocasionando el disparo de los casos de racismo, xenofobia y aporofobia en gran parte de Latinoamerica, Colombia no ha estado exenta de esta situación.
El Estado Colombiano ha tratado de garantizar mejores condiciones de vida para quienes huyen de la compleja situación de la vecina nación, a la par que busca junto con varios países y organismos internacionales conjurar definitivamente la crisis interna que tiene Venezuela, pero la comunidad internacional ha empezado su retroceso ante la inacción y la falta de resultados en torno a una transición democrática.
El reto para el país, desde el Gobierno hasta la ciudadanía es más complejo de lo que se puede decir, ya que la situación de Venezuela lejos de mejorar tenderá a empeorar, con serios efectos colaterales para toda América Latina. Sin embargo, la solución momentánea será una mejor manera de integrar a estos refugiados a nuestra sociedad.
No. 9 La buena hora de Colombia
A pesar de los rezagos históricos que se mantienen en el inconsciente global, el rumbo de Colombia se ha ido enderezando en los últimos años y tuvo un impacto astronómico después del Proceso de Paz que se ha mantenido hasta el sol de hoy.
Con la confianza del mundo al país ha llegado la inversión, el turismo, las grandes producciones de Hollywood, los nuevos modelos de negocios y las celebridades, quienes han ratificado el potencial de nuestro país a futuro como proveedor de materias primas, recursos naturales, mano de obra e ingenio creativo para las nuevas necesidades del mundo.
También el buen momento que han tenido nuestros artistas, deportistas, científicos, académicos y representantes en diferentes campos de la sociedad han ayudado a incrementar la imagen positiva del país ante el mundo. una nación abierta para todos los visitantes que buscan nuevas oportunidades con la premisa de que el único riesgo aquí es el de quedarse.
Sin duda, el mayor reto que tendrá Colombia en la próxima década es transmitirle esa confianza radicada en el mundo a sus propios conciudadanos. El estallido de la crisis social en el país, que muchos no creían que tocaría suelo en estas tierras, fue un golpe certero para la imagen interna de la nación en todos sus estamentos. La próxima década será en la que Colombia tendrá el desafío de poderle garantizar a sus ciudadanos una estabilidad semejante a la de los extranjeros, y de lograrlo, será una oportunidad de oro para que el país emerja como una nación en desarrollo.
No. 10 Golpe a la autoridad
Esta década ha sido una constante de frustraciones como nación del que nadie ha salido bien librado. Una de las peores partes la han recibido los miembros de la Fuerza Pública quienes no solo han tenido que verse sometidos a la presión de los grupos irregulares, sino a la ira de sus propios conciudadanos.
Así como los militares y policías han perpetrado golpes certeros a la delincuencia, las instituciones estatales también han recibido una respuesta contraria pero igual de demoledora como el caso del atentado contra la Escuela de Cadetes de la Policía General Santander, a principios de este año, en el que murieron 22 oficiales y una cadete de la Policía ecuatoriana, el atentado contra una Estación de Policía en Barranquilla en el 2018 o la muerte en cautiverio de varios militares secuestrados como Libio José Martinez, además de las múltiples bajas de soldados y oficiales policiales.
Pero más lascivo para las fuerzas del orden que el enfrentar la tragedia en el cumplimiento de su deber, es el progresivo desprecio de gran parte de la sociedad a estas instituciones por acciones accidentales, desmedidas o desproporcionadas con las que han respondido a varias situaciones de alteración al orden público o en medio del respectivo acompañamiento a la protestas social en los últimos años.
Esto ha quedado certificado en el reiterado apoyo a la iniciativa de la bancada opositora en la que se le exige al gobierno la eliminación de cuerpos oficiales como el ESMAD y la reforma de la doctrina militar y policiaca ante las supuestas acusaciones de tortura, represión, uso desmedido de la fuerza, homicidio y desaparición forzada, entre otras.
La Fuerza Publica tendrá una dura tarea para volver a recuperar el apoyo ciudadano que ha recibido distintos sectores en los años venideros, además de tener que lidiar con las acciones de sus propios hombres, que también han sido su lado débil. Adicional a esto, tendrán que volver a ganarse, además de la confianza de la población, la de la opinión pública, que rápidamente pasó de expresarle su apoyo en tiempos de guerra a ser sus más certeros críticos y jueces en tiempos de paz.