Catalina Ruíz-Navarro es barranquillera. Vive en Ciudad de México. Estudió Artes Visuales y filosofía. Es columnista de El Espectador; fue Jefe de Redacción de la publicación Volcánica, y directora de Hoja Blanca.
Es una mujer exótica. Alta, delgada, de sonrisa amplia y vocabulario suelto. Habla rápido para explicar por ejemplo que su feminismo es Pop, tendencia que menciona con origen en la Teología de la Liberación que, como sabemos, fue impulsada por la iglesia católica disidente.
Dato curioso que nos acerca a una mirada más local en torno a la aplicación cotidiana de los derechos de las mujeres, opacados por el imaginario de poder masculino que han ejercido históricamente, padres, maridos, hermanos, amigos, y hasta compañeros de oficina, dice ella.
Porque en su opinión los hombres “cargan” a las mujeres no solo de tareas, sino de historias. Por una razón específica: ellos nunca se liberan del imaginario de la madre al lado, quien los cuida, consiente y los soporta en sus flaquezas. Igual que las esposas: los perdonan, en general “de lo que sea”.
Difícil tarea entonces, la autodefinición femenina. La misma que al tornarse feminista adopta el concepto de lo colectivo, trascendiendo lo personal. Un concepto al que incluso muchas mujeres tardan en llegar, porque el Estado mismo tiene e irradia la connotación del poder masculino, que controla a su favor.
Una obra interesante para –incluso- leer en pareja. Porque entender la condición de violencia que nos sigue rodeando, equivale a ponernos unas gafas de color violeta, que una vez puestas, ya son difíciles de quitar. Es decir: darnos cuenta de tantas triquiñuelas que esconden los imaginarios de poder masculino es doloroso y casi imposible de obviar. Por tanto, leer, aprender y aprehender en pareja es una opción.
Una opción en la que se imbuyen las más jóvenes.
Carolina Romero, de 23 años, egresada de UNIMINUTO, a quien de manera casual encontré en la fila de ingreso a la charla, expresó su interés por la autora, la corriente que promueve, y la forma en la que, desde lo cotidiano se intenta poner en práctica: