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Licorice pizza: Una refrescante y vibrante historia de amor sin tantos tonos rosa

Por: Daniel Rojas Chía

Son pocas las cosas que se recuerdan varias veces cuando perdura casi siempre la primera impresión, por ejemplo, el primer amor. Además, esa primera ocasión o experiencia se convierte en referente de otras cosas cuando es algo especial.

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Así es la novena película del director californiano Paul Tomas Anderson de la que también es escritor y director de fotografía. Licorice Pizza encuentra una narración que atrapa al espectador desde el primer plano y lo abraza completamente en unos ciento veintidós minutos de duración con una historia de amor que resaltan una vez más los característicos planos secuencia de Anderson, encaminando puntos de giro de manera magistral.

La cinta nos cuenta la historia de dos personajes y del cómo se enamoran. Alana Kane (Alana Haim) y Gary Valentine (Cooper Hoffman) se encuentran en el Valle de San Francisco en 1973 y viven su travesía hacia el primer amor y la cruel realidad de la vida adulta.

Es encantador como la cinta encuentra un ritmo dinámico con su muy acertada banda sonora que pasa desde Nina Simone, David Bowie o The Doors, entre otros. La puesta en escena de sus personajes y toda la dirección de arte la hace entrañable y siempre amable entre ese humor negro y sarcástico de sus personajes, los cuales evidencia una química difícil de encontrar.

Es allí donde Licorice Pizza encuentra su mayor virtud, el elenco. El debutante Cooper Hoffman interpretando a Gary, demuestra que el talento se lleva en los genes ya que su fallecido padre fue el brillante Philip Seymour Hoffman que dejó en muy en alto su memoria para forjar un nuevo y prometedor camino en la industria, desarrollando un personaje versátil, y de gran conexión con el espectador durante toda la cinta.

Pero se debe resaltar por completo a una impactante Alana Haim que interpreta a Alana Kane, ella resalta continuamente en la pantalla gracias a su presencia actoral y lo contundente de su personaje, recreando una química entrañable que impulsa un guión bien armado que hace no querer dejar de mirar, carburando tensiones muy bien construidas como la secuencia del teléfono en donde ninguno habla, allí se construye una tensión tan sutil como efectiva, la cual se lleva a cabo con éxito en toda la película. 

Cabe resaltar que los protagonistas se encuentran alejados de los cánones de belleza de Hollywood donde se busca evitar en muchos momentos ese modelo de secundaria desgastado del cine estadounidense, colaborando para que la historia encuentre esa refrescante visión que se mantiene tan vigente y que se nutre de personajes esporádicos que le entregan a la historia un impulso encantador haciendo que todo lo demás termine de encajar. Ese es el caso de la aparición de Sean Penn, interpretando a William Holden.  Sin embargo, cuando nada parece poder estar mejor, el maravilloso Tom Waits entra en escena interpretando a Rex Brau que crea una tensión tan atractiva entre los personajes principales como entre ellos mismos.

Paul Tomas Anderson logra llevar al espectador a una California soñadora del pasado y de la manera más amable en todas sus películas, haciendo una cinta fantástica con personajes maravillosos que le recuerdan a todo quien este mirando, esa melancolía entrañable del amor que invade todos los sentidos en una historia que nos recuerda los mejores y peores momentos vividos bajo ese estado misterioso y extrañamente poderoso como lo es el amor. 

Una cinta que se disfruta por completo y además se encuentra nominada a Mejor película, mejor dirección y mejor guión original para los premios Oscar 2022. Que la disfrute ¡salud!

| Nota del editor *

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