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Los efectos del confinamiento en la niñez, un asunto de sumo cuidado

Cuando apareció el Covid-19 y la consecuente medida de aislamiento en todo el país, desde marzo en Colombia, cambiaron las costumbres y las actividades de Gabriel, que también transformó la rutina de padres, que en muchos casos alteraron las conductas de millones de niños y niñas.

Por: Vanessa Katherine Piñeros

Gabriel Roa es un niño de ocho años que se caracteriza por ser extrovertido, inquieto, charlatán, y aunque se distrae fácilmente, le encanta hacer preguntas de todo lo que ve. También es un poco malgeniado y exige mucha atención. La actividad que más le gusta es jugar Pokemon Go: desearía salir y atrapar muchos pokemones, manifiesta entristecido. 

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Cuando apareció el Covid-19 y la consecuente medida de aislamiento en todo el país, desde marzo en Colombia, cambiaron las costumbres y las actividades de Gabriel, que también transformó la rutina de padres, que en muchos casos alteraron las conductas de millones de niños y niñas.

El Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas manifestó  que  a raíz de la pandemia  se han presentado afectaciones en la normalidad, ubicando a los niños y niñas  entre las poblaciones más vulnerables, debido a que  se han visto expuestos a efectos físicos, emocionales y psicológicos como producto de las restricciones, que están condicionadas  por la  pérdida de contacto con otros niños, familiares o grupos con los que se relacionan en colegios, jardines, guarderías, y en espacios extracurriculares, que supone limitaciones  en actividades de recreación como salir al parque, ir a bibliotecas, pasear, montar bicicleta,  entre otras.

Para la humanidad, en particular para la niñez, es evidente que con el surgimiento del Covid-19 y la proclamación de la pandemia, se transformó la vida en todo el mundo. En los niños las afectaciones están clasificadas en cuatro aspectos: educación, protección de derechos, pobreza y salud mental.

En el ámbito educativo, la interrupción de clases presenciales pausó los procesos de aprendizaje en jardines y colegios, que tuvieron que transformarse a la virtualidad mediante plataformas digitales para desarrollar las clases dentro de los hogares, lo cual ha sido difícil, porque no en todas las poblaciones hay conexión adecuada, acceso a computadores o dispositivos para ver las clases, situación que limita las posibilidades de una educación de calidad.  

Teniendo en cuenta esta realidad, Liliana Pedreros, profesora de la Institución San José Norte de Bogotá, señala que  ha tenido que modificar  sus prácticas pedagógicas, que significó trabajar de la mano con plataformas o aplicaciones de videoconferencias, con el objetivo  de  interactuar con los niños y niñas, para darles respuestas a las nuevas demandas. En principio fue complejo a causa del desconocimiento de las herramientas: los niños apagaban y encendían micrófonos y cámaras, pasaban las presentaciones a destiempo, o sacaban a sus compañeras y a la profesora de la reunión, por la impericia en el manejo de las herramientas. Para Pedreros, los niveles de concentración en niños y niñas en la virtualidad no son iguales que en la presencialidad.   

El segundo factor es el de derechos humanos: En este aspecto se evidencia que la vulneración de los derechos en los niños y niñas surge por el estrés familiar que producen la pérdida del empleo y del confinamiento excesivo. La ansiedad por la salud y las finanzas aumentan el riesgo de violencia al interior de la familia, bien entre la pareja o de los cuidadores contra los niños, como señala Human Rights Watch. Estas circunstancias aumentan el riesgo de perjudicar a los niños porque están más propensos a situaciones de abuso y abandono. 

El tercer factor es la pobreza, que afecta a niños y niñas por el incremento del desempleo en las familias, derivado de la estancación de la economía en un contexto de pandemia, que genera reducción en los ingresos de las familias, que redunda en insuficiencia en la satisfacción en el cubrimiento de las necesidades físicas y psicológicas básicas de los niños y sus padres. Según Human Rights Watch, los niños tienen más del doble de probabilidades de vivir en la pobreza que los adultos. En el mundo, aproximadamente uno de cada tres niños, cerca de 663 millones, viven en hogares multidimensionalmente pobres, lo que significa que carecen de servicios tan básicos como nutrición y agua potable. 

El último factor es la salud mental, afectada por el estado de confinamiento, porque los cambios bruscos en las rutinas ocasionan ansiedad, estrés, miedo, incertidumbre, enojo, irritabilidad, sumado al desconocimiento de saber cuándo se retomarán las actividades cotidianas, sumado a la cantidad de información en medios o redes de comunicación que exponen información dramática o sensacionalista.

Javier David Roa, padre de Gabriel, manifiesta que el Coronavirus llegó y arrasó con la normalidad de adultos, niños y niñas. Expresa que el comportamiento de su hijo cambió después de estar un mes en cuarentena: Saltaba, corría, gritaba por toda la casa, le aburrían sus juguetes, hecho que le atribuye a la cantidad de energía que Gabriel tiene y que ya no consigue descargar en el colegio, en las salidas de las tardes, o en sus clases de kung Fu. Afirma que su hijo se irrita con más frecuencia, y en ocasiones se le ve muy ansioso.      

Estos cuatro aspectos son los que más afectan a niños y niñas a causa del confinamiento, que supone repensar  estrategias para mitigar los efectos de la propagación del virus y de las afectaciones en los niños y niñas, evitando los factores de riesgo y haciendo la  experiencia un poco más amena, hasta que poco a poco regrese la llamada normalidad: lo que más deseo es salir con mi papá a jugar Pokemon Go, a atrapar pokemones y a derrotar gimnasios.  Gabriel relata que extraña sus días en el colegio para jugar con sus compañeros, sacar a su perrita a pasear, visitar a su abuela Mirian que no ha visto desde hace mucho, invitar a sus amiguitos a su  cumpleaños, e ir en las noches a sus clases  de kung fu.

| Nota del editor *

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