¿Cuantos adultos pensamos hoy la infancia?, ¿a cuántos se nos ha pasado la vida intentando borrar todo atisbo que nos refiera a ella, ya sea por prejuicios sociales, traumas o sencillamente porque no se le tiene en cuenta en el mundo adultocéntrico en el cual nos encontramos?, ¿tiene, en definitiva, algún sentido, preguntarse hoy sobre ella? Desde los micrófonos de El Puente se ha intentado responder a estos y otros interrogantes por medio de un diálogo académico, pero cercano y sencillo en el que estudiantes de diferentes programas, integrantes del curso narrativas de la infancia coordinado por el docente Simón Dumett, expresaron su propia experiencia y comentaron los diferentes aprendizajes que, en torno a la infancia, la marginalidad y la comunicación, lograron adquirir durante el proceso formativo.
Ellos son Carlos Pineda del programa de licenciatura en educación física; Diego Solano, de licenciatura en filosofía; Natalia Ruiz del programa de psicología y Jenny Solí de licenciatura en educación física. Todos ellos con una iniciativa en común: conocer las infancias para lograr vincular el proceso formativo con el profesional dentro del marco de una posible incursión por el campo educativo en el que los niños sean los protagonistas.
Así, cada uno fue dando las concepciones previas de infancia y las diferentes modificaciones que se fueron dando conforme avanzaba el curso. Comentan que para conocerla no hace falta leer textos y memorizar leyes, que lo primero es volver a ese lugar, a esa infancia que poco a poco se va perdiendo y que, según ellos, no solo se puede, sino que vale la pena retomar; pues la infancia no es una etapa de la vida sino una actitud ante la misma.
Es así como, mediante distintos ejercicios, el curso les fue permitiendo recuperar ciertos rasgos de la infancia que habían sido olvidados, pero que pudieron recuperarse y que fueron contados por cada uno en este espacio radial. Se mencionaron los diferentes tipos de infancias según su espacio y tiempo, las diferentes “pieles” que la atraviesan y sus distintas manifestaciones en el mundo concreto de la vida.
Un diálogo que permitió ver los diferentes matices de la infancia desde la mirada interdisciplinar y con el rico elemento filosófico que permite salir de los estereotipos y las visiones anquilosadas para arrojar nuevas luces sobre este campo particular. Entre otras cosas, se pudo identificar que todos hemos sido y somos infantes, ya que la infancia no tiene que ver con el tiempo cronológico, sino que se refiere más bien al tiempo de intensidad, de vivir al máximo y sin límites; un comenzar de nuevo todo el tiempo para renovar las experiencias vitales continuamente.
Es por eso que en un mundo como el de hoy, en el que el encanto por la vida, la capacidad de asombro, de sorpresa, de sentirse amigo y hermano del otro, se desdibuja hasta agotarse en la cotidianidad de la vida laboral y consumista; recuperar la infancia como la mejor escuela para reencantarla exige, sobre todo, entrar en diálogo con esa infancia común y particular, es decir, la nuestra y la de otros, sin imposiciones y asimetrías, sino desde la paridad y el deseo de conocer mutuamente el mundo de cada uno para ampliarlo y enriquecerlo con la magia que solo la infancia puede imprimirle al presente.
Conduce Simón Dumett