Uno de los episodios más paradigmáticos del evangelio tiene que ver justamente con el precepto que Jesús les dejó sus discípulos: “ida todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda creación” (Mc 16, 15). Bajo este imperativo se formó el cristianismo primitivo, y desde entonces, los cristianos no han cesado en su empeño de cumplir con este llamado. No puede decirse que haya habido un mismo tipo de recepción a lo largo del tiempo. La historia ha evidenciado un sin número de prácticas que se han cernido entorno a este mandato, y que han repercutido de múltiples maneras en la humanidad; muchas veces de forma lamentable, otras no tanto, pero sin duda, con una fuerza performativa capaz de transformar, para bien o para mal, el carácter de las personas y los pueblos a los que llega.
Aunque en este sentido habrá que advertir que es un error caer en generalizaciones o extremos, y juzgar a partir de hechos aislados o de manera superficial e inmediata el proceso de constitución cristiano en el mundo. Con el cristianismo, como con otras corrientes, hay que entrar en detalle, para evidenciar tanto lo macro como lo micro, es decir, no solo las grandes narraciones históricas, sino las acciones que han ocurrido a nivel micro y que han repercutido de manera positiva. En este sentido, así como la historia puede juzgarle al cristianismo errores inobjetables y repetidos de muchas formas durante años, incluso durante siglos; también debe reconocer los esfuerzos de algunos agentes colectivos e individuales que, desde su ser creyente, han ayudado a humanizar las relaciones y a crear las condiciones para el mejoramiento de la calidad de vida de los demás, en todas las direcciones.
Este es el caso de Martín Miranda, una persona que, más que ser periodista, director, dramaturgo y actor, es un cristiano al servicio de la evangelización, es decir, un servidor de Dios comprometido con el anuncio de la Buena Nueva a partir del arte. Martín, hizo parte durante mucho tiempo del mundo de la actuación, el periodismo y de todo lo relacionado con los medios de comunicación; pero descubrió a Dios en su vida, y desde hace 15 proclama la Buena Nueva mediante el teatro. Con la agrupación Taller de Nazaret Producciones, ha logrado cumplir con el mandato cristiano desde su vocación artística. Es así como desde su espiritualidad, Martín le ha apostado a un teatro con valores, evangelizador y abierto a todo el público.
Es en este marco en el que Martín ha venido trabajando el conocido cuento de Oscar Wilde, llamado“el gigante egoísta”, poniéndolo en escena desde su obra de teatro. Mediante los micrófonos de El Puente, nos contó algo de esta maravillosa historia que no deja de impactar y generar nuevas lecturas y perspectivas de representación que invitan a la reflexión; sobre todo, en un contexto como el actual, en el que se ha querido desterrar toda huella de espiritualidad y de inquietud frente a la trascendencia.
Una obra que, pese a no contar con los recursos de las grandes representaciones teatrales, posee un gran equipo profesional y humano que le da vida a una historia muy antigua, pero que sigue hablando hoy de múltiples formas, en este caso, a partir de las narrativas de transformación cristianas. Es la puesta en escena del drama humano que no puede evitar enfrentar sus propias debilidades,como el egoísmo en el caso del gigante del cuento; pero que, al mismo tiempo, tiene la posibilidad de configurarse con un nuevo ser; un ser a imagen de aquel que evangelizó con sus acciones.
Conducen: Valkyria Bernal (Estudiante de Pedagogía Infantil) y Cristian Bastidas (Estudiante de Comunicación Gráfica).