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¿Cómo deberían ser tratados los animales no humanos?

Escrito por Giovanny Ramírez - Estudiante de Lic. en Filosofía.

El tema del consumo de carne ha sido puesto en discusión por parte de algunos movimientos sociales y personas particulares de todo el mundo, los cuales apelan a la suspensión de esta activad por considerarla, entre otras cosas, amoral, injusta e innecesaria. Pero lo cierto es que, en la práctica, el consumo de carne se evidencia en la mayoría de la población mundial. Sin embargo, dada la complejidad que supone este fenómeno no pueden sacarse juicios o conclusiones apresuradas.

Muchos académicos y líderes sociales han sustentados posiciones a favor y en contra, cada uno con niveles de aceptación diversos, conforme a su capacidad argumentativa. Difícil sería, por tanto, pretender resumir esa vastedad de teorías para intentar emitir un juicio razonable. No obstante, cabe preguntarse, ¿cómo es que las sociedades contemporáneas han llegado a tener un modelo de vida en el que el consumo de carne es, para la mayoría, prácticamente imprescindible?

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Si bien, ésta es una práctica muy antigua, no fue sino hasta la Modernidad que sus formas de producción y consumo desbordaron sus propios límites. En efecto, con el advenimiento de ésta era la vida tomó un giro radical. La Revolución Francesa dio nacimiento a un nuevo Sujeto, uno que iba a presentarse como el nuevo y definitivo modelo antropológico, y que perviviría bajo nuevos ropajes en todos los contextos hasta el día de hoy: el Sujeto burgués.

Cual Fausto, soñador, amante y desarrollista, este nuevo Sujeto va a ser el gran promotor de la revolución Moderna. Su infalible racionalismo destronó al antiguo Dios y, sobre su muerte, dio vida al nuevo Adán, dueño absoluto de una tierra que mana leche y miel. Nunca antes un ser tan limitado y finito contempló posibilidades tan ilimitadas. Las fuerzas materiales y espirituales desatadas allí, ya no pudieron contenerse. La pretensión ilustrada de liberar a los hombres del miedo y constituirlos en señores, se vio, pues, materializada finalmente con la Revolución Industrial.

El nacimiento de la mecanización y la industria moderna, fue seguido de una irrupción violenta semejante a una avalancha por su intensidad y extensión. “Todos los límites de la moral y la naturaleza, la edad y el sexo, el día y la noche, fueron superados. El capital celebró sus orgías” (Marx, C. 2014, L. 1). Así, tomando el lugar del antiguo Dios desterrado, se erigió a sí mismo como amo absoluto de todo lo existente (principalmente de todo lo viviente).

Bajo esta pretensión, la explotación a gran escala no se hizo esperar. Este nuevo “Señor” del mundo explotó a su semejante, a la naturaleza y, claro, también al mundo animal. Hizo de la «casa común» una gran industria de la cual poder extraer el mayor provecho. Un modelo copiado por los grandes empresarios, multinacionales y banqueros de todo el mundo, que hacen del mercado un altar donde se sacrifica la vida en todas sus manifestaciones.

De esta manera, no sólo el mundo animal quedó supeditado a los dictámenes de este nuevo Sujeto, sino que, además, el mundo humano quedó sumido a los intereses de éste imperante sistema global. El valor de la vida quedó, pues, subordinado al valor de cambio, quedó reducido a mercancía. Es en este marco en el que cabe preguntarse, entre otras cosas, sobre el consumo de carne desaforado que existe en la actualidad, sus implicaciones ético-políticas y sus consecuencias medioambientales; preguntarse si, en últimas, es posible mantener este ritmo de vida sin esperar graves consecuencias para el planeta y para la vida de todos los que lo habitan.

Pues bien, mediante los micrófonos de El Puente, el docente Eduardo Rincón, junto con el equipo MARFIL, intentan hacer una aproximación a un tema que, por su gravedad y urgencia, valdrá la pena seguir retomando.

| Nota del editor *

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