La emocionalidad de la mano con la razón juegan un papel determinante en el diario vivir de las personas, esto se debe a que son inherentes al individuo y a su condición humana. Estas capacidades construyen la identidad del sujeto y contribuyen a su desarrollo integral.
Ignacio Garralaga, docente del grupo IREF (innovación e investigación para la enseñanza de la filosofía en Barcelona), invitado en El Puente, nos cuenta la importancia de la emocionalidad en la cotidianidad, desde el salón de clases. En esta medida se muestra un panorama en el que la docencia juega un papel importante debido a que las emociones deben ser educadas para poder transmitirlas correctamente en nuestro entorno.
Para ello es importante, definir que es la emoción, considerada como un estado de ánimo producido por las impresiones de los sentidos, ideas o recuerdos que con frecuencia se traducen en formas de expresión.
La importancia de educar las emociones surge de la necesidad por saber convivir con lo que nos rodea, esto se debe a que el ser humano se encuentra en constante interacción con otros seres, de aquí que se hace indispensable reconocer los que nos rodea y primordialmente conocerse a sí mismo.
De esta manera surge la denominada inteligencia emocional que consiste en disponer de una serie de habilidades para reconocer nuestras propias emociones y las de los demás, y además poder transmitirlas adecuadamente. Sin embargo, esta serie de habilidades deben ser educadas con el fin de tener una inteligencia emocional exitosa.
Con una buena educación emocional, el individuo logra enfrentarse de forma adecuada ante las diferentes adversidades que surgen en su diario vivir y al igual podrá relacionarse de forma idónea con los demás. Estos beneficios son de gran ayuda pues se convierten en herramientas imprescindibles para vivir en sociedad.
La educación emocional en su mayoría consistía en aprender a reprimir ciertas emociones y a no aflorarlas en público, debido a que en el contexto cultural actual, la demostración de las emociones es sinónimo de debilidad, lo que conllevaba a que años más tarde se tuviera un mal control emocional, que conlleva al fracaso en distintas facetas de la vida. Teniendo en cuenta que el desarrollo ha generado un mundo más social, en el que con la evolución tecnológica nos permite estar en permanente conexión, se destaca la importancia de fortalecer las habilidades que propician la inteligencia emocional.
Ejemplo de ello, es la integración y la adaptación de los niños en la escuela con sus compañeros, pues esta puede ser facilitada por su maestro enormemente con una buena gestión de las emociones, debido a que si un niño es capaz de identificar cuáles son sus sentimientos y los de sus compañeros, sabrá reaccionar de forma adecuada ante los demás y tendrá un buen nivel de autoestima, mientras que aquellos que no controlan sus emociones pueden acabar teniendo problemas, como la intolerancia y la agresividad, entre otros.
Podemos ver entonces la educación emocional como una herramienta poderosa de formación de individuos integrales que saben convivir con su entorno y a la vez logran tener éxito en su desarrollo, es por eso que surge la necesidad de articular el aprendizaje emocional a la escuela y a la cotidianidad de forma natural pero temprana, pues reconocer y tratar con sus propias emociones le permite a los sujetos desarrollar una visión más humanizada y empática sobre su entorno.