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Saberes en las plazas de mercado, una tradición en riesgo 

Un grupo de investigadoras de la Corporación Universitaria Minuto de Dios indaga en torno a los conocimientos ancestrales de las mujeres que venden plantas en las plazas de mercado de algunos municipios de Cundinamarca, con el fin de relacionar la medicina natural con algunas de las creencias más tradicionales de la población.

Por: Robinson Espejo

Amanda ha dedicado los últimos 57 años de su vida al mundo de las plantas. Hoy, casi seis décadas después de haber estado junto a su madre en lo que serían los cimientos de la plaza de mercado Las Ferias, en la Av Rojas con calle 74, aún recuerda que teniendo tan solo seis años ayudaba a surtir las hierbas de aquel naciente negocio que se convertiría en su segundo hogar, ubicado en lo que hoy es el puesto 109 de este lugar.  

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Desde entonces ha trabajado incansablemente por brindar a sus clientes el mejor remedio para un dolor de cabeza, algún problema cardíaco o una insufrible tos. Sus manos, llenas de ampollas, ya no se inmutan por el sarpullido provocado por una mata de ortiga, por lo que toma la planta entre sus manos con la misma tranquilidad con la que una ardilla californiana escaparía de su depredadora más fuerte, la serpiente cascabel.

Un grupo de docentes de la Corporación Universitaria Minuto de Dios empezó a trabajar con mujeres como Amanda para sistematizar sus experiencias y recoger información que les permita interpretar algunos de los saberes más representativos de las mujeres que venden hierbas en las plazas de mercado de Cundinamarca.   

De la casa a la plaza

Luego de caminar alrededor de una plaza de mercado mexicana en 2019, la docente Ángela Patricia Otálvaro –filósofa de profesión y especialista en Comunicación– conversó con varios investigadores sobre los usos tradicionales de las plantas en estos lugares, así como del tipo de conocimientos que han pasado de generación en generación y dejan una gran cantidad de saberes.

Dos años más tarde, Otálvaro se dio a la tarea de revivir el estudio en el contexto colombiano y lideró el proyecto junto a dos compañeras más, Diana Marcela Murcia –Trabajadora Social, Licenciada en Teología y con una maestría en Intervención Social y otra en Sociología– y Olga Vázquez –Química, con una maestría de Gestión y Auditoría en Medio ambiente–. Las investigadoras de la regional Cundinamarca de UNIMINUTO se preguntaron: ¿Qué pasa en las plazas de mercado de los municipios de la sabana cundinamarquesa? ¿Cómo es el conocimiento que hay allí? y ¿Cuáles son los actores que intervienen en estos lugares?

“Este proyecto busca interpretar la forma en la que interactúan las personas en los procesos de compra y venta de plantas en las plazas de mercado de la sabana centro y la sabana de occidente, con el fin de analizar el intercambio de conocimientos que se presentan allí”, expresa Otálvaro.

Infografía: Robinson Espejo

La práctica hace a las maestras

Aunque la plaza pareciera una jaula de leones hambrientos entre vendedores, por el respeto que existe entre ellos, este espacio se convierte en un segundo hogar para muchos de ellos. Varios ya tienen sus clientes, e incluso hay compradores frecuentes desde hace más de cuarenta años, como comenta la señora Amanda.

El trabajo de campo en un entorno como la plaza es uno de los retos más complejos para una investigación, pues a pesar de tener conocimientos en distintas áreas, el acercamiento a las personas que manejan los saberes ancestrales se convierte para las investigadoras en todo un desafío ya que deben empezar de cero. “Nosotras elegimos muestreo por bola de nieve: es que uno empieza a hablar con la comunidad y a medida que se van haciendo referencias va creciendo la gente a la que uno tiene acceso”, explican las investigadoras.

Otálvaro, Murcia y Vásquez deciden en 2021 y 2022 dividir el trabajo en etapas. Inicialmente, buscan realizar una observación sistemática sin hablar con los ciudadanos, con el fin de recoger información y analizarla; luego, plantean una observación participante en la que sea posible conversar con vendedoras y compradores para conocer algunas de las preferencias a la hora de adquirir plantas; finalmente, contemplan una división por grupos que les permita caracterizar los conocimientos presentes en la plaza.  

Esta labor no es una tarea fácil, ya que hablar con las vendedoras sobre un estudio científico es para algunos una compleja asociación con un universo desconocido. A pesar de esto, y aún cuando muchas de ellas lo ignoran, el simple hecho de conocer las propiedades curativas de la manzanilla, la caléndula o la hierbabuena, ya es en sí mismo un aporte al conocimiento.“Uno de los sellos característicos de la Corporación Universitaria Minuto de Dios es prestarle atención a los que normalmente no le han prestado atención, y en eso también tiene que haber una jerarquía de saberes… hay saberes que en la ciencia son más valorados que otros”, afirma Otálvaro.

Y en este sentido hubo algo que también les llamó la atención. En las plazas se encontraron con que la mayoría de quienes vendían las hierbas eran mujeres, así que las investigadoras se interesaron de una manera particular. “Nosotras nos enfocamos en el tema de mujeres porque regularmente son las que guardan estos conocimientos, ellas saben cuál es el remedio para la gripa o para el dolor. Ese rol de cuidado de las mujeres se traduce en prácticas específicas con las plantas que procuran el bienestar de sus familias a través de diferentes preparaciones”, expresan. Es por eso que su propósito es valorar estos saberes de las mujeres de estas zonas de Cundinamarca.

Recuperando el conocimiento perdido

Con 1010 especies de plantas medicinales solo en los andes –según un estudio de la Universidad Nacional– Colombia se encuentra por encima de países como Pakistán, Indonesia y Corea en variedad de cultivos. Dentro de esta cantidad, se destacan 574 géneros y 144 familias de hierbas, que de acuerdo a sus características poseen propiedades curativas. 

Muchas de estas plantas se comercializan en las cerca de 100 plazas de mercado que tiene el departamento de Cundinamarca, en municipios como Facatativá, Madrid, Tenjo, Tabio, Zipaquirá o la misma Bogotá. Sin embargo, en lugares como Mosquera y Funza ya han sido reemplazados por fruver y minimercados.

Esta situación se evidencia en la investigación de UNIMINUTO y, en consecuencia, se proyecta la protección de las plazas como escenarios culturales de los cuales todos somos responsables. Es por ello que, así como las hierbas son tan solo un eslabón de la inmensa cadena que compone la plaza de mercado, también se convierten en el ejemplo perfecto para mostrar la inmensa trasmisión de saberes que aún sobrevive en estos lugares.

“El proyecto pretende visibilizar cómo el diálogo entre los ciudadanos (especialmente mujeres) permite enseñar de generación en generación estos conocimientos que tienen gran importancia cultural para la región y ayudan a entender, qué otro tipo de cambios han tenido las plantas y los mercados con el pasar del tiempo”, expresa la investigadora Olga Vazquez. 

Así como la señora Amanda, cientos de mujeres que han dedicado varios decenios de su vida a esta labor y que conciben las plazas como su segundo hogar, esperan continuar explicando a los despistados transeúntes cuáles son las propiedades curativas de la pulmonaria, la caléndula, la ortiga, el hinojo o cualquier otra hierba que pretenda ser usada para sanar lo que solo las plantas hacen por naturaleza.

Para más información de Rizoma:

https://www.uniminutoradio.com.co/rizoma/

| Nota del editor *

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