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“Es más fácil encontrar un desaparecido forzado que a un voluntario”

A propósito del Día Internacional del Desaparecido que se conmemora el lunes 30 de agosto, hablamos con la vocera de una ONG que lanzó esta afirmación sobre el fenómeno social del que Colombia aún no se desprende. Repasamos la problemática, revisamos las estadísticas y reflexionamos sobre la función de las entidades estatales, así como la de otras no gubernamentales y los medios de comunicación.

-Señora, nosotros tenemos a su hijo, el que tiene un tatuaje con estas señas particulares-

– ¿Señor, no le haga daño por favor, dígame qué hay que hacer? –

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Esa pregunta –qué hay que hacer- es la que suscita esta conversación con una mujer que hoy es referente del fenómeno de la desaparición en Colombia. Su nombre es Rossy Rosa, directora de la Fundación Desaparecidos Colombia Huellas de Cristal, una no gubernamental con sedes en Bucaramanga y Bogotá que nació en octubre de 2017, con el fin de acompañar a las familias de personas desaparecidas.

El relato inicial, en el que una madre suplica a un hombre que no le haga daño a su hijo es real, le pasó a una mujer afligida que compartió públicamente información personal de ella y su hijo, luego esta fue aprovechada por unos extorsionistas que la citaron a un lugar en para violarla. El desenlace de la historia lo desconocemos, pero es buen pretexto para hablar sobre la desaparición en el país y lo que hay que hacer en caso de ser víctima de ese rebenque.  

El próximo lunes 30 de agosto se conmemorará el Día Internacional del Desaparecido, un evento que tiene como fin poner en la arena una problemática mundial en la que a Colombia le corresponde su fracción. En este país las cifras no conciertan entre las instituciones del Estado y, menos con las que manejan las organizaciones sociales, mientras la Fiscalía habla de cerca de 94 mil personas (10 mil de ellas menores de edad), voceros de desaparecidos como la señora Roa, dicen que son más 160 mil.

El problema con los números cuando se miran en conjunto es que se vuelven paisaje, un dato más, pero detrás de cada dígito hay una familia en tragedia que espera el regreso de su ser amado, y la suerte de que tal cosa ocurra depende de un factor: el tipo de desaparición.   

“Es más fácil encontrar un desaparecido forzado que a un voluntario”

En mayo pasado, el Comité de la ONU sobre Desapariciones Forzadas (CED por sus siglas en inglés) afirmó que las desapariciones forzadas en Colombia siguen ocurriendo a pesar de la firma del Acuerdo de Paz y la pandemia, si bien reconoció que hay un esfuerzo estatal en la prevención, investigación y sanción, el mismo es insuficiente para concordar con la Convención Internacional.

La desaparición forzada es contra la voluntad del ser, es la típica en esta tierra que tomó por hábito resolver sus diferencias con violencia. De acuerdo con la página de Medicina Legal, en el 2020 se registraron 2513 desaparecidos. En marzo del año en curso había 553 hoy, después del estallido social que empezó en abril, y sin haber terminado el 2021, ya van 2452 (1459 hombres y 993 mujeres).

Para Rossy, anque la forzada es la más común, la desaparición es dolorosa independiente de la forma en que se de, pero la voluntaria es mucho más compleja, porque se trata de alguien que toma la decisión de no dejar rastro para ser encontrado, decide dejar de existir, aun cuando físicamente camine en el planeta, entonces una familia queda desmoronada con la incertidumbre, quizás eterna, por el paradero de su familiar.

En Colombia desaparecen al menos 30 personas al día

 “Gracias a Dios conocí este dolor”

La desaparición es un fenómeno social que no se relaciona de forma exclusiva con el nivel socioeconómico o las estirpes, Rossy lo sabe bien porque en su Fundación reposan más de 2 mil casos de desaparición, el primero es el de ella misma.

Hace un tiempo su hijo se esfumó del exclusivo sector de Colina Campestre en Bogotá, conoció el malestar en cuerpo y alma propia, por fortuna a los 43 días de estar retenido sus captores lo dejaron en libertad. “Gracias a Dios conocí este dolor porque me permitió crear la Fundación (…) No importa en qué condición se encuentre al desaparecido, lo importante es que exista un desenlace”, afirma la vocera al tiempo que dice que ese dolor se alivia si se identifican los móviles y autores de la desaparición.

Días atrás la señora Lina Rey, otra persona que se puso en contacto conmigo para la realización de este artículo, me mencionó algo parecido sobre el alivio: “para un malestar en su cuerpo usted puede tomar acetaminofén, ibuprofeno, incluso hasta morfina, pero para aliviar el dolor de una persona desaparecida no existe nada hasta que haya un desenlace”.

Rey todavía espera su propio desenlace. Un día de julio de 2019 su hijo de 23 años, Juan Sebastián Niño, desapareció cerca de la terminal de transportes de San Gil, Santander, nadie da razón del paradero.

Los desenlaces dependen del aparato estatal porque ninguna persona u organización social tiene jurisdicción sobre el fenómeno, “por eso nosotros asesoramos a las familias en la búsqueda, les decimos qué, cómo, cuándo, dónde y a quién acudir, porque el resto lo hace la Fiscalía”, comenta la directora de Huellas de Cristal.  

Una Fiscalía que está empantanada en infinidad de procesos de todo orden con un aparataje humano que se queda corto ante el tsunami de hechos que a diario ocurren. “Cuando uno sufre ese dolor, uno mismo pone ese clasismo, uno dice: claro, como mi hijo no es de este apellido (…) pero uno se da cuenta que pasa lo mismo con personas con dinero que tienen familiares desaparecidos (…) claro está que si es un computador o bicicleta de un famoso, ahí si todo el mundo sale a investigar, sin embargo, cuando alguien desaparece, curiosamente, las cámaras de seguridad no funcionan”, comenta Roa.  

Adiós al mito de las 72

El mito de las 72 es como la mayoría de los mitos, un relato oral que se fundó en el imaginario y del que no se tiene autoría exclusiva con su origen exacto, aunque supongo que se pudo instaurar luego de que algunas personas no pasaran el fin de semana en su casa por tomarse el “viernes cultural” y regresar solo hasta el lunes.  

Cuando alguien desaparece, dicen algunos, hay que esperar, 24, 48 o 72 horas para que las familias emitan una alerta, pero nada más alejado de la realidad porque, al menos en Colombia, no hay tal requisito. Si una persona desaparece hay que hacer inmediatamente un reporte en una estación de Policía, o en una Fiscalía, en un juzgado, en la Defensoría del Pueblo, la Personería o la Procuraduría. De acuerdo con Huellas de Cristal, una vez hecha la denuncia, comienza la búsqueda en hospitales y sedes de Medicina Legal.

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El resto de la conversación es igual de importante pero no lo redacto a fin de invitarles a ver la entrevista en video que preparamos. Rossy Roa nos dice qué información debe darse cuando alguien desaparece, porque no todo es dominio público “suficiente con el dolor de un desparecido para luego terminar estafado o extorsionado”.

También hizo un llamado a los medios de comunicación y al tratamiento noticioso que le hacemos a los temas de desaparición, los cuales exigen una elaboración rigurosa para el desarrollo del relato periodístico.

Finalmente explica el interés de su organización, junto con otras, de hacer incidencia en los escenarios de participación a fin de coadyuvar en la construcción de una política pública que responda a las realidades del fenómeno en todas sus formas.  

Y finalmente, recomendaciones para prevenir la desaparición, porque el fenómeno algunas a veces se advierte pero requiere prestar atención a esas alertas.

| Nota del editor *

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