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Jesús: tres años de trabajo, 30 de confinado

“Tenía Jesús, al comenzar, como unos 30 años” (Lc 3,23), tiempo que permaneció en cuarentena con la Sagrada Familia en vista al trienio siguiente, en los que fue cuestionado por sus más cercanos, por el séquito de los doce, instruidos por el mismo (Mt 11,1), y del ser humano en general. Su misma tierra natal era escarnecida: “¿De Nazaret puede haber algo bueno?”, (Jn 1,46); entre sus paisanos estaba en tela de juicio: “¿No es este Jesús, el hijo de José?” (Jn 6,42). Comía y bebía (Lc 7,34), se retiraba a orar sólo; antes de empezar a predicar, vivió cuarenta días entre “las fieras y los ángeles que le servían” (Mc 1,13).

“Reprobado por esta generación” (Lc 17,25), husmeaban espías a su alrededor (Lc 20,20); en su país, el “bajado del cielo “(Jn 6,38) “entre sus parientes y familia” (Mc 6,4) se le llegó a considerar fuera de sí, al punto que “fueron a retenerlo” (Mc 3,21). Ni sus parientes creían en él (Jn 7,5). Los doce, que al final lo abandonaron y huyeron (Mt, 26,56), eran olvidadizos, ni se acordaban de comprar pan (Mc 8,14); lo increpaban duramente cuando estaba en contacto con las multitudes (Mt 15,23). Lo confundieron con un fantasma (Mc 6,49); su entendimiento “estaba embotado” (Mc 6,22). Todos cuestionaron su doctrina como muy dura; algunos igual hoy, no la pueden admitir (Jn 8,43). “¿Quién puede oírla?” (Mt, 10,34; Mt 22,29; Lc 21,16; Lc 6,41, Lc,18,22; Jn, 6,60). “No todos comprenden este lenguaje” (Mt 19,11); tenían embotado el entendimiento (Mc 6,22); buscaban su interés personal (Mt 19,27). Jesús vivía tan ocupado que no tenían “tiempo ni para comer” (Mc 6,31). Como hombre se humilló, se entristecía (Mc 3,5), sentía hambre (Mt 21,18), lloró (Lc 19,41; Jn 11,35); en fin, tenía su particular vida social (Lc 7,36; Lc 10,38; Mc 14,3; Mt 9,9) y hasta daba reglas de etiqueta (Lc 14,8). Se escandalizaban por sus enseñanzas: Amad a vuestros enemigos, si te pegan en una mejilla, pon la otra; si te quitan el manto, entrega la túnica; si te obligan a andar una milla, camina dos. “Si quieres ser perfecto, ve, vende tus bienes y da a los pobres (Mt 19,21).

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De las turbas salían cojos, andando; ciegos, viendo; muertos, resucitados; unos creían sin más como el centurión (Mt,8,8); Jairo y el cortesano pedían señales (Mt 9,18, Jn 4,48). Lo buscaban no porque habían visto milagros, sino porque comían hasta saciarse. Unos le suplicaban que saliera de sus veredas (Mt 8,34), otros trataban de retenerlo (Lc 4,22); lo querían coronar como rey, otros pretendieron echarlo tras un despeñadero (Lc 4,29); hasta lo apedrearon (Jn 8,59 y 10,31; ). Unos lo estimaban como el verdadero Salvador del Mundo (Jn 4,42); otros como endemoniado o loco (Lc,11,15; Jn 8,48, 52; Jn 10,20). Tildaba a ciertos interlocutores como ¡Generación mala y adúltera! (Mt 16,4), ¡Raza de Víboras! (Mt 12,34); huía a las vanaglorias humanas en sus giras; “no podía entrar públicamente en una ciudad (Mc 1,45), “quería que nadie se enterase (Mc 7,24) y les mandaba “que no hablasen con nadie de él” (Mc 8,30).

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