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María, el único oasis siempre verde de la humanidad

El dogma de la Inmaculada Concepción, declarado hace 164 años, enseña que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original.

En María se cumplen las palabras del salmista: “La tierra ha dado su
fruto” (Sal 67, 7). El 8 de diciembre de 1854 Pío Nono proclamó en
Epístola Apostólica el admirable dogma de la fe católica, la
Inmaculada Concepción.

Un dogma es una verdad absoluta, incuestionable, infalible,
inmutable, irrefutable, irrevocable e indudable.
“¿Qué significa “María, la Inmaculada”? ¿Este título tiene algo que
decirnos?”, se preguntó el cardenal Joseph Ratzinger en la Homilía del
8 de diciembre de 2005, la primera de su Pontificado.

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El dogma de la Inmaculada Concepción, declarado hace 164 años,
enseña que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda
mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por
singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los
méritos de Jesucristo, salvador del género humano, y que Ella es, y
con razón se la celebra, como la primera y exclusiva obra de Dios, y
como la que salió ilesa de los igníferos dardos del maligno, y como la
que hermosa por naturaleza y totalmente inocente, apareció al mundo
como aurora brillantísima en su Concepción Inmaculada”. (Ineffabilis
Deus, sobre la Inmaculada Concepción).

El pecado es común en la humanidad, a excepción de la Mujer que ya
conocemos por su nombre, la Inmaculada Concepción.
En la fiesta de la Inmaculada en la Homilía citada, Benedicto XVI
dijo que “ brota en nosotros la sospecha de que una persona que no
peca para nada, en el fondo es aburrida; que le falta algo en su vida:
la dimensión dramática de ser autónomos”.

El cardenal Joseph Ratzinger de 91 años de edad, para enriquecer sus
explicaciones suele tomar prestado pasajes de un selecto grupo de
autores; para esta ocasión acude a Fausto I,3 (Goethe), obra
publicada en 1808.

“ Pensamos que Mefistófeles —el tentador— tiene razón cuando dice
que es la fuerza “que siempre quiere el mal y siempre obra el bien”.

Pensamos que pactar un poco con el mal, reservarse un poco de
libertad contra Dios, en el fondo está bien, e incluso que es necesario.
En ella Dios graba su propia imagen, la imagen de Aquel que sigue la
oveja perdida hasta las montañas y hasta los espinos y abrojos de los
pecados de este mundo, dejándose herir por la corona de espinas de
estos pecados, para tomar la oveja sobre sus hombros y llevarla a
casa”.

En su primera homilía mariana como Obispo de Roma, el 8 de
diciembre de 1978 Juan Pablo II proclamó que “Este momento
decisivo en la historia de la salvación es precisamente la “Inmaculada
Concepción”. Al año siguiente en la misma conmemoración, anunció
que María es el comienzo del tercer Adviento. ¡Cuán grande es el
misterio de la Inmaculada Concepción, que nos presenta la liturgia de
hoy! (Homilía 8 de diciembre de 2004).

“La fiesta de la Inmaculada Concepción expresa la grandeza del amor
de Dios. Él no sólo perdona el pecado, sino que en María llega a
prevenir la culpa original que todo hombre lleva en sí cuando viene a
este mundo”. (Homilía Francisco, 8 de diciembre de 2015).

| Nota del editor *

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