El tema del consumo de carne ha sido puesto en discusión por parte de algunos
movimientos sociales y personas particulares de todo el mundo, los cuales apelan
a la suspensión de esta activad por considerarla, entre otras cosas, amoral, injusta
e innecesaria. Pero lo cierto es que en la práctica, el consumo de carne se
evidencia en la mayoría de la población mundial. Dada la complejidad que
supone este fenómeno no pueden sacarse juicios o conclusiones apresuradas.
Muchos académicos y líderes sociales han sustentados posiciones a favor y en
contra, cada uno con niveles de aceptación diversos, conforme a su capacidad
argumentativa. Difícil seria, por tanto, pretender resumir esa vastedad de teorías
para intentar emitir un juicio razonable. No obstante, cabe preguntarse, ¿cómo es
que las sociedades contemporáneas han llegado a tener un modelo de vida en el
que el consumo de carne es, para la mayoría, prácticamente imprescindible?
Si bien ésta es una práctica muy antigua, no fue sino hasta la modernidad que sus
formas de producción y consumo desbordaron sus propios límites. En efecto, con
el advenimiento de esta era la vida tomó un giro radical. La Revolución Francesa
dio nacimiento a un nuevo sujeto, uno que iba a presentarse como el nuevo y
definitivo modelo antropológico y que perviviría bajo nuevos ropajes hasta el día
de hoy: el sujeto burgués.
Cual Fausto, Soñador, amante y desarrollista, este nuevo sujeto va a ser el gran promotor de la revolución modernista. Su infalible racionalismo destronó al antiguo Dios, y sobre su muerte, dio vida al nuevo Adán, dueño absoluto de una tierra que mana leche y miel.
Nunca antes en la historia un ser tan limitado contempló posibilidades tan
ilimitadas. Las fuerzas materiales y espirituales desatadas allí, ya no pudieron
contenerse. La pretensión ilustrada de liberar a los hombres del miedo y constituirlos en señores, se vio, pues, materializada finalmente con la Revolución Industrial.
El nacimiento de la mecanización y la industria moderna… fue seguido de una irrupción violenta semejante a una avalancha por su intensidad y extensión. Todos los límites de la moral y la naturaleza, la edad y el sexo, el día y la noche, fueron superados. El capital celebró sus orgías” (Marx, C. 2014, L. 1). Así, este nuevo sujeto desterró al antiguo Dios y en su lugar se erigió a sí mismo como amo absoluto de todo en cuanto existe.
Bajo esta pretensión la explotación a gran escala no se hizo esperar. Este nuevo señor del mundo explotó a su semejante, a la naturaleza y, claro, también al mundo animal. Hizo de la casa común una gran industria de la cual poder extraer el mayor provecho. Un modelo copiado por los grandes empresarios, multinacionales e industrias de todo el mundo, que hacen del mercado un altar donde se sacrifica la vida en todas sus manifestaciones.
De esta manera, no sólo el mundo animal quedó supeditado a los dictámenes de este nuevo sujeto, sino que además, el mundo humano quedó sumido a los intereses de este imperante sistema global. El valor de la vida quedó, pues, subordinado al valor de cambio, quedó reducido a mercancía.
Es en este marco en el que cabe preguntarse, entre otras cosas, sobre el consumo de carne desaforado que existe en la actualidad, sus implicaciones éticas y sus consecuencias medioambientales; preguntarse, si en últimas, es posible mantener este ritmo de vida sin esperar graves consecuencias para el planeta y para la vida de todos los que lo habitan.
Pues bien, mediante los micrófonos de El Puente un grupo de estudiantes junto con el profesor Alejandro Montaño se adentraron en esta compleja problemática,
para intentar hacer sus propias aproximaciones a un tema que, por su gravedad y urgencia, valdrá la pena seguir retomando.
Conduce: Alejandro Montaño.