Según el historiador Eusebio de Cesárea (265-339), Lucas había nacido en Antioquía de Siria; para el apóstol Pablo, fue su “médico querido” (Col 4, 14) y “el único” que estuvo con él cuando fue preso en Roma por Nerón (2 Tm 4,11).
Por San Lucas conocemos las palabras de la Anunciación, pronunciadas por el ángel Gabriel, “el que está delante de Dios” (Lc 1,19): “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”.
Por San Lucas, que escribió su Evangelio después de informarse “con diligencia de todo” (Lc 1,3), “presuntamente por el testimonio directo que le hizo María” (Vatican.news), conocemos el Magníficat, “esta gran poesía que brotó de los labios, o mejor, del corazón de María, inspirada por el Espíritu Santo.” (Benedicto XVI, misa, 15/08/05); este “cántico es verdaderamente teológico porque revela la experiencia del rostro de Dios hecha por María, Dios no sólo es el Poderoso, para él que nada es imposible, como había declarado Gabriel, sino también el Misericordioso, capaz de ternura y fidelidad para con todo ser humano” (San Juan Pablo II, Audiencia 6/11/1996).
San Lucas, “entre los evangelistas es el que mayormente documentó el misterio del Cristo “orante”: el Señor rezaba… especialmente por la mañana y por la tarde, se retira en soledad y se “sumerge” en la oración.” (Francisco, audiencia, 7/06/17)
Por san Lucas conocemos seis milagros y dieciocho parábolas que no narran los otros evangelistas; entre ellas las parábolas del trio de la misericordia (la de la oveja recuperada, la de la moneda hallada y la del Padre misericordioso).
Por san Lucas conocemos la historia de los diez leprosos que fueron curados por Jesús, y sólo uno, el extranjero, se volvió a dar gloria a Dios (Lc 17,18).
“San Lucas nos ha entregado uno de los cuatro Evangelios, dedicado a la vida terrena de Jesús, pero también nos ha dejado el que ha sido definido el primer libro sobre la historia de la Iglesia, los Hechos de los Apóstoles.” (Benedicto XVI, audiencia, 14/03/12).
De este libro el magisterio papal ha enseñado que “nos muestra ciertamente el viaje del Evangelio, cómo el Evangelio ha ido más allá, y más allá, y más allá. Todo comienza a partir de la resurrección de Cristo…” (Francisco, audiencia, 12/06/19). Enseña que “la predicación del Evangelio no se basa sólo en palabras, sino también en acciones concretas que dan testimonio de la verdad del anuncio. Son «prodigios y señales» (Hechos 2, 43) que suceden por obra de los Apóstoles” (Francisco, audiencia 7/08/19); en fin, que a través de ese libro “continuamos siguiendo un viaje: el viaje del Evangelio en el mundo”. (Francisco, audiencia, 25/09/19).
San Lucas ha sido simbolizado mediante un buey o un toro, relacionado con la visión de Zacarías en el Templo (Lc 1,11) al principio de su evangelio, que comienza y termina en el Templo.
En el Congreso internacional sobre San Lucas en el mensaje del Vaticano el 15 de octubre de 2000 se señala que “el verdadero retrato que san Lucas realiza de la Madre de Jesús es el que aparece en las páginas de su obra”.