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El comienzo de la Iglesia en la historia

El papa Benedicto XVI desde el 7 de marzo de 2007 dedicó sus Catequesis a exponer la historia de los primeros cinco siglos de la iglesia, refiriéndose a los padres apostólicos, “la primera y la segunda generación de la Iglesia después de los Apóstoles”.

San Clemente (c 35.), fue el tercer sucesor de Pedro, después de Lino y Anacleto, “había visto a los Apóstoles”, “se había relacionado con ellos”; San Ignacio de Antioquía (c 35), “el doctor de la unidad”, fue el primero en atribuir a la Iglesia el adjetivo “católica”, es decir, “universal”.

San Justino (c 100, 165 ), el más importante de los Padres apologistas del siglo II; san Ireneo (c 130, 202 ) el campeón de la lucha contra las herejías; Orígenes (c.182-251), una de las más destacadas personalidades de la Iglesia antigua, se esforzó “por conocer bien, con gran exactitud, lo que querían decir los autores sagrados”; Tertuliano (c 155-220), el africano que inauguró la literatura cristiana en latín; Eusebio (c 263-339) el primer historiador del cristianismo, el mayor filólogo de la Iglesia antigua inaugura la historiografía eclesiástica, abarcando su narración hasta el año 324; San Atanasio de Alejandría (c 296-373), aclamado como “la columna de la Iglesia “ considerado modelo de ortodoxia, tanto en Oriente como en Occidente”, fue, “uno de los Padres de la Iglesia antigua más importantes y venerados”; San Basilio (c 330-379), definido por los textos litúrgicos bizantinos como una «lumbrera de la Iglesia», “al que mira con admiración tanto la Iglesia de Oriente como la de Occidente por su santidad de vida”. San Basilio creó una vida monástica muy particular: no cerrada a la comunidad de la Iglesia local, sino abierta a ella.

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San Gregorio Nacianceno (c 329-390), “puso al servicio de Dios y de la Iglesia su talento de escritor y orador”, recibió el apelativo de “teólogo”, así es llamado en la Iglesia ortodoxa: el “teólogo”; San Gregorio de Nisa (c 335-394), es estimado como “columna de la ortodoxia”; el objetivo supremo al que orientó su trabajo teológico es “no dedicar la vida a cosas banales, sino encontrar la luz que permita discernir lo que es verdaderamente útil”; San Juan de Antioquía (c 407) o San Juan Crisóstomo, o sea, “boca de oro” por su elocuencia; fue llamado “el limosnero”, “por su solicitud en favor de los pobres”; San Cirilo de Alejandría (c 378-444), definido en el Oriente griego como “custodio de la exactitud” —que quiere decir custodio de la verdadera fe— e incluso como “sello de los Padres”; San Eusebio de Vercelli (c 283-371), pide a sus hijos e hijas que saluden “también a quienes están fuera de la Iglesia y se dignan albergar hacia nosotros sentimientos de amor”; san Ambrosio ( c 397), a quien “siempre (Orígenes) lo veía rodeado de numerosas personas llenas de problemas, por quienes se desvivía para atender sus necesidades, “introdujo en el ambiente latino la meditación de las Escrituras iniciada por Orígenes”.

Los escritos de las personalidades de la Iglesia primitiva, “están llenas de puntos de reflexión y de enseñanzas que valen también para nosotros hoy”.

@luforero4

| Nota del editor *

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