En el Antiguo y Nuevo Testamento Dios en el camino del hombre se revela con sorpresas, por ejemplo, a Abraham le cambió el nombre y le pidió alejarse de su país y su parentela con destino a una tierra lejana (Gn 12,1); a Noé le encomendó la construcción de un Arca para que se refugiara él y siete personas más, además de las especies de animales, porque iba a aniquilar el mundo (Gn 4,14-22). “Basta pensar en «cómo los salvó» en el mar Rojo de la esclavitud de Egipto”, recordó el papa en la misa del 13 de octubre de 2014. Ellos “no entendían que Dios es siempre nuevo; jamás reniega de sí mismo, jamás dice que lo que había dicho era un error, jamás; sino que siempre sorprende”.
La primera Navidad de la historia estuvo llena de sorpresas: “Comenzamos con María, que era la esposa prometida de José: llega el ángel y cambia su vida. De virgen será madre. Seguimos con José, llamado a ser el padre de un niño sin generarlo. Un hijo que (golpe de efecto) llega en el momento menos indicado, es decir, cuando María y José estaban prometidos y, de acuerdo con la Ley, no podían cohabitar. Ante el escándalo, el sentido común de la época invitaba a José a repudiar a María y salvar así su buena reputación, pero él, si bien tuviera derecho, sorprende: para no hacer daño a María piensa despedirla en secreto, a costa de perder su reputación. Luego, otra sorpresa: Dios en un sueño cambia sus planes y le pide que tome a María con él. Una vez nacido Jesús, cuando tenía sus proyectos para la familia, otra vez en sueños le dicen que se levante y vaya a Egipto. Pero cuando llega la sorpresa más grande es en Nochebuena” (Audiencia 19/12/2018).
«Nuestro Dios es un Dios que siempre hace nuevas las cosas. Y pide esta docilidad a su novedad». (Misa Capilla Santa Marta, 20/01/2014). Algunas cosas están a nuestro alcance; “Pero la visita del Señor, sus sorpresas, no podemos gestionarlas” (Misa Capilla Santa Marta, 20/11/2014)
Jesús lloró sobre Jerusalén (LC, 19,41) porque no le abrió la puerta “porque tiene miedo a sus sorpresas”.
«El nuestro es el Dios de las sorpresas, el Dios que nos está buscando, nos está esperando, y solamente nos pide el pequeño paso de la buena voluntad». (Misa Capilla Santa Marta, 28/11/2016)
«El Espíritu es el don de Dios, de este Dios, Padre nuestro, que siempre nos sorprende: el Dios de las sorpresas». Y esto «porque es un Dios vivo, un Dios que habita en nosotros, un Dios que mueve nuestro corazón, un Dios que está en la Iglesia y camina con nosotros; y en este camino nos sorprende siempre», explicó Francisco.
El papa invitó a formularnos dos preguntas: ¿Estoy abierto al Dios de las sorpresas?; ¿Soy una persona inactiva, o una persona que camina? “El riesgo es ya sentirse satisfechos porque «tenemos todo acomodado y no necesitamos nuevas visitas del Señor». Pero Jesús, “sigue llamando a la puerta de cada uno de nosotros”.