El papa Francisco en su pontificado ha realizado 49 viajes fuera de Italia, el primero a Rio de Janeiro a mediados de 2013, el último a Tailandia y Japón en diciembre del año pasado; visitando 11 países en América, 11 en Asia, 8 en África y 19 en el Viejo Continente, donde siempre lo esperan miles de periodistas acreditados.
En el 2020 no está previsto ningún viaje al exterior y el calendario para el próximo año tampoco está definido.
La mayoría de viajes son agotadores para el papa de 84 años, que alguna vez confesó que “no le gusta viajar”, pero por lo apretado de su agenda ha debido visitar tres países en cuatro días.
Al término de cada itinerario papal es costumbre conceder una rueda de prensa en el viaje de regreso a Roma, en la que se inscriben cientos de periodistas para viajar en el Pastor1, el avión celestial del papa, un Airbus A330 de Alitalia. Como el papa no domina el inglés, las preguntas se formulan generalmente en castellano o en italiano preferiblemente.
El papa siempre lleva en esos viajes una cartera negra donde están la maquinilla de afeitar, el breviario, la agenda y un libro para leer. “Una vez leí un libro, interesante, titulado: “Alégrate de ser neurótico”. También yo tengo algunas neurosis, pero hay que tratarlas bien”. “Siempre he llevado una cartera cuando viajo, es normal. Tenemos que ser normales”, señaló el papa del fin del mundo.
El Obispo de Roma no acepta distinciones honoríficas o doctorados; no por humildad, sino porque no le gustan esas cosas. “Un poco de locura está bien tenerla”. Al inicio de su pontificado eligió vivir en la Casa de Santa Marta, una residencia donde tiene un apartamento amplio, pero no lujoso, en el que vive muy austeramente, porque según sus palabras “no podría vivir solo en el Palacio del Vaticano. Necesito gente, estar con la gente, hablar con la gente…”. Por las rigurosas normas de protocolo del Vaticano, al comienzo en las entrevistas “me hacían sentarme en un sillón, y esto me hizo daño. Es una ciática dolorosísima, dolorosísima”.
En las diversas conferencias de prensa celebradas al interior de la aeronave, los periodistas que comparten el avión con el Sucesor de Pedro han logrado sacar a luz ciertas confidencias del sumo pontífice, quien cuando el avión se zarandea, permanece imperturbable, sin inmutarse siquiera. En sus viajes advierte que no quiere ningún dispositivo especial en el avión.
Jorge Mario Bergoglio, quien dejó en el armario los mocasines rojos, símbolo del poder, en Buenos Aires era visto como “un sacerdote callejero”; empero en el Vaticano se siente “un poco enjaulado”, porque, aunque le “gustaría ir por la calle”, la Gendarmería vaticana, se lo impide por razones obvias. “Ciertamente, me gustaría poder salir, pero no se puede, no se puede… no, no es por la seguridad; no se puede, porque, si sales, la gente se junta alrededor… “. Incluso cuando pretende subirse solo al ascensor en el Vaticano, un gendarme siempre está listo a seguirle. “En este sentido, me siento un poco enjaulado”, dijo el papa.