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Juan Pablo I, ¿Un Pontífice olvidado?

Los inescrutables designios de la Providencia determinaron que Albino Luciani gobernara la navecilla de Pedro sólo por 33 días, del 26 de agosto de 1978 al 28 de septiembre del mismo año; semanas durante las cuales sustituyó a Pablo VI después de quince años de pontificado.

Hace 40 años en Camp David, Estados Unidos, los presidentes Carter y Sadat y el primer Ministro Begin trabajaban por la paz en Oriente Medio, cuando el obispo de Venecia, comenzó solemnemente a llevar sobre sus hombros el ministerio de Sumo Pastor.

Ahora, como en el Pontificado de JP I, el Vicario de Cristo puso de manifiesto que “Todos los hombres tienen hambre y sed de paz; la tienen sobre todo los pobres que son los que más pierden y sufren en los conflictos y las guerras”.

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Su grandeza le llevó a reconocer que aunque no tenía la sapientia cordis del papa Juan XXIII, ni la preparación y  cultura del papa Pablo VI, adoptaba sus nombres.

En el Ángelus del día siguiente a su elección dijo abiertamente que había comenzado el peligro para él; refiriendo lo que “La gente, a veces, dice: estamos en una sociedad totalmente podrida, totalmente deshonesta. Esto no es cierto”. 

La catequesis de miércoles 6 de septiembre de 1978 la inició señalando que ante Dios, la postura justa es la de Abrahán cuando decía: «Soy sólo polvo y ceniza ante ti, Señor» 

Las Audiencias de los miércoles, las inauguró explicando tres de elas siete “lámparas de la santificación”: la esperanza, la justicia y la caridad.

En su corta estadía en el Vaticano, Juan Pablo I presidió 5 Ángelus y  4 Audiencias de los miércoles, en las que dejó relucir su particular estilo de evangelizar.

La Palabra la explicaba acudiendo a la parábola de una persona fue a comprar un automóvil. “El Señor ha hecho algo parecido con nosotros: nos ha dado este cuerpo, animado de un alma inteligente, y una bella voluntad. Y ha dicho: esta máquina es buena, pero trátala bien.” Se valía de episodios del libro “El arte de ganarse amigos”, escrito por el americano Carnegie; o en Roma del poeta Trilussa, de cuya obra opinaba que “como poesía, tiene su gracia. En cuanto teología, es defectuosa”. Haciendo referencia al predicador inglés, Mac Nabb, menciona que ante la observación a una persona que llevaba el cuello de la camisa un poco sucio porque utilizaba el jabón equivocado;  hace un símil con la  Iglesia católica que “tiene un jabón excelente: evangelio, sacramentos, oración; evangelio leído y vivido, sacramentos celebrados del modo debido y oración bien hecha”.

Refiriéndose  a lo complicado del convencimiento cuando chocan los derechos de la persona humana con los de la autoridad y de la ley, era de la opinión que “Poner de acuerdo a caballo y caballero, libertad y autoridad, ha llegado a ser un problema social. Y también un problema de Iglesia”, terminando rogando  al Señor para que ayude al Obispo, a los fieles, tanto al caballero y al caballo.

En sus explicaciones acudía a Nietzsche, Santo Tomás de Aquino, San Agustín, Francisco de Sales, San León, el vencedor de Atila, y San Gregorio Magno.

| Nota del editor *

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