Por: Andrés Camargo
Las prácticas de producción agrícola convencionales, que dependen exclusivamente de tierra cultivable y agua fresca, representan un cuarto de las emisiones globales de carbono, según un artículo publicado en la revista Nature 2021. El cambio en el uso del suelo, impulsado por la deforestación y el drenaje de sus componentes, disminuye los sumideros de carbono, contribuyendo significativamente al calentamiento global.
Es por esto que investigadores de la Universidad de Tübingen en Alemania, mediante una reciente investigación de 2024, lograron encontrar lo que puede ser una alternativa para llegar a una producción agrícola sustentable, amigable con el medio ambiente y que aproveche la energía renovable.
“Es un proceso de fermentación similar al de la cerveza, en vez de darle azúcar a los microbios, se les da gas y acetato”, explicó Largus Angenent, responsable del equipo investigador que llevó a cabo este estudio.
Para ello, utilizaron un sistema de biorreactores con energía renovable, el cual se divide en dos fases:
- En la primera, la bacteria Thermoanaerobacter kivui transforma el hidrógeno y CO2 en acetato, un componente clave que se encuentra en el vinagre.
- En la segunda, la Saccharomyces cerevisiae, conocida también como levadura de pan, utiliza el acetato y oxígeno para producir proteínas y vitamina B9.
Esta es una tecnología que, a largo plazo, podrá beneficiar al medio ambiente al reducir el uso de recursos necesarios para la producción agrícola. Al emplear hidrógeno y oxígeno obtenidos de la división del agua, y usando energías renovables como la eólica y la solar, será posible disminuir las emisiones de gases de carbono en la producción de alimentos. Además, reducirá la necesidad de grandes extensiones de tierras agrícolas, permitiendo que esas áreas se destinen a actividades como la conservación y recuperación ecológica, entre otras.
Y es que la levadura que se produce con este procedimiento tiene niveles nutricionales y vitamínicos impresionantes. Se necesitan solo 6 gramos de la levadura seca para cumplir con el requerimiento diario de vitamina B9.
Referente a las proteínas, aproximadamente 85 gramos de esta levadura cubren el 61% restante de las necesidades diarias de proteína, lo que equivale aproximadamente a 41 gramos de contenido proteínico. Esto supera fuentes alimenticias tradicionales como la carne roja y blanca, las cuales solo proveen un aproximado de 20 gramos de contenido proteínico por cada 100 gramos de carne.
La profesora Sandra Milena Campos —del programa de Ingeniera Agroecológica de la Universidad de la Amazonía— sostiene: “Efectivamente, esto es un avance. Estamos tomando gases de efecto invernadero como el CO2 y los estamos convirtiendo en biomasa, que puede ser utilizada ya sea como producto para la alimentación, para la nutrición animal o la nutrición humana”.
Sin embargo, explica que se debe tener en cuenta que estos avances hasta ahora están en lo que se llama una etapa TLR4, que es una etapa de innovación; es decir, no se ha pasado a planta piloto, entonces hasta ahora se encuentra en ensayos de laboratorio, lo cual quiere decir que aún falta trabajar mucho para estabilizar la curva de producción.
Technology Readiness Level 4 (TRL-4), por sus siglas en inglés, hace referencia a la escala de madurez tecnológica que se usa como medida para describir el estado de desarrollo o madurez de una tecnología. En este caso, la etapa 4 se refiere a la validación de componentes y/o disposición de estos en un laboratorio, antes de pasar a un entorno relevante.
Esto significa que, aunque existe un enorme potencial en esta innovación, todavía está en un proceso temprano que requiere ser perfeccionado y tratado bajo las variables fisicoquímicas correctas. “En el caso de la levadura, en particular Saccharomyces cerevisiae, es una levadura que los seres humanos venimos utilizando desde tiempos inmemoriales; es decir, todos los vinos que pudieron haber producido nuestros ancestros, por ejemplo, las chichas que se producen, los fermentados, ya se producían con Saccharomyces cerevisiae”, advierte la profesora Campos.
Entonces, en realidad, no se estaría liberando un microorganismo peligroso al ambiente, sino tomando una tecnología muy antigua, que es la fermentación a través de levaduras, y utilizándola para crear productos diferentes.
Al utilizar elementos que ya el cuerpo humano puede aceptar y procesar, se eliminan factores y riesgos para la salud, lo cual permite enfocarse más en el beneficio y la producción de estos sistemas productivos como una alternativa más amigable con el medio ambiente en relación con la producción agrícola.
Finalmente, la investigadora comentó que Colombia se encuentra en una posición privilegiada, en tanto se producen muchos residuos agrícolas. Entonces, hay que empezar a trabajar en esas tecnologías, en reconvertir todos esos residuos, ya sea en biogás, abono u otros productos que son importantes para volver a ingresar en la cadena productiva.
“Son todo este montón de microorganismos que hacen parte de nuestra biodiversidad y los podemos apropiar y utilizar para hacer procesos de revalorar materias que de otra manera se perderían como desechos como residuos sólidos” concluyó la investigadora Campos.
El equipo encargado de este estudio planea seguir sus investigaciones, mejorar y ampliar el proceso productivo, verificar con certeza la seguridad alimentaria a la par que realizar estudios técnicos y económicos, así como evaluar el interés público y la posibilidad de mercado presente en esta propuesta.
El objetivo final será crear un producto alimenticio vegetariano/vegano, libre de organismos genéticamente modificados (OGM) por sus siglas, que sea respetuoso con el medio ambiente, garantice suficientes alimentos y mejore la salud pública, lo que le ha merecido el apoyo de diferentes organizaciones de investigación alemanas.
Para más información de Rizoma:
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