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En Bogotá está el tesoro de Las Nieves

Vía 

Por Johan David Arias Wilches

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Bogotá, capital de la república de Colombia, una ciudad llena de historia, 474 años de fundación, rodeada de bellos paisajes, mezcla de tradición y vanguardismo, gran variedad de lugares para visitar, gente bella y amable con un español libre de acentos, una metrópoli que organizacionalmente cuenta con veinte localidades, una de ellas la localidad tres conocida como Santa Fe, en ella un gran tesoro.

Por una de las transcurridas calles del centro de la capital, una gran estructura color crema y escarlata sobresale de la llamada carrera séptima, frente a esta majestuosa obra arquitectónica se ubica una pequeña plazoleta, la llamada Plaza de las Nieves, Plaza Caldas o Plaza Eduardo Umaña Mendoza.

Un poco de historia… 

Una pequeña ermita hecha de barro y paja, ubicada en la ladera de la montaña era visitada por los pocos habitantes de ese sector, el conquistador Cristóbal Bernal procedente de España y Alcalde de la ciudad de Santa Fe, junto a su esposa, eran muy devotos a Nuestra Señora de las Nieves patrona de una pequeña provincia española. Para cumplir con el voto que él y su esposa habían hecho a la virgen, por haber salvado a su primogénito Juan de una muerte absurda, decidieron encargar desde España una réplica de la virgen, tardo un año para que llegase a la villa. Apenas llegó la efigie construida en yeso, resolvieron dejarla en la ermita, Don Bernal asumió los gastos para mejorar el santuario y allí se le denomino La capilla de Las Nieves. “la señora de las nieves cumplió varias  peticiones de soldados que viajaban constantemente y se pasaban por aquí” cuenta  don Pablito, un venerable anciano que actualmente se ronda por la plazoleta rodeado del humo de su cigarrillo.

Luego de dos años los terrenos ubicados frente al templo, pertenecientes a doña Francisca de Silva, hija del conquistador Juan Muñoz y Collantes, fue donado por esta misma para uso exclusivo del público, con el fin de que se realizara una plazoleta, la que recibió el nombre de plazuela de las nieves, esta fue empedrada por los habitantes, funcionó como espacio para el mercado donde se ofrecían productos derivados de la montaña y de villas aledañas a la capital, los puestos de hortalizas, tubérculos, animales y artesanías se ubicaban en espacios estratégicos de la plazuela. Gracias a esta zona y a la parroquia, el sector fue designado como el barrio de las nieves, barrio modesto donde la mayor parte de su población se dedicaba a la artesanía y sastrería.

Nueve años más tarde en plena víspera de navidad, la parroquia sufrió daños debido a un incendio que destruyó por completo las instalaciones del santuario, el descuido fue atribuido al cura Cristóbal Rodríguez quien se encontraba allí en ese momento, fue condenado a prisión y aunque negó su infracción pagó con cárcel los daños causados. De aquel santuario no quedaba casi nada, las paredes apenas se podían sostener, el hollín sobre los muros dejaban una clara evidencia del fuego que se tragó por completo la parroquia. El sistema eclesiástico no se volvió a pronunciar, con limosnas recogidas por los feligreses  se llevó a cabo la construcción de una nueva parroquia, esta vez utilizando tejas de barro horneado de colores carmesí y muros más estables.  Así perduro por casi cinco décadas.

Primeros cambios de la plazoleta

Cuando el país cumplía sus primeros 100 años de independencia (1910), en el mandato del señor Carlos Emilio Restrepo se exige rediseñar la plazuela de las nieves, se ubican bancas, árboles, lo que quedaba de la pila es remplazada por un monumento de Francisco José Caldas mandada desde la ciudad de París, estatua de más o menos 2 metros de alto, hecha en bronce de color negro, su mano izquierda se encuentra ocupada por lo que a simple vista son unos manuscritos, su cabeza inclinada y en ella su mano derecha tocando el mentón en una actitud pensativa, a sus pies se halla una esfera celeste que hace mención a sus trabajos de astronomía, viste prendas de la época, y un corte de cabello peculiar.

La plazoleta toma el nombre de Plazuela de Caldas, en honor al susodicho. Por sus ojos han pasado desde las largas tertulias de hombres y mujeres luego de salir de la ceremonia religiosa, hasta los habitantes de calle que se reúnen para consumir sustancias psicoactivas. Ha sido testigo de los acontecimientos que ha sufrido la ciudad  desde hace 101 años. La réplica de este científico aún se conserva muy bien, al parecer el tiempo no le afecto, las palomas de vez en cuando se posan sobre su hombro como si le hiciesen compañía, pero mantiene un porte de poder y elegancia que en ocasiones es interrumpida por sus trajes manchados de heces fecales de aves.

En el año 1918 el arquitecto Arturo Jaramillo, diseñador del santuario ubicado en el cerro de Monserrate, la iglesia de las cruces situada a 3 kilómetros de la parroquia de las nieves, entre otras edificaciones, interviene en una nueva remodelación para el templo, su restauración tardó más de 15 años. En 1937 una nueva parroquia de apariencia agradable es abierta al público, se conservan lámparas, imágenes de santos, grandes adornos, el atrio y por supuesto el nombre de LAS NIEVES. Su interior consta de tres naves que miden aproximadamente 64 metros de longitud por 27 de ancho. La nave principal tiene un alto de 15 metros y de esta cuelga una  gran lámpara que proporciona luz para la parroquia.

El santuario de las Nieves

Para algunas personas la parroquia es de estilo republicano, para otros de forma Románico o bizantino, el asunto es que es una hermosa obra arquitectónica con una gran historia que pocos conocen, hasta el día de hoy la parroquia se mantiene intacta. La señora de las nieves se ubica en el centro alto del frente, con un característico color blanco desgastado. Las paredes y ventanales de la fachada recogen el polvo, mugre y humo de los vehículos que pasan por allí, los muros del costado derecho se encuentran rayados con mensajes de estudiantes universitarios inconformes con el sistema político del país, algunos rincones se hallan deteriorados por consumidores del llamado bazuco, una sustancia psicoactiva donde se mezcla mugre, droga y el rayado de los muros que es convertido en polvo. Actualmente la ciudad de Bogotá tiene el índice más alto de indigencia en el país, los grandes portones de la parroquia funcionan en el día como lugar estratégico para la mendicidad de señoras y niños, que con avisos llenos de faltas ortográficas, alguna incapacidad y sus ropas sucias, buscan persuadir a los feligreses y transeúntes que se pasean por ahí, en las  noches se convierte en el dormitorio de más de cinco habitantes de la calle.

La iglesia cuenta con dos torres, una de ellas, la más grande, mide 32 metros de alto, tiene un ventanal en forma de cruz donde se posa un reloj que ha medido el tiempo de los capitalinos por más de 5 décadas y que ahora solo marca las 6:15, como si el tiempo se hubiese detenido y perdurara así hasta el día de hoy, la otra torre de apenas 23 metros deja ver su escasa techumbre. En el 8% de la estructura de la parroquia, específicamente del lado izquierdo, se halla un local de comidas rápidas y un asadero de pollos que lleva funcionando más o menos 20 años, este espacio fue arrendado por la organización del templo; según una de las empleadas del santuario, quien no quiso revelar su identidad, se decidió poner en arriendo parte del predio para recibir ingresos extras y aunque esta situación es criticada por la comunidad del sector, la organización de la parroquia no se muestra atenta ante el problema que se ha desatado.

A las 10 de la mañana Ricardo, un joven de chaleco rojo, con grabados del escudo de la Alcaldía mayor de Bogotá y la arquidiócesis, se dispone a abrir las puertas de la parroquia mientras algunas ancianas devotas esperan con anhelo el ingreso, un olor fuerte a naftalina sale del interior de las instalaciones, en la entrada se localiza otro portón de madera pesada, un plan de contingencia y el plano de la parroquia se halla sobre el periódico mural donde también se menciona los llamados avisos parroquiales, desde excursiones a tierra santa en el continente Asiático, hasta los cursos de inscripción para recibir algún sacramento. Al subir tres escalones, dos pilas de agua en forma de ángeles hechas en mármol dan la bienvenida, pilas que funcionan como lavatorio de manos, o para recoger agua bendecida por el cura, pero también, para zacear la sed de individuos en condiciones deplorables.

Las reformas después del Bogotazo

Desde el suceso del grito de independencia de esta gran nación, pasando por la época de posguerra donde se vivió una de las crisis políticas más duras, como resultado de la profundización de las oposiciones entre liberales y conservadores y dando paso al llamado bogotazo, sinónimo de terror, saqueo, muertes absurdas, y destrucción de espacios públicos, la plazoleta llamada en ese entonces plazuela caldas y la parroquia de las nieves se han visto afectadas. “me contaba mi señor abuelo que en la época del bogotazo, en esta plazoleta se encontraron varios cadáveres, rompieron bancas y árboles, también algunos  ventanales de la iglesia, los muros de la ETB también sufrieron daños” asegura Don Arquímedes, un lustrabotas que lleva laborando hace 39 años en el sector

Desde entonces se optó por quitar lo que quedaba de las bancas y se ubicaron placas de concreto de 4 metros de largo por 1 de ancho,  dos de cada lado de la plazuela, una de ellas lugar de tertulia de don Pablito y ancianos que se reúnen durante el día, la otra para hippies que en sus viajes producidos por la marihuana toman descanso sobre esta. Tres lámparas en mal estado se ubican a los pies del monumento de Caldas, ocho postes de luz repartidos por todo el espacio para prolongar las horas de luz, diez árboles distribuidos por la plaza, cuatro de cada lado y dos en el centro, estos los más grandes se encuentran cercados por placas de cemento que funcionan como espacio para la producción de los llamados lustrabotas, individuos que se ocupan de dar brillo y limpieza a zapatos de los  transeúntes, por cada servicio ofrecido se ganan $ 2.000 que equivale a un dólar aproximadamente. Sus puestos de trabajo algo rudimentarios constan de un sillón remendado con alambre, almohadones cubiertos por retazos de tela que proporciona comodidad al cliente, una pequeña butaca y una caja donde guardan sus elementos básicos de trabajo: betún, grasa y cepillos ya desgastados y la popular bayetilla roja para un estocado final. En uno de los árboles se encuentran tres lustrabotas, dos hombres y una mujer, sujetos que no quisieron revelar sus nombres, en el otro árbol el puesto de trabajo de don Arquímedes del que ya se había mencionado antes. Cada uno de ellos laborando por más de 20 años.

De la Plaza de las Nieves a la plaza Umaña

Bajo el acuerdo que aparece publicado en el registro distrital No.1809 del 9 de diciembre del año 1998, en el mandato del ex alcalde mayor Enrique Peñaloza Londoño y el Concejo de la ciudad, se hace la siguiente publicación: “Artículo 1º.- Designase con el nombre PLAZA EDUARDO UMAÑA MENDOZA la actual Plaza de las Nieves o plaza caldas ubicada en la Carrera 7 con Calle 20 de la nomenclatura del Distrito Capital, en homenaje a la memoria del ilustre jurista y defensor de los derechos EDUARDO UMAÑA MENDOZA”. Acuerdo que nunca se cumplió aunque fue firmado por el cuerpo del Concejo y el Alcalde.

Hasta el día de hoy este sector ha sido blanco de manifestaciones, aposento para los habitantes de la calle, espacio propicio para las riñas que se presentan en altas horas de la noche, permeado por una sociedad en vía de desarrollo, este espacio de triple identificación es patrimonio de los capitalinos y aunque al transcurrir las calles se pierde entre edificios, centros comerciales y la sobrepoblación ¡perdurará! Este pedazo de terreno con nomenclatura catastral carrera séptima entre la calle 20 y 21 de la ciudad de Bogotá es el cofre que guarda un tesoro, el tesoro de las Nieves que entre sus preciadas joyas se hallan  historias, vivencias, miradas de miles de ciudadanos, progreso, gloria etc.…

| Nota del editor *

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