Por: Daniel Rojas Chía
El director australiano George Miller regresa a la gran pantalla con una película llena de fantasía y romance que además de dirigir, también escribió. Llamada originalmente three thousand years of longing (tres mil años esperándote) la visión de este particular director ha dejado en la historia del cine reconocidos títulos como el de Babe: el puerquito valiente (1998) la ganadora del premio Oscar como mejor película de animación con Happy Feet (2006) o más recientemente la espectacular secuela Mad Max: Fury Road (2015).
En cuanto al título, personalmente creo que fue una lástima no dejar el original, ya que le daba al espectador una mejor visión de lo que podía encontrar, pero ‘érase una vez un genio’ cuenta la mítica historia de un prisionero milenario llamado Djinn (Idris Elba) que lleva la carga de ser un genio. La Dr. Alithea Binnie (Tilda Swinton), una experta en narratología, se encuentra en Estambul para dar una conferencia sobre historia y mitología, pero gracias a la selección de una botella en un mercado, se adentrará en algo fantástico que le permitirá adentrarse en sus emociones.
La espectacularidad de George Miller con un presupuesto de 60 millones de dólares deja en evidencia las muy buenas imágenes que logró, gracias a situar al espectador en diferentes épocas bajo una misma estética de un medio oriente lleno de realeza y lujo majestuoso que hace que la historia tome ese tono conocido e identificado hacia la leyenda de los genios y su mitología.
Aunque la historia encuentra su punto de partida en una actual Estambul tan llena de historia, la estética de las imágenes es uno de los fuertes de la cinta, ya que no encuentra un buen ritmo y tiende a perderse la tensión hacia los personajes principales en las tres sub historias que muestran la arrogancia del conocimiento, la ambición y el poder del deseo desde la percepción de Djinn y el raciocinio de la Dr. Alithea
Binnie.
Además de adentrarse en el exuberante mundo que rodea a las historias de los genios, ‘érase una vez un genio, no entra en el tradicional conflicto de los deseos como tal, sino que le da un mayor impulso a la historia de amor que se relaciona entre sí bajo el eje de la inmoralidad del genio, las emociones humanas y el conocimiento.
Precisamente esta última es la que permite que la cinta de George Miller sea interesante cuando toma un concepto contemporáneo como el de la soledad moderna con todos sus matices dentro de algo que puede que no exista, tomando esa irrealidad que se percibe dentro de toda la película e impulsa a casi todos sus personajes a relacionarse entre sí.
La película toma las características de los imaginarios humanos enmarcados y sus anhelos bajo la premisa de la magia y de lo instantáneo como los deseos inmediatos, proponiendo que esta inmediatez moderna no sea tan necesaria como la venden y daña toda la cosmovisión antigua que se añeja entre los libros y la imaginación.
Para mí, la nueva película del director australiano toca de manera entretenida, temas como el de la soledad y los encuentros fortuitos que se tienen con personas en la historia de cada quien, pero también depende de cómo se quiere escribir esa historia y cómo quiere ser recordada. Una película que desafortunadamente pierde fuerza en su final como también algo de ritmo en su argumento, pero que puede lograr que el espectador se lleve a casa algo más que la entretención que esta cinta ofrece.