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Negligencia de Vida

Por: Laura Camila Ardila Aguilar

Una enfermedad puede propagarse tanto o igual que la velocidad de la luz por segundo; una cadena de síntomas que viven dentro de los organismos en casos de manera silenciosa, opuesto a lo extrovertido que puede llegar hacer la infancia. Tatiana Rojas Gómez, con once años de edad para inicios del 2020, es diagnosticada con Leucemia Promielocítica, un subtipo de la leucemia mieloide aguda, donde se produce un exceso de glóbulos blancos inmaduros (aquellos que ayudan al cuerpo a oponerse a enfermedades o infecciones) acumulándose en la médula ósea y produciendo la formación de un gen anormal afectando los cromosomas como el 16 y 17; tratamiento que duró alrededor de seis meses y que llevó a Tatiana a dar un giro en su vida de 180º, desde su inicio hasta su fin, desde un día poder levantarse de su cama y bostezar, hasta ser alimentada por una sonda a causa de una negligencia médica.

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Los síntomas de la leucemia se pronunciaron por un dolor de cabeza al principio leve, por lo cual la familia decide darle medicamentos como Acetaminofén para aliviar el dolor; no era viable llevarla a una sala de urgencias por el aumento de los casos de COVID -19 y medidas sanitarias adoptadas en el país. Tatiana decide descansar y dormir una tarde, pero al levantarse el dolor no sólo continuó sino aumentó; realizan el proceso mediante la solicitud de citas médicas, luego exámenes de sangre y finalmente, el diagnóstico por parte de los médicos fue Leucemia Promielocítica Aguda; etapa en la que se podía controlar desde los diferentes tratamientos como las quimioterapias entre ciclos de 2 o 3 semanas.

La palabra “leucemia” preocupo a la familia, el panorama frente a otros casos generaba temor y el explicarle a Tatiana todo lo que involucraba el proceso, era difícil y llevó. No era una enfermedad hereditaria, ya que tanto la familia paterna, como materna nunca habían enfrentado este tipo de diagnósticos. Sin embargo, el amor y el apoyo de la familia fueron fundamentales en el proceso de recuperación y evolución.

Marzo de 2020, fecha que marca la historia de Colombia no solo en el ámbito de la salud, también el estilo y calidad de vida de la sociedad. El miedo se convierte en sinónimo de prevención; un estornudo, el hecho de toser y síntomas como dolor de cabeza o fiebre traducían el contagio de Covid-19. Tatiana ingresa al hospital o Instituto Nacional de Cancerología – ESE, ubicado en el centro de Bogotá a unas cuadras de la Presidencia de la Republica de Colombia y la Plaza de Bolívar,; el 26 de marzo de 2020 vuelva a su casa por indicaciones médicas, una cotidianidad de hospital que involucraba una comida insípida; tiempo en el que cada minuto era una eternidad, donde el calor de hogar se transformó en el frío de hospital, pero principalmente en el que finalizaba una quimio más, pues le faltaban alrededor de dos sesiones intensivas y el diagnóstico médico era evolutivo; Las indicaciones de seguimiento eran estar alerta a cualquier posible infecciones, sangrados o hematomas; el seguimiento era progresivo por medio de exámenes, en un primer momento mensuales, y posteriormente semestrales.

En la noche ingresa de nuevo a causa de una fiebre que superaba los 35ºC por lo cual la familia decide llevarla al centro médico, ante los síntomas es comprendido como un caso de COVID19 y, por tanto, el grupo medico toma todas las prevenciones y procedimiento para posibles pacientes contagiados por el virus. Al entrar al hospital su madre Melisa Gómez, quien para ese momento se encontraba privada de la libertad cuenta que, el personal haciendo uso de los protocolos preventivos, la ubican en una camilla cubriéndola con una especie de burbuja plástica, donde la llevan a la sala de revisión para hacer el respectivo procedimiento; momento en que su semblante expresaba miedo por lo rápido que pasaba todo, también el desconocimiento de lo que estaba sucediendo a su alrededor.

Tatiana era una niña que se caracterizaba por ser extrovertida, alegre, amigable y muy inteligente, que le encantaba bailar y cantar; así la describe su mamá. Su vida tomó un giro inesperado convirtiéndola en un antes y un después. Dentro del procedimiento de revisión, le realizaron la prueba de sangre de COVID– 19 la cual salió negativa, pero que dentro del proceso de prevención le causó un gran estado de schock (situación en la que el cuerpo no recibe el flujo de sangre suficiente, tanto las células como los órganos no reciben el oxígeno y nutrientes suficientes para funcionar adecuadamente, llegando a provocar daños en los órganos). 

Ingresa a las 10:00pm a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI); los médicos dejan fuera al padre por varias horas. Dentro del procedimiento el personal médico le pone un catéter central en el pecho (es un dispositivo que se utiliza para administrar medicamentos o productos sanguíneos, también para la extracción de sangre que se ubica en el brazo o pecho y termina al lado derecho del corazón). El catéter fue introducido de manera incorrecta perforando una de las arterias del pulmón y a las 2:00am le informan al papá de Tatiana que había tenido un paro cardiorrespiratorio en el momento de la reanimación; no llegó el suficiente oxígeno a su cerebro, las neuronas se quemaron y además estaba al borde de la muerte.

Después del dictamen médico cambió radicalmente la forma de ser y vivir, perdió la movilidad en la mitad de su cuerpo, acciones como caminar y sostenerse o mover sus piernas se limitaron, tampoco podía respirar por sí misma. Uno o dos meses después con la visita de su mamá despertó, salió de cuidados intensivos y volvió a respirar por sí misma, pero la impresión de ver a su hija con el tubo torácico (aparato que remueve el exceso de aire permitiendo que el pulmón se expanda y la respiración sea más fácil), también conectada a diferentes máquinas, el frío que provocaba la habitación causó gran impotencia al no poder estar cerca

– Melisa habla desde el dolor y la tristeza: Nunca volvió a ser la misma. Mi hija ya no puede hablarnos, ya no puede comer por la boquita, no puede caminar, no sostiene su cabecita. 

Las consecuencias del mal procedimiento del catéter involucran afectaciones en la visión, uso permanentemente de pañal, no comprende lo que le dicen y depende de manera indefinida del cuidado de otra persona. Hoy en día Tatiana convulsiona a diario y toma medicamentos como 10 cm de Levetiracetam (medicamento anticonvulsivo que involucra solo una parte del cerebro), Gabapentina (utilizado para el tratamiento de la epilepsia) y Omeprazol (medicamento para tratar la acidez estomacal) y se alimenta a través de una sonda. Por otro lado, su cotidianidad es estar junto a su familia, principalmente, al cuidado de su mamá que por evaluación de un juez y en favor del bienestar de la niña concedió beneficios para el cuidado, ya que su hija es una persona totalmente dependiente. 

– Lo que pase es obra de Dios – dice su madre 

Tatiana venció la leucemia y finalizó el tratamiento, visita mensualmente a su doctor para exámenes de rutina y supervisar que no aparezca de nuevo. El diagnóstico no es alentador para la familia, se basa en que entre el proceso del hospital y su casa ha sido evolutivo, pero lo único que pueden esperar es a que fallezca.  

| Nota del editor *

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