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Colombia: país de analfabetas electorales

Por: Andrea Bohórquez

Gran polémica ha suscitado en las últimas semanas, algunos vídeos e imágenes que ruedan por redes sociales, evidenciando presuntas irregularidades en el diligenciamiento de los formularios E-14, en los cuales se registraba el conteo por mesa, de la primera vuelta presidencial del pasado 27 de mayo. El fantasma del fraude electoral vuelve al país, como una de esas pésimas tradiciones encarnadas en nuestra precaria cultura política y en las malas prácticas electorales de los partidos que se disputan el poder.

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Sin embargo, pasado el auge mediático, la Misión de Observación Electoral (M.O.E) encontró que solo en una cifra promedio de 372 mesas (que representan más o menos 12.000 votos), de las 96.000 registradas en Colombia, presentaban anomalías en el diligenciamiento de los formatos. Esta cifra no constituye un porcentaje lo suficientemente representativo para hablar de fraude electoral.

Situaciones de este tipo ponen en jaque a la ciudadanía, pues evidencian además de nuestra precaria formación política, una casi inexistente cultura electoral que predomina en la mayoría de los votantes. Entonces, ¿Cómo estimular la formación electoral en la ciudadanía? ¿Cómo concientizar sobre el papel que tenemos como veedores de procesos de elección democrática? ¿Cuál es la responsabilidad de instituciones como la Registraduría Nacional y el Consejo Nacional Electoral, en la formación de jurados de votación y de testigos electorales?

Para hablar de estos y otros temas que rodean el ejercicio electoral en nuestro país, en las Voces en Movimiento estuvo Juan Carlos Huertas consultor electoral, quien señaló el impacto que tiene la falta de veeduría ciudadana, y el desconocimiento de los mecanismos de control dispuestos por la organización electoral para evitar el fraude. En este sentido, aspectos como la capacitación de jurados y testigos electorales, se convierte en un grillete para la democracia. La metodología empleada para tal fin, se configura como un ladrillo jurídico, donde aspectos como el lenguaje y la duración de los espacios de capacita

ción, dificultan la comprensión de las definiciones, procedimientos y mecanismos para quienes, elección tras elección, ostentan estos importantes papeles.

Sumado a lo anterior, en algunos territorios donde históricamente el fraude se ha naturalizado (como zonas donde persiste el conflicto armado), perviven el constreñimiento electoral en sus formas más evidentes, pero también un precario acompañamiento de las autoridades a los testigos electorales, que ven amenazada su vida y la de sus familias, en marco de una denuncia por irregularidades en procesos de elección democrática.

El llamado es entonces, a cuestionarnos el papel que asumimos en la democracia. La comodidad del voto (o del abstencionismo), convierte a nuestro sistema electoral, en un aparato de elección popular débil, que sigue siendo permeado por la cultura de la corrupción. Como ciudadanos (as) debemos estar al tanto de lo mecanismos dispuestos para proteger el ejercicio electoral, de lo contrario nos seguiremos dejando llevar por la emocionalidad del momento, perdiendo de vista lo realmente importante: garantizar la trasparencia de las elecciones en Colombia.

| Nota del editor *

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